El mediático maestro Cesar Bona dió una conferencia en Tamarite de Litera

La conferencia estuvo organizada por el Ayuntamiento de Tamarite con la colaboración del AMPA del CEIP San Miguel 

La conferencia estuvo organizada por el Ayuntamiento de Tamarite con la colaboración del AMPA del CEIP San Miguel 

Trescientas cincuenta personas, mayoritariamente jóvenes y mujeres, asistieron a la conferencia del considerado como uno de los mejores maestros de España, el miércoles tarde en Tamarite.

Cesar Bona, aragonés de Ainzón (Zaragoza), estuvo entre los cincuenta finalistas al Mejor Profesor del Mundo en la primera convocatoria en 2015 del premio Global Teacher Prize por su labor en un colegio de Zaragoza, se encuentra actualmente en excedencia y viaja por España y diferentes países compartiendo su experiencia. Autor de varios libros » La nueva educación » y » Las escuelas que cambian el mundo» es considerado un referente en innovación educativa.

El maestro Bona, dominando el escenario del Pabellón Municipal de Tamarite, invitó a los presentes a «Mirar a su alrededor» y lo hizo más o menos de esta manera :

Un buen comienzo siempre puede ser con una pregunta. Así que, invitándoos a viajar a vuestra infancia, comenzaré con unas cuantas. Quiero que, conforme leéis estas palabras, os situéis en vuestra escuela y que os veáis como alumnos. Ahí van las preguntas, pues: ¿Qué lecciones recordáis sobre el cuidado de las relaciones
humanas? ¿Qué cultura ecológica se os enseñó? ¿Cuánta importancia se le daba a apreciar y valorar la diversidad? ¿Cuántas veces escuchasteis que las diferencias enriquecen?

Ahora os lanzo dos más: ¿Qué escuela queréis? ¿Qué estás haciendo para conseguirla? Hay una cosa clara: si educamos a nuestros niños y niñas como nosotros fuimos educados, nada cambiará.

Necesitamos, pues, nuevos caminos. Y para verlos y para caminarlos hemos de ser flexibles y recordar que debemos estar siempre aprendiendo. George Bernard Shaw dijo una vez: “El progreso es imposible sin cambio, y los que no pueden cambiar de opinión no pueden cambiar nada”.

En Aragón, en España, hay muchos docentes extraordinarios. Muchos maestros y maestras que hacen un trabajo maravilloso. Miles que están deseando formarse. Pero esa formación debe adecuarse a los objetivos que debemos redefinir con un pensamiento claro: que el fin de la educación, de la escuela, es hacernos mejores
individualmente (como hasta ahora), pero también colectivamente; que somos seres sociales y no podemos seguir educando entes individuales. Lo que queramos para la sociedad debemos promoverlo en las escuelas, no os quepa duda. Y esa formación también ha de ir dirigida a las administraciones. Si no es así, caminaremos
siempre por caminos separados.

Juntos sumamos, y por eso la administración también ha de ser formada. Juntos sumamos, y por eso debemos trabajar codo con codo con las familias. Su participación es clave, ya que no podemos olvidar que el primer órgano educativo no es la escuela, sino la familia. Así, para mí la escuela es el mejor lugar para ayudar a las
familias a educar a sus hijos. Educación, escuela, familia, sociedad, vida… para mí son entes indisolubles. No podemos hablar de un elemento dejando los otros fuera.

Esta es una invitación a que levantemos la mirada del cuaderno, que miremos a los chicos y chicas que están con nosotros, que dirijamos esa mirada a través de la ventana y pensemos para qué les estamos educando. No digo el porqué; cada uno de nosotros tiene uno que será distinto al de los demás. Es el “para qué” lo que ha de
unirnos para hacer una sociedad mejor.

Muchas veces esperamos que el cambio venga de fuera. La administración ha de ayudarnos, está claro. El sistema ha de mejorar, está claro. Pero como maestros debemos saber que la transformación educativa ha de empezar en uno mismo, revisando pequeñas cosas que nos acompañan cada día y forman parte ya de nuestra
inercia. Es necesario tomar perspectiva para buscar siempre una mejora. ¿Y por qué digo que no podemos escudarnos en mirar hacia afuera? Muy fácil: queremos que los niños y niñas sean educados, respetuosos, atentos, que trabajen en equipo, que den lo máximo que puedan dar, que sepan muchas cosas, que no griten, que controlen sus emociones, que tengan ilusión por venir… Pues bien: todo eso debemos tenerlo nosotros dentro para poder enseñarlo o estimularlo, ¿no creéis? Solo podemos exigir a los niños y niñas lo que nosotros podamos dar. Sin duda, una buena definición de lo que es ser maestro.

