En un reciente y estupendo libro editado por el CELLIT y coordinado por Arturo Palomares, ‘Música antigua y tradicional de la Litera’ (2020), se explica cómo, con la generalización de los aparatos de radio a partir de los años 60, la gente de la comarca dejó de hacer música para pasar simplemente a consumirla. Un retroceso en toda regla. Hasta entonces la Litera contaba con una larga tradición de música popular interpretada por gente inquieta y capaz de transmitir todo tipo de historias y emociones, que aparentemente se interrumpió de improviso con la llegada de las ondas hertzianas.
Pero no todo se perdió, pues la proliferación de aparatos electrónicos tuvo una cara B en forma de amplificadores y guitarras eléctricas. La música se electrificó y Binéfar se convirtió en un referente local de la música popular contemporánea, con una escena rockera que arranca en los años 60, alcanza su clímax en los 80 y 90, y sigue activa y refulgente en pleno siglo XXI. Una escena que, en general, hunde sus raíces en la tradición del blues-rock, la música de los esclavos afroamericanos y convertida en una actitud social por los grandes mitos del rock. Proscritos, Víctimas, Inusitados, Sin Talento, Némesis, Verbo y muchos otros ineludibles referentes de la escena local se encuentran, a pesar de sus diferencias, unidos por un hilo invisible que se extiende hacia el pasado hasta Dylan, los Stones, Beatles, la Creedence o Hendrix, y mucho más atrás hasta enlazar con aquel lamento de esclavos convertido en símbolo de reivindicación, hedonismo y cambio social.
Sin embargo, en Binéfar existe un grupo que escapa a dicho paradigma cultural. Se llama Distopía, un grupo discordante y a contracorriente, que ofrece más de lo que su inquietante apelativo promete: un excitante desasosiego distópico y unas ganas locas de bailar entre los escombros de una civilización en permanente colapso. ¿Se puede pedir más?
Distopía es un grupo singular, que bebe de otras fuentes y apela a otros mecanismos cognitivos y emocionales. Un grupo inspirado en el post-rock y post-punk más oscuros, junto a las corrientes electrónicas y bailables centroeuropeas y manchesterianas, y reivindicando el krautrock teutónico y sus evoluciones como referentes creativos clave. De esta manera, Distopia ha conseguido revertir aquella maldición de la proliferación de aparatos electrónicos que convirtió a los literanos en consumidores pasivos de música, logrando generar un potente artefacto de creación y propulsión de música popular contemporánea.
Aunque ha pasado por varias formaciones, Distopía es actualmente un trío formado por Jorge Gallart (guitarras, voces, efectos), Leandro Lasheras (bases y sintetizador) y Javi Torres (bajo). Intrigados por saber de sus orígenes, pensamientos, planes y expectativas, nos propusimos hablar con ellos. Primero Javi Torres nos puso en contexto y nos dio las claves para entender el funcionamiento del grupo, después Jorge Gallart nos concedió una suculenta entrevista desde las tripas del invento. He aquí el resultado:
Pregunta- Hacéis una música que tiene muy poco que ver con la habitual en la escena de Binéfar ¿Cuál es el origen de vuestra propuesta musical y artística?
Jorge– El grupo se forma el año 2009 cuando coincidí con Leandro Lasheras en el Tremendo Pop, un festival de música en el que participaban varios grupos de música electrónica. Casi no le conocía por aquel entonces, pero empezamos a hablar y vimos que teníamos gustos en común. A mí me gustaban cosas algo más guitarreras, tipo Velvet Underground, algo de krautrock alemán, como Kraftwerk, mientras que a él le gustaba mucho la música electrónica alemana, los movimientos que había en Berlín y demás. Así que quedamos un día a tomar un café. Lo curioso fue que en vez de hablar de música nos pasamos las horas hablando de cine. Somos los dos super-cinéfilos, y estuvimos hablando largo y tendido sobre películas y bandas sonoras. Y entonces decidimos montar el grupo.
P- ¿El grupo lo formasteis sólo vosotros dos?
J- Sí, los fundadores y compositores somos nosotros dos. Pero luego estuvimos buscando a otras personas de apoyo, a veces guitarras, otras baterías para el directo, o baterías electrónicas, una cantante, gente muy válida con la que funcionamos muy bien. Fuimos pasando varias etapas hasta que hace tres años incorporamos a Javi Torres al bajo, porque decidimos meter un bajo analógico con todos los ritmos digitales que llevamos. Esta es la formación que ahora tenemos. Somos un trío.
