Ha fallecido a los 65 años de edad el actor, locutor y presentador de televisión Constantino Romero. Aunque nacido en Albacete, su carrera profesional se ha desarrollado casi íntegramente en Barcelona. Durante 47 años su personalísima voz ha dado vida en castellano y catalán a los más variados personajes, desde Arnold Schwarzenegger hasta Clint Eastwood, pasando por Darth Vader. En televisión presentó el mítico concurso El tiempo es oro, así como La parodia nacional o Alta Tensión. Su trabajo radiofónico es menos conocido a nivel estatal, puesto que lo desarrolló sobretodo en Barcelona, en Radio Juventud y también en Radio Nacional en la década de los 70. También destacó como actor en los escenarios barceloneses, en los que brilló con luz propia encarnando, ni más ni menos, que al protagonista de Sweenet Todd, el barbero diabólico de Fleet Street en el montaje que dirigió Mario Gas.
Los que tuvimos la suerte de conocerle recordamos de él que era una persona amable, nunca una palabra por encima de otra, exigente y firme, pero nunca prepotente. Curiosamente, siempre se le comparó a otro gran profesional con una carrera parecida a la suya: Jordi Estadella. Ambos estudiaron en los Salesianos de Sarrià (Barcelona) y amenizaban las comidas de los internos leyendo en voz alta pasajes literarios o de la Biblia que les señalaban sus profesores. Cuando acabaron sus estudios ambos entraron a formar parte de la mítica Radio Juventud de Barcelona, donde surgieron otros grandes profesionales además de Romero y Estadella. Luis Arribas Castro, Odette Pinto, Julia Otero, Josep Cuní, Antoni Bassas, José Luis Barcelona, Juan Antonio Fernández Abajo, Pedro Ruiz, Isabel Gemio, Pepe Navarro o Ricard Fernández Deu son sólo algunas de las míticas voces que empezaron en esa emisora. Luego llegó el doblaje. Tanto Romero como Estadella brillaron con luz propia, pero Constantino Romero tenía una voz única. Doblar a Clint Eastwood o a Darth Vader le han proporcionado la posibilidad de que le recordemos con algunas de las más míticas frases de los últimos años de la historia del cine.
La televisión también se portó bien con Constantino Romero. Su presencia, su profesionalidad, su porte elegante, daban seguridad al espectador y al concursante. Porque hablar de Constantino Romero en la televisión es hablar de concursos. El tiempo es oro es posiblemente, junto con el mítico 1, 2, 3, responda otra vez, el programa más añorado de TVE, un espacio que no hubiera sido lo mismo si no lo hubiera presentado Romero. Luego llegaron otros: La parodia nacional, Alta Tensión… Y luego decidió apartarse de la pequeña pantalla y dedicarse a otra de sus grandes pasiones: el teatro. Su carrera en los escenarios fue breve, el doblaje y la televisión le robaban mucho tiempo, pero intensa. La Ronda, dirigida por Mario Gas o La pequeña tienda de los horrores, dirigida por Ricard Reguant, donde ponía la voz de Audrey II, la planta carnívora, fueron dos de sus papeles destacados hasta que apareció el papel para el que parecía haber nacido: Sweeney Todd. El propio Stephen Sondheim, autor del musical, ha confesado en muchas ocasiones que el de Barcelona es el mejor montaje que ha visto jamás de su obra más conocida.
Su voz y su excelente dominio del castellano, el catalán y el inglés le llevaron a ser elegido la voz en off de las ceremonias de apertura y clausura de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992. Recordamos su ruego alarmado ante la animación de la rumba catalana en la clausura: «Por favor, atletas: ¡Bajen del escenario!«. Ese mismo año su voz asociada a Clint Eastwood nos da otra frase mítica, esta vez en Sin Perdón: «¿Quién es el dueño de esta pocilga?«.
Hoy La Voz ha enmudecido definitivamente. La prodigó con generosidad y profesionalidad, dos características que definían a su persona. Muere joven, como uno de los personajes a los que dió su voz: Roy Batty, el replicante de Blade Runner. Citando el guión de la propia película: «La luz que brilla con el doble de intensidad dura la mitad de tiempo. Y tú has brillado con muchísima intensidad«. Gracias Constantino Romero.
