(viene de la segunda parte)
La creación de la Mancomunidad de La Litera no fue una tarea sencilla. Hubo que vencer resistencias de gobernantes y políticos, que no criticaré porque sus recelos se enmarcan en la más primaria condición humana. No era suficiente el espejo de la comunidad vecina, Cataluña, que con un criterio de prosperidad futura había organizado la división de su territorio en 31 comarcas y 9 supercomarcas en el año 1936. Sin embargo la aventura terminó en 1939 cuando fueron abolidas por el régimen de Franco. Pero los catalanes no optaron por el paso intermedio de las mancomunidades, ellos fueron directamente a la creación de comarcas. Tras la restauración de la democracia en España y promulgada en 1985 la LBRL correspondiente y, sobre todo, transferidas las oportunas competencias a las Comunidades Autónomas, en 1987 fue restablecida la división comarcal en ese territorio.
Es verdad que la Litera, a pesar de muchas reticencias, se adelantó en la aceptación del modelo de Mancomunidad, paso intermedio de organización local supramunicipal que será el principal antecedente de la Comarca. La idea siguió avanzando, más que nada por su carácter legal simplificador y voluntario, a lo que se añadía su cómoda adaptación a las necesidades de los municipios en la prestación de servicios. Sumado a esto se establecieron incentivos, por parte del Gobierno de Aragón, en forma de subvenciones en materia social, más inversiones para infraestructuras y equipamientos diversos destinadas exclusivamente a las mancomunidades y de las cuales sólo se podrían beneficiar los municipios mancomunados.
Está claro que hubo recelos, especialmente en los municipios más grandes que temían un vaciado de contenidos que hasta ese momento eran de competencia municipal. Ahí empieza a germinar la semilla del individualismo, tan enraizado en nuestra cultura aragonesa y, paradójicamente, también presente en los municipios más pequeños. Todos sabemos el apego que tienen los habitantes de un pueblo a su lugar de residencia. A veces incluso actuando de forma visceral para defender sus señas de identidad y, a la vez, poco dispuestos a renunciar a ellas en favor de una sustancial mejora social, de prestación de servicios, o de incremento del bienestar económico. Por eso no queda otro remedio que unir los esfuerzos de quienes tienen claro el objetivo político y la necesidad, irrenunciable, de acometer de una vez por todas este nuevo modelo supramunicipal.
Afortunadamente, a esta labor divulgadora de agrupar municipios contribuyeron personas con grandes conocimientos del tema y con un bagaje técnico extraordinario —entre otros, Ramón Salanova Alcalde— que contribuyeron con sus conferencias y publicaciones a informar, primero, y a incentivar, después; a despertar el interés por el nuevo modelo territorial en los pueblos de Aragón y, principalmente, en los de la Litera.
Pero deberá ser la voluntad política quien, definitivamente, impulse estos acuerdos entre todos los ayuntamientos implicados. No será un camino de rosas y habrá que allanar alguna resistencia y desconfianza, pero se andará gracias al trabajo y generosidad de grandes políticos comarcales, que tendrán que luchar contra rivalidades atávicas e imponer la solidaridad para que no llegue a producirse el crudo escenario de la despoblación de nuestros pueblos.
El día 11 de abril de 1986 se constituye la Mancomunidad de La Litera. Es un proyecto ilusionante que servirá de puente hacia la futura Comarca. Sin embargo no estará exenta de obstáculos, como el gran socavón económico en un determinado momento, y algunos enfrentamientos lamentables entre pueblos, alentados por descoloridos políticos mediocres.
Para no cansar al lector, dejaré aquí el tema comarcal. En las próximas entregas iré desgranando aspectos monográficos relacionados con el devenir de nuestra organización territorial, cuestión esta que conozco un poco al haber formado parte de la Mancomunidad de La Litera como vocal electo durante doce años, desde 1987 hasta 1999.
Más adelante escribiré sobre un honesto político que resultó fundamental para la consecución de los objetivos comarcales, al que profesé un gran respeto y que merece un artículo especial solo para él.
Pero por ahora, no nos empachemos más del asunto comarcal.
desde La Sierra