P- Por tanto, el grupo tiene doce años de existencia ¿cuántos temas habéis grabado durante este tiempo?
J- Sí, son doce años. Tenemos cuatro discos publicados y ahora estamos preparando el quinto. Hemos editado también canciones que no están incluidas en ningún disco, algunas publicadas en internet. Ahora mismo debemos tener un centenar de canciones compuestas, pero solo han visto la luz unas cuarenta o cuarenta y cinco. Las de los discos y unas pocas más.
P- ¿Cuáles son los discos que tenéis?
J- El primero que sacamos fue ‘Neurosociety’, que era más corto y tenía un aire más pop, luego, en 2010 sacamos el ‘Nexus-X’, en 2011 el ‘The Secret Society’, y luego ‘Synthetic feelings’. Sacamos un single hace unos meses llamado ‘Krautroad’, como avance del disco que estamos haciendo ahora.
P- Si no lo tengo mal entendido, en los últimos meses habéis sacado un par de temas nuevos que acompañarán a un libro ¿es así?
J- Sí, son dos temas nuevos que formarán parte de la banda sonora del libro ‘El sexo no lo es todo, pero casi’, de Miguel Ángel Toro Ríu, el escritor de Tamarite. El libro lo publicará la editorial Milenio, y conjuntamente habrá un disco inspirado en él y grabado por varias bandas, en el que participamos con dos temas. El primero es ‘Tu n’existes pas (mon amour)’, una canción de aire más pop cantada en francés por Lourdes, una amiga nuestra, que tiene una voz muy cálida y bonita. Ha quedado genial. El otro es ‘Your Fürher’, que es una canción más dura, que habla de los políticos y de toda la parte oscura que nos rodea en esta sociedad, de ese lado oscuro y egoísta que suele tener todo ser humano. En los capítulos finales del libro uno de los personajes adopta esa actitud de ‘yo hago lo que me da la gana sin mirar si hago daño a nadie porque soy el dios de mi mundo’, e intentamos representar la dureza de esa postura.
P- Me recuerda a aquel tema de DAF titulado ‘Der Mussolini’, que escuchábamos en los 80…
J- Sí, nosotros también los hemos escuchado mucho y seguro que nos han influido. DAF siempre ha sido un referente importante para nosotros.
P- ¿Cómo ha evolucionado Distopía en estos doce años? ¿Cuál sería la principal diferencia respecto al principio?
J- Al principio empezamos haciendo una música mucho más post-rock, post-punk, menos electrónica. Éramos mucho más parecidos a Joy Division, New Order y todas esas cosas. Luego nos pasamos de manera plena a la electrónica. El disco ‘Synthetic Feelings’ ya era muy electrónico. Y ahora estamos en una etapa intermedia, mezclando ambos estilos de una manera muy natural. Ahora estamos haciendo lo que nos da la gana. Esta canción que hemos sacado para el libro, una de las dos que hemos preparado, cuando la compuse ya tenía claro que iba a ser más pop, porque queríamos que se identificara con una parte del libro, que tiene pasajes de sexo y erotismo. Ahora nos movemos entre un pop más eléctrico y una música más dura, siempre electrónica. Nuestros conciertos siempre acaban con una parte muy electrónica, que nos gusta mucho a todos.
P- Parece que tenéis bastantes temas instrumentales ¿no?
J- Sí. Y más que tendríamos. Por el grupo han pasado varios cantantes, que está muy bien, pero a Leandro y a mí nos gustan sobre todo los temas instrumentales. Sabemos que hay que poner algo de voz, porque si no es muy difícil que la gente te escuche. Por nosotros serían todas instrumentales, pero siempre acabamos poniendo alguna voz, aunque sea procesada por vocoder, o samplers grabados, voces puntuales, voces grabadas de discursos políticos o cosas así… Recuerdo que en ‘The Secret Society’ pusimos un discurso de Gandhi procesado, que quedó muy bien. O uno de JFK. Esas cosas nos gustan mucho.
P- Los últimos temas que habéis grabado sí que tienen voces.
J- Es que entendemos que hay que cantar algo. Suelo cantar yo. Aunque me gusta cantar, disfruto más cuando me centro en la instrumentación, pues entonces puedo relajarme más en el escenario. En esta canción para el libro [Tu n’existes pas] le pedimos a Lourdes que pusiera la voz, pues tiene una voz que le iba muy bien al tema. Cuando canto yo le ponemos muchos efectos a la voz, para que quede más sintética o metálica…
P- ¿Cómo hacéis para componer una canción?
