Para ello se convocó a la Junta Municipal el día 5 de septiembre, pero solamente asistieron el alcalde, el concejal Torres y un numeroso público que solicitó al oficial la revisión de las cuentas del período 1909-1915. Se volvió a hacer otro intento el día 10 con parecidos resultados así que, vista la situación, el oficial terminó realizando un reparto con ayuda del alcalde y algunos concejales, pero ante las irregularidades en su confección y la disconformidad en la cuota que tenían que pagar determinados contribuyentes, el acta fue solamente firmada por ocho miembros de los dieciocho que componían la Junta.
A pesar de todo, el reparto fue expuesto el día 29 para que se realizaran las preceptivas reclamaciones, y ya el día 1 de octubre tuvieron lugar concentraciones delante del ayuntamiento que pedían a gritos justicia y la destitución de los concejales. Se envió una comisión para explicar al Gobernador la situación y se volvió a enviar un telegrama al Ministro de la Gobernación en el que se avisaba que si no actuaban las autoridades, el pueblo haría uso de su soberanía.
Al alcalde Murillo le llovían las protestas desde todos los sectores de la población, y decidió convocar de nuevo a la Junta el día 4 para arreglar el reparto o bien confeccionar uno nuevo. Fue una sesión que comenzó de forma solemne y a la que acudió tanto público que muchos no pudieron acceder al salón de plenos, permaneciendo en la calle. Sin embargo, a la hora de renovar la Junta, como era preceptivo según la Ley Municipal, Domingo Murillo se negó a realizar el sorteo, y esa fue la gota que colmó el vaso de la paciencia de los binefarenses. Estos se levantaron, arrojaron al alcalde y sus concejales del estrado, se apoderaron de las llaves del edificio, de los libros y de la caja de la recaudación y, después de cerrar el ayuntamiento, marcharon al cuartel de la Guardia Civil para entregar dichos objetos al comandante. Este se negó a recibirlos, por lo que se dirigieron a la casa del juez municipal, Benito Coll, que acabó haciéndose cargo de ellos.
Notificado el Gobernador Civil, se trasladó a Binéfar acompañado del Teniente Coronel de la Guardia Civil de Huesca, no sin antes haber dado aviso a los puestos cercanos para que estuvieran alerta por si tenían que actuar, aunque la actitud de los amotinados no dio en ningún momento motivo para ello. Una vez en Binéfar, lo primero que hizo fue restituir al alcalde en sus posesiones y convocar una reunión para el día siguiente. En ella, Federico Soto Mollá escuchó al alcalde, a los concejales de las dos facciones y también a varios portavoces del público. A continuación, les exhortó a que tuvieran fe en la justicia, prometió la revisión de cuentas y la aplicación de sanciones si se probaba la supuesta malversación. El señor Soto fue aclamado, vitoreado y acompañado hasta la estación. Una vez en Huesca, cumplió su palabra y envió al jefe de cuentas del Gobierno Civil para llevar a cabo la revisión de las finanzas de Binéfar.
Aunque en 1916 la protesta social iba adoptando formas más modernas y vinculadas al movimiento obrero, los motines seguían produciéndose con frecuencia, y todos terminaban con la actuación de las fuerzas del orden. Que en Binéfar fueran los amotinados quienes recurrieran a la Guardia Civil, constituyó una novedad que sorprendió a una prensa acostumbrada a notificar motines un día sí y otro también, y por eso los hechos contaron con una amplia difusión mediática.
Periódicos de difusión provincial y nacional de todos los rincones de España se ocuparon del tema, en ocasiones en largos editoriales en primera plana. Todos ellos sin excepción mostraron sus simpatías hacia el pueblo de Binéfar, no en vano el problema de la administración municipal afectaba a prácticamente todas las poblaciones del país. En ellos se pueden leer frases como: “No podemos por menos de expresar nuestras simpatías por el vecindario de Binéfar”, “Que lástima que el ejemplo no cunda en otras partes”, “El único pueblo de España en que hay vergüenza es Binéfar, provincia de Huesca”, “Son tantos los pueblos españoles que necesitan un rasgo como el ejemplar de Binéfar”, “Nosotros os envidiamos porque habéis dado el paso hacia vuestra regeneración administrativa”, “Admiramos a ese pueblo consciente y digno de Binéfar”… Se ocuparon del suceso incluso personajes importantes de la época, como el político, periodista y escritor Ángel Samblancat o el conocido dramaturgo y también escritor José López Pinillos.
Desgraciadamente carecemos de datos para conocer si se probó la malversación y se aplicaron sanciones, pero el hecho de que no se repitieran las protestas, hace pensar que al menos los binefarenses lograron ver cumplidas sus demandas de legalidad y transparencia. Domingo Murillo terminó su legislatura, pero fue ya el último alcalde liberal, siendo sucedido por Ramón Torres, que contó con José Ibarz como concejal.