Jorge Franco. Geólogo
El objetivo del día era alcanzar los restos de la mina de carbón de Corçà. Normalmente, este patrimonio minero suele encontrarse bajo las aguas del pantano de Canelles, con excepción en aquellos años de sequía como este que vivimos.
A las 9 de la mañana estábamos en el aparcamiento de la Pertusa desde comenzamos la andada hasta la zona de la Pardina. Aquí, abandonamos la senda principal para adentrarnos en el bosque y poco a poco ir perdiendo altura hasta alcanzar las aguas del pantano y del Noguera Ribagorzana. Fue más fácil de lo esperado y pronto alcanzamos los restos mineros.
Según información recogida en los blogs “Blog de Fet” y “Corsa” estuvo en funcionamiento desde 1940 hasta 1960, aunque todo apunta a que estaba en marcha antes de la Guerra Civil. El cierre fue motivado por varios motivos: mala calidad del carbón, elevado coste de producción, escasas reservas y la construcción del pantano de Canelles.
Al parecer, fueron asturianos los primeros mineros que llegaron para ampliar la mina, pero en seguida se sumaron gentes del país en la explotación. Hasta aquí venían a trabajar desde Tolva, Fet, Ciscar, Finestras o Montfalcó, por su puesto de Corçà y Áger, pero también de fuera de Aragón y Cataluña. Algunos de ellos lo hacían para evitar tener que ir al servicio militar.
En la zona se construyeron barracones para que pudieran vivir los mineros y una cantina. Se habilitó un camino hasta Corçà, una parte aún en uso hoy en día, y, al parecer, existía un cable con un cajón para cruzar el río hacia Montfalcó en el que se transportaban productos y personas.
Uno de los mayores problemas a los que se enfrentaban los mineros, a parte de la inestabilidad de la mina, era la gran cantidad de agua que tenían que bombear para poder trabajar en “seco”.
Durante nuestra visita a los restos mineros, pudimos identificar algunos de los elementos mineros, en parte reconocibles gracias a las fotos existentes. Tan solo se conservan los cimientos, pero se identifica la tolva de carga y parte de la cinta transportadora, la carretera de acceso y otros restos situados en torno a la bocamina.
Es posible acceder al interior de la mina y recorrer unos 50 m hasta un gran hundimiento que impide continuar. Llama la atención que en este tramo de galería no se identifica nada de carbón, así como que la bocamina se encuentra sobre un coluvión.
In-situ no fuimos capaces de identificar ningún nivel de carbón, más allá de pequeñas pasadas centimétricas intercaladas en niveles margosos, pero los restos identificados en las escombreras hacen pensar en la existencia de capas más gruesas, algunas de varios decímetros.
Por los alrededores pudimos observar fósiles como bivalvos, carofitas, restos vegetales, gasterópodos, entre otros. Durante la vuelta identificamos antiguas catas de prospección, así como otra pequeña explotación de carbón con restos de una escombrera.
A través de documentos antiguos, sabemos que, en la orilla opuesta, bajo Montfalcó, debió existir otra mina de carbón de menor envergadura. A partir de la información geológica recopilada en esta salida, podremos situar con más facilidad esta posible explotación.
De la misma forma, en el entorno de Estall existieron explotaciones de carbón que, a partir de las observaciones hechas en Corçà, todo apunta a que las tenemos también localizadas.
En conclusión, la jornada fue muy productiva en todos los aspectos, fundamentalmente en el geológico. Conseguimos información que podemos trasladar al otro lado del río para localizar pequeñas explotaciones que aparecen registradas en antiguos documentos mineros. Una vez más, la geología demuestra que no tiene fronteras.
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Fotos antiguas: Archivo de Joan Borrás