J- Para nosotros una canción es como una película. Cuando empezamos a componer ya vamos viendo una serie de imágenes, que se corresponden con lo que pensamos o sentimos en aquellos momentos, con las sensaciones que queremos transmitir. Y, al final, le ponemos una letra para que la gente pueda interpretar lo que sentíamos.
P- Por lo tanto, se podría decir que lo que hacéis son como una especie de bandas sonoras…
J- Sí, en realidad nuestro ideal sería hacer una banda sonora para un pedazo de película o de cortometraje. Nos gusta mucho tocar en directo, pero todavía nos gustaría más participar en un proyecto audiovisual. ¡Somos cinéfilos perdidos!
P- ¿Y este método de composición cómo lo lleváis a la práctica?
J- Ahora con las nuevas tecnologías es posible trabajar a distancia. Leandro está en Zaragoza, yo estoy aquí en Binéfar, y somos los compositores. Javi se incorpora sobre todo a los ensayos, las grabaciones y los directos, y también aporta texturas y matices. Podemos componer a distancia a la perfección. Y luego nos juntamos para darles la forma definitiva y para preparar el directo, claro.
P- ¿En vuestros orígenes habíais tocado en grupos de rock más estándar?
J- Sí, Javi ha tocado en muchos grupos. Incluso ahora tiene otro grupo, The Tobogans, con otro estilo más acorde con lo que se lleva en la zona. Yo en los años 90 tocaba en un grupo que se llamaba The End, que hacíamos versiones de los Pixies, de grupos indies de la época… Pero en Binéfar esta música no le gustaba a demasiada gente, había una escena musical muy clásica, donde gustaba mucho Gary Moore, Beatles, los Rollings, etc. Que a nosotros también nos gustan. Pero no era nuestro estilo de música.
P- ¿En qué medida os sentís parte en la escena musical de Binéfar?
J- Con la mayoría de músicos de Binéfar mantenemos una excelente relación, colaboramos en todo lo que podemos y en lo que nos ofrecen. Pero somos conscientes de que los gustos de la mayoría de los músicos locales no tienen demasiado que ver con lo nuestro. Aquí en Binéfar gusta mucho 091, los Proscritos, etc., que nosotros reconocemos que son cosas muy buenas, que estuvieron muy bien, pero a nosotros además nos gusta otro tipo de música. Hace unos años se hizo un festival de homenaje a los Beatles y se organizó un concierto tributo al que nos invitaron. Nosotros hicimos una versión de ‘Michelle’ muy ecléctica, que causó bastante sensación. Cuando nos invitan ya saben que vamos a aportar un toque especial que otros grupos no tienen.
P- En ese sentido tenéis un espíritu muy krautrock, que fue un movimiento de respuesta a la hegemonía del blues-rock anglosajón. Un sector de la juventud alemana que había abrazado el rock como forma de superar el nazismo y la dura posguerra mundial, de pronto se dio cuenta de que vivía en un país colonizado militar y culturalmente por los americanos. De esa toma de consciencia surgió un movimiento musical que buscó esquemas alternativos, que la crítica musical bautizó como krautrock.
J- Sí, sí. Exacto. A nosotros cuando nos llevan a un pueblo a tocar para las fiestas de verano ya les advertimos que no somos para un público mayoritario. No va a ser fácil que les guste a todos. Pero a nosotros nos gusta a ir, porque nos encanta conectar con la gente que no tiene un gusto mayoritario. Nosotros nos solemos encontrar con que hay cuarenta personas en la plaza del pueblo que esperan que toques una versión de los Suaves, y que cuando ven de qué va nuestra propuesta se marchan y sólo quedan cinco. Pero esos cinco son los que nosotros estábamos buscando, porque son los que buscan algo diferente, y está muy bien que se queden y disfruten del concierto. Esos cinco son la gente fiel. Claro que los Suaves tienen muchos fans, pero nuestra música va por otro lado. Entendemos que no somos un grupo para ir a tocar a las fiestas de verano de un pueblo como plato fuerte.
P- Pero, en el fondo, sí que hacéis música bailable ¿no?
J- Sí, claro que sí. Por eso cuando vamos a tocar a las fiestas de verano siempre pedimos que nos pongan a partir de las cuatro de la mañana.