En las escuelas debemos dar voz a los niños, escucharlos, invitarlos a mirar ventana y que intenten mejorar el mundo donde viven. Que hagan proyectos extraordinarios que tengan un impacto en el mundo donde viven, porque cuando salgan de la escuela ese mundo les va a necesitar. Por eso, educar en valores debería ser una
redundancia. Por eso educar en el respeto a la naturaleza, a otras culturas, a las diferencias… debería tener una importancia mucho mayor de la que tiene.

Y vuelvo a mirar hacia adentro compartiendo una frase que siempre he dicho a los niños y niñas que han estado conmigo: “Sé consciente de que cada paso que des, cada gesto que hagas, cada palabra que pronuncies van a influir en las personas que tienes alrededor, así que haz todo lo posible para que esa influencia sea positiva”. Y ahí nosotros, maestros y maestras, tenemos una gran responsabilidad. Si queremos que se dignifique nuestra profesión, hemos de empezar por nosotros mismos, dando cada día nuestra mejor versión para conseguir la mejor versión de los niños y niñas que están con nosotros.

Y como maestros, compartir prácticas es bonito, es necesario: porque aprendemos unos de otros; porque nos refuerza. Pero ya no es suficiente. Debemos tener la creencia total de que lo que estamos haciendo va a traspasar la frontera de nuestras aulas, de nuestras escuelas hasta llegar a nuestra sociedad.

Debemos dejar de pensar, además, que somos islas. Somos muchos, lo sabéis. Y escucharemos muchos “Sí pero…”. Sabed que esos “Sí, pero” son los miedos de los adultos, de los adultos a los que se les olvidó pensar como niños, o de aquellos que hace tiempo perdieron la ilusión por esta profesión. Por eso uno de nuestros
retos es contagiar en positivo. Debemos levantarnos cada día teniendo la certeza de que somos parte de una generación de maestros y maestras que va a conseguir cambiar las cosas.

Y para ello vamos a cambiar alguna frase que nos ha acompañado siempre. ¿Quién no ha dicho, alguna vez cuando se sentía solo en el centro educativo “al menos, cierro la puerta de mi aula y ahí soy feliz”? Estará mejor si desde ahora decimos: “Mis niños vienen con ganas cada día. Entonces, voy a abrir la puerta y voy a compartir lo que estoy haciendo”. Ese es principio del cambio que esperamos.

En ese cambio cabe la escuela tradicional, por supuesto que sí. Dejémonos de luchas estúpidas entre escuela tradicional e innovación. Hace 40 años se hacían cosas que funcionaban, que funcionan ahora y que funcionarán dentro de otros 40. ¿Innovación, entonces? Necesaria, sin ninguna duda. Todo evoluciona: las comunicaciones,
la medicina, el transporte… y la educación debería andar a la vanguardia de todas ellas. ¿Y por qué cuesta tanto entonces? La expresión “resistencia al cambio” jamás debería asociarse con un maestro.

Otra frase que también hemos de revisar y que nos ha acompañado siempre es “Hay que darles herramientas para el futuro”. Las herramientas hay que dárselas para ahora, porque es ahora cuando hemos de enseñarles a vivir. Y los contenidos son importantes, nadie lo duda, pero no podemos olvidar que también somos emociones.
No podemos olvidar que vivimos en sociedad. Y entre esas herramientas para el ahora también deberían estar la empatía, la resiliencia, la gestión de la frustración, la gestión de forma responsable, cómo no, de las redes, el saber escuchar, el uso de la creatividad como modo más eficaz de resolver problemas…

Estas líneas que habéis leído son pinceladas que muestran los grandes retos que tenemos por delante. Con todo, otro gran reto que hemos de afrontar como sociedad es saber valorar lo que tenemos cerca. Está bien admirar lo que se hace fuera, pero probemos a poner en valor todo lo bueno que se hace en nuestra tierra,
que hay mucho. Y como esa mirada ha de ser recíproca, también la escuela ha de mirar hacia la sociedad: no olvidemos que lo que queramos para el mundo donde vivimos hemos de promoverlo en la escuela. Sí, somos muchos los que estamos convencidos de que la escuela, la educación, es el único camino para construir una
sociedad mejor. Por eso vamos a volver al principio: pensemos que cada uno de nosotros como maestro, como maestra, ha de ser el primer ladrillo de la escuela que queremos, y eso será la sociedad que tengamos.

«Mira a tu alrededor». Cesar Bona. Ponencia expuesta en el I Congreso Internacional Innovación y Educación

El acto acabó con la firma de libros que los asistentes tuvieron la ocasión de adquirir en los puestos de las librerias Calairón y Junior.

 

 

 

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