El atardecer del pasado sábado 28 de agosto tuvo una banda sonora rockera en Alcampell gracias a The Tobogans, una banda con un repertorio contagioso, una actitud enérgica y un enorme potencial para animar cualquier fiesta o garito que se les ponga por delante, tal como mandan los cánones del rock.
Ante las restricciones pandémicas y la general ausencia de fiestas mayores, este verano cada ayuntamiento parece haber programado algunos actos lúdico-culturales al aire libre y en horario casi-infantil. En el caso de Alcampell fueron tres conciertos de altura (el reggae de Koers, el rock de The Tobogans y el jazz de Pixie Dixie), con todo el público sentado y con mascarilla, y en un horario tan atípico como el de las ocho de la tarde cada día. Tiempos extraños para el rock y la música popular en sentido amplio, pero que permiten explorar nuevas formas de sentir y experimentar la música. Vamos por pasos.
Paso uno: la escena
Cuentan que uno de los factores que llevó a Led Zeppelin a la fama fue su participación en el Festival de Bath de 1970, cuando su pendenciero manager sobornó y amenazó a los organizadores hasta conseguir que salieran a tocar justo a la puesta de sol, de tal manera que su actuación quedó enmarcada en el colorido cielo crepuscular, que quedó grabado en la retina y en la mente de todos los participantes (junto con la desbordante energía del grupo, claro está). Algo similar sucedió con The Tobogans en Alcampell el sábado pasado.
The Tobogans se subieron al escenario justo cuando el atardecer se teñía de rojo-anaranjado, con el público ya predispuesto gracias a la actuación de la Charanga Sidral Brass Band (muy buena también), y desarrollaron un excitante concierto mientras la luz solar adquiría tonos violáceos cada vez más oscuros, hasta que acabaron su actuación bajo un cielo estrellado, una escena difícil de olvidar para los centenares de personas que llenaban la explanada de las escuelas. Un público que, a pesar de la energía que se descargaba desde el escenario, no tenía más remedio que seguir sentado, con máscaras y a distancia.
Paso dos: el grupo
The Tobogans es un cuarteto formado por Javier Torres (bajo), Nacho López (guitarra), Alberto Frago (batería) y Lourdes Sánchez (voz), que se encuentra ahora mismo grabando su primer disco. Un grupo muy comarcal, con dos miembros de Alcampell y dos de Tamarite. Su estilo responde a gustos muy variados, desde el rock duro hasta el pop nervioso, pasando por piezas bailables con gotas funky, intensas atmósferas de rock alternativo e incluso alguna estupenda balada-rock. Se diría que, más que un estilo, lo que tienen es un sonido que les hace singulares: una base rítmica imparable, con un bajo poderoso bien acoplado a una batería efectiva y solvente, y una guitarra que echa chispas como una radial, capaz de crear desde muros sónicos a atmósferas delicadas, así como fuegos artificiales cuando es preciso. Un sonido mágico rematado con una voz femenina cálida y sincera, que con personalidad, pasión y presencia escénica, es capaz de superar todo tipo de limitaciones o barreras técnicas. Una acertada combinación que hace aflorar un buen caudal de la energía contenida en la música rock.
Hay que señalar que se trata de músicos con experiencia previa en varios grupos, y se da la circunstancia de que algunos ya compartieron banda en los años 90, cuando empezaban con el grupo Toboganes, liderado por el siempre añorado Ramón Sánchez (DEP). De alguna forma, la formación actual es, en parte, un homenaje a aquellos inicios, reactualizada y puesta al día desde parámetros contemporáneos, con la aportación decisiva de la voz suave de la front-woman, Lourdes Sánchez, que también es letrista del grupo.
Paso tres: el concierto
En el concierto de Alcampell ofrecieron una actuación refrescante, con una acertada selección de canciones, entre temas propios y versiones. Tocaron la mayoría de las canciones que formarán parte de su primer disco, de próxima aparición y que presumiblemente se titulará ‘Irracional’, así como media docena de versiones que encajaron muy bien con el resto (sonaron como mínimo Radiohead, No Doubt, U2, Stray Cats, Radio Futura, Barricada e incluso una versión de El Último de la Fila). Una mezcla ecléctica que define muy bien las influencias del grupo y sus pretensiones.
A pesar de ser la primera vez que defendían en directo estas canciones, la maquinaria estaba bien engrasada y el resultado fue gratificante: una sucesión de canciones con gancho, idóneas para ser coreadas o al menos tarareadas por parte de un público que hasta ese momento las desconocía. Cuando subieron al escenario calentaron al público con ‘Where streets have no name’, una versión que les funcionó muy bien para tomar carrerilla y pasar a presentar su primer single, ‘Coraza de Papel’, que ya se puede escuchar en el ciberespacio. A partir de ahí, el concierto se desarrolló con fluidez, con la cantante y el bajista interpelando al público y animando la escena entre tema y tema.
A pesar de su formato estrictamente rock, The Tobogans tienen temas resultones y contagiosos como ‘La verdad’, ritmos tirando a Funky como ‘Veleta del destino’, canciones de sonidos gruesos como ‘Condenado’, varios rocanroles refrescantes y guitarreros como ‘Odio’ o ‘Una chica muy normal’, y hasta una estupenda balada-rock, con la que el público conectó de manera arrolladora. Mención especial merece ‘Si se apaga la luz’, un tema contundente interpretado de manera sentida, a modo de homenaje y lamento por lo que el cáncer se nos suele llevar. (Para ser sinceros, hay que decir que este cronista se ha inventado los títulos de la mayoría de estas canciones, basándose en lo que pudo deducir de los estribillos pillados al vuelo. Los títulos reales los veremos cuando publiquen su disco).
La puesta en escena, aunque austera y funcional, resultó de lo más adecuada para su propuesta musical, que apela sobre todo a la energía primaria del rock, pero se les nota también la voluntad de transmitir ideas y mensajes. Los temas propios, cantados todos en castellano, suelen tratar de cuestiones clásicas y universales como los anhelos por una sociedad más justa, las frágiles relaciones interpersonales o la celebración de estar todavía vivos.
Paso cuatro: la despedida
Sobrados de actitud, The Tobogans encontraron la complicidad de un público expectante, que poco a poco se fue calentando y acabó pidiendo bises y maldiciendo las normas anti-covid y la prohibición de bailar a lo suelto. The Tobogans acabaron su actuación dando vivas a la cultura-segura y a la música en directo.
Serían las diez de la noche cuando la música calló, las luces se apagaron y el cielo estrellado dibujó un mapa que cada uno seguiría hacia su destino, unos a cenar, otros a alguna terraza, otros al guariche o peña de turno. Sólo nos queda agradecer que, a pesar de tantas restricciones, nuestros ayuntamientos sigan apostando por la música en vivo y los actos lúdicos y culturales en nuestros pueblos. Aunque sea en horario infantil. Un poco de rock (o de reggae, o de jazz be-bop, o de lo que sea) es necesario para mantener la salud individual y colectiva. Para seguir sanos y cuerdos habrá que estar pendientes de la agenda de conciertos de The Tobogans.