P- Es la música ideal para la fase final de la noche…
J- Sí, la última vez que fuimos a un concierto a Barcelona, en el B-Good nos programaron para las 8 de la tarde, por lo que tuvimos que tocar las canciones más lentas, más pop, más escuchables, con mucho audiovisual… Pero luego tocamos en Zaragoza, por ejemplo, y les pedimos que nos pusieran los últimos, que no nos importa que haya más o menos gente, porque la que se queda hasta el final se queda para bailar. Y para nosotros esa es la situación ideal.
P- Dada la importancia que tienen para vosotros las imágenes a la hora de componer, ¿Cuándo actuáis en directo lleváis efectos audiovisuales? ¿Esas películas que imagináis también las proyectáis?
J- Sí. Y si tuviéramos más medios, aún proyectaríamos más. Tenemos un tema que se llama ‘Caroline’, para el que hicimos un video con cientos de referencias, con una técnica de patchwork cogiendo trocitos de aquí y de allá, que nos gusta mucho. El video de ‘Your Fürher’ que acabamos de sacar ahora es también de ese estilo. En directo las proyecciones quedan impresionantes.
P- ¿Los conciertos cómo los lleváis?
J- Ahora con la pandemia totalmente parados, claro. Pero en circunstancias normales nuestra agenda de conciertos suele ser limitada. Tanto Leandro como Javi como yo tenemos trabajos que no tienen nada que ver con la música. Son tres tipos de trabajo en sectores distintos en los que no coincidimos en nada. Por eso necesitamos quedar para hablar de música. Por eso cada año planteamos una serie de conciertos que nos permita compatibilizar con nuestros respectivos trabajos. Somos muy selectivos con los sitios donde tocar. Preferimos hacer diez conciertos en diez sitios donde pensemos que la gente lo pueda apreciar, que hacer sesenta conciertos en un año. Preferimos un concierto en un bar oscuro debajo de las escaleras para unas pocas personas, que un concierto en la plaza mayor del pueblo con diez mil personas. Porque sabemos que las que nos vayan a ver al bar serán más receptivas a lo que hacemos.
P- Para hacernos una idea ¿cuántos conciertos soléis hacer al año?
J- Hacemos una media de diez o quince conciertos al año. Esperando que algún día suene la campana y nos inviten a algún festival importante. Al Sónar, por ejemplo. Pero como no hacemos promoción, sabemos que eso es muy difícil. Lo dejamos en manos del azar.
P- Vamos a esperar que un responsable del Sónar lea esta entrevista y se anime. En todo caso, en términos de repercusión empezasteis muy fuertes ¿no?
J- Sí, los primeros años fueron muy locos. Montamos el grupo en marzo de 2009. Al mes y medio ya hicimos un concierto y, como no teníamos medios, para las bases de baterías llevábamos un PC, con la pantalla grande y toda la parafernalia, que casi parecía de un grupo alemán de los 70. Tenemos fotos de ello, daba una imagen espectacular. En unos meses ganamos la demotremenda, un concurso de demos que nos dio acceso a tocar en el Tremendo-Pop, un festival con unos carteles de impresión. Y al cabo de poco, nos llamaron de Japón para solicitarnos una canción para un recopilatorio de nuevas músicas en una revista japonesa bastante importante. También nos llamaron de Radio-3, donde nos entrevistaron y estuvieron un tiempo pinchando nuestra maqueta. Fueron un par de años de locura.
P- ¿Sufristeis entonces la maldición de la estrella del rock, quemados como una mariposa en una farola, bella y refulgente durante un instante mientras muere y desaparece?
J- No tanto. Nos iba muy bien, pero decidimos replantearnos cuál era nuestro papel y lo que nos gustaba realmente. Entonces preferimos calmarnos y disfrutar con esto. Decidimos que todo aquel éxito había sido por azar y preferimos dejar las cosas fluir a su ritmo. Si tiene que pasar algo, ya pasará. Fuimos creciendo, tuvimos críos y tal, y nos planteamos que nuestra música era muy importante pero no tenía que ser una carga para las otras esferas de nuestra vida. Lo haríamos para disfrutar. Por eso hacemos diez o quince conciertos al año y los disfrutamos como nadie.
P- Es toda una filosofía de vida, poco común en los tiempos que corren. ¿Por eso habéis ido espaciando los discos?
J- Sí, porque ya tenemos todos críos y decidimos que había que compatibilizarlo todo, el trabajo, la familia y la música. Cuando los hijos sean más mayores ya montaremos otra movida. Porque no hemos parado de componer, eh. Tenemos una cincuentena de canciones que todavía no han visto la luz. Siempre estamos buscando cosas nuevas, y nuestras inquietudes artísticas, musicales, políticas y sociales no dejan de crecer.
P- ¿Dónde se pueden comprar vuestros discos?
J- Los ponemos en nuestras redes sociales. Por internet, en Sound-Club y otros sitios similares. No hemos querido vender discos, están todas las canciones disponibles de manera gratuita. Para nosotros la música no es un negocio, sino una forma de expresión. En formato físico sólo hicimos dos álbumes, el ‘Nexus-X’ y el ‘The Secret Society’, de los que editamos 500 copias de cada uno. Pero no los vendimos, sino que los regalamos a los amigos y los usamos como medios de promoción.
P- Por tanto ¿el disco que estáis preparando ahora dónde se podrá conseguir?
J- Estará en la web. La gente se lo podrá descargar de nuestra web [http://www.distopiaband.com/].
P- Como hemos comentado antes, los grupos del krautrock alemán eran como una respuesta a la colonización americana en plena Guerra Fría. ¿Vosotros tenéis algún posicionamiento similar? ¿Pretendéis expresar algún tipo de rechazo o inquietud particular con vuestra música?
J- En el fondo, lo nuestro es todo un juego bastante underground, mediante el que nos gusta cuestionar todo lo que mueve la política y la falsa cultura. A Leandro le encanta el estilo estético de la Europa del Este y todo lo relacionado con la Guerra Fría, las fábricas humeantes, la arquitectura racionalista y todas esas cosas. A mí me gustan mucho las historias de conspiración que ha habido en el mundo, sobre todo durante la Guerra Fría, las componendas geopolíticas que mueven los hilos invisibles del poder. Todo eso es lo que intentamos representar en muchas de nuestras canciones.
P- De ahí el tono oscuro y apocalíptico de muchos de vuestros temas ¿no? ¿Os habéis planteado alguna reivindicación más concreta?
J- El disco que estamos preparando lo llamamos ‘Krautroad’ porque, a nivel musical, es un guiño que hacemos a la incomprensión que percibimos en las instituciones políticas ante la búsqueda de lo original en la cultura, pues nos sentimos bastante invisibles. No encontramos un reconocimiento por parte de nuestras instituciones. Estamos hartos de que los programas de fiestas de los ayuntamientos sean siempre iguales, que traigan siempre las mismas cosas, y que no se fomente el acceso a otro tipo de cultura de los ciudadanos. Los ayuntamientos son gestores culturales y tienen la obligación de acercarnos ofertas culturales variadas y diferentes, pues no sólo se debe ofertar en las grandes capitales.
P- En Binéfar se programan muchas cosas, pero ¿diríais que falta una mayor variedad capaz de atender a las demandas y propuestas más minoritarias?
J- No todo el mundo tiene acceso a ir a Barcelona para ver lo que le gusta. Debería haber opciones también en los pueblos. A nivel local se debería incentivar a la gente que quiera hacer algo específico por la cultura. Todos los políticos buscan tener contento a la mayoría y es lógico; pero el ciudadano nunca sabrá si le gusta el vino, si durante toda su vida si sólo le has dado agua para beber. Y no es un problema de los políticos locales; sino de la clase política española en general, cuya capacidad de pensamiento y de debate ha desaparecido hace décadas. En el Congreso no se debate, no puedes escuchar tres frases coherentes.
P- Es evidente que la lógica de partido lo impide.
J- Porque las agrupaciones políticas siguen unos patrones que están marcados por el sistema; intereses económicos y por los patrones que ellos mismo establecen para estar cómodos. Todos los partidos políticos son previsibles; cada uno con sus ideas. Es como meterte en un rebaño y que sólo puedas seguir las consignas del rebaño.
P- Volviendo a vuestros referentes alemanes, los grupos del krautrock alemán en el fondo eran muy poco conocidos en la propia Alemania. Tuvieron repercusión porque los críticos musicales anglosajones y franceses les dieron mucha cancha, porque encontraban en su propuesta una actitud transgresora que el rock mainstream ya había perdido. Eran muy famosos en Francia o en Inglaterra, pero en Alemania no los conocía casi nadie. Los periodistas franceses o británicos iban a Berlín y se sorprendían de que allí fueran tan poco conocidos ¿Hay un paralelismo también en esto con vosotros?
J- Pues sí. Así es. Al año de nacer ya habíamos publicado en Japón, pero en España no. Mirando las visitas en nuestras redes sociales constatamos que sólo hay un 10% de visitas desde España, mientras que el 90% son gente que nos escucha desde Australia, Japón y Alemania, en este orden. No sé por qué. Por eso no hacemos un esfuerzo por cantar en castellano. No tenemos ningún problema en cantar en inglés, que siempre nos ha gustado porque es un idioma muy plástico.
P- Sí que he encontrado en Internet una canción vuestra en castellano.
J- Sí, fue una en el festival Más Monzón. La cantaba Rafa [Iso], que era el batería. Entonces teníamos poco repertorio, hicimos las cuatro o cinco canciones que teníamos, pero como nos pagaban por un cuarto de hora más, pusimos unas bases y él se puso a cantar sobre ellas. Y quedó muy bien. Rafa es muy buen escritor, siempre lo ha sido.
P- ¿Las letras para vosotros juegan un papel más bien instrumental o pretenden transmitir algo?
J- Nosotros trabajamos con la melodía, imaginamos unas escenas y paisajes, y luego hacemos la letra. Nuestras letras son… oscuras no, lo siguiente. No hay ninguna positiva. Es lo que nos sale.
P- ¿Si las hicierais en castellano serían más positivas? ¿Diríais que el hacerlas en inglés os lleva ya a esa oscuridad?
J- Si las hiciéramos en castellano creo que aún se entenderían menos. El castellano es mucho más cálido y luminoso. Hasta la canción protesta en España tiene unas melodías muy felices. No hay demasiada oscuridad. El punk español es alegre, de bailoteo. Pero no hay un punk frío y oscuro. Creo que en la Europa del Este y del Norte viven más deprimidos, y nosotros conectamos con eso.
P- Entonces se podría decir que sois deudores de las largas temporadas de niebla que sufre Binéfar en invierno, cuando toda la parte sur de la Litera queda sumergida en una niebla gélida y espectral, prácticamente bajo cero durante semanas e incluso meses.
J- Sí, nosotros somos seres de la niebla y del frío. Es lo que intentamos expresar.
P- Si sois más escuchados en Japón o Australia quizá deberíais ir a tocar allí ¿no?
J- Ese es el siguiente reto que nos propondremos cuando enderecemos nuestras vidas. Nosotros admiramos mucho la música de Francia y de los países nórdicos. Y de Alemania, por supuesto. ¿Lo haremos? Sí. ¿Cuándo? Cuando tengamos tiempo. Eso seguro.
P- Una última pregunta. ¿’Ojos de Grey’ qué es?
J- Es un reto que nos propusimos. Porque la gente nos decía que la música electrónica es muy fácil de hacer y que el pop en castellano era la única verdad. A modo de pitorreo, en un par de semanas, hicimos cinco o seis canciones pop en castellano y las colgamos en internet para demostrar que podíamos hacer ese tipo de música. Se tiende a menospreciar en nuestro pueblo el virtuosismo o la técnica necesaria para hacer música electrónica. Siempre digo lo mismo; la electrónica te exige tocar como cualquier instrumento clásico y, mientras lo haces, te permite crear la melodía dando forma a tu propio sonido, con un montón de variables más como frecuencias, rangos, etc., por lo que la exigencia en los directos es máxima.
P- Después de oír vuestros argumentos nos están entrando unas ganas tremendas de veros en directo.
J- Estad atentos a nuestras redes sociales.
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Hasta aquí la entrevista, de la que resulta evidente que los Distopía tienen unos objetivos y planteamientos claros, que podemos compartir o no, pero no podemos más que agradecer su sinceridad y su empeño en expresar y defender su posición. A contracorriente en su contexto local, se trata de una postura musical y vital con proyección universal.
Dando voz a la gélida Litera interior, Distopía han logrado conectar con seguidores dispersos por todo el planeta, gente a la búsqueda de una expresión cultural de resistencia ante la presión psicológica, social y política de una civilización en colapso como la nuestra. Conscientes de que nos encontramos en medio de una Guerra Fría que no cesa, que sigue con otros nombres y ante la que necesitamos encontrar refugio. A diferencia de las propuestas musicales mayoritarias enraizadas en el blues-rock, Distopía no nos ofrece refugio, pero sí que nos indica una dirección. Por ello, es interesante observar que a pesar de su tendencia al nihilismo, no cierran la puerta a la esperanza. Más bien se diría que confían en que su mensaje genere una reacción, pues, como dicen al final del video de ‘My Fuhrer’, “it’s time to save the world.”
Ahora sólo falta que nuestras instituciones reconozcan la necesidad de este tipo de propuestas culturales minoritarias y actúen en consecuencia, y así facilitar el acceso a esos fieles seguidores que todavía no saben que lo son.