Deslumbrado por los Titiriteros de Binéfar

El Hombre cigüeña02

El Hombre cigüeña02

Shit Happens. Esta frase hizo furor en los 80 en Estados Unidos. Su significado, si quitamos el componente grosero de la expresión, viene a decir lo malo sucede. Me ha venido a la mente porque a mí me ha sucedido todo lo contrario. A veces, la magia sucede. Esta semana de Imaginaria ha sucedido por dos veces y las dos veces la han aportado el mismo grupo humano: Los Titiriteros de Binéfar.

La primera ocasión fue en el teatro municipal que lleva su nombre. Allí, en una sesión destinada a los chicos y chicas de los Institutos de Tamarite y Binéfar, pude ver El hombre cigüeña, un espectáculo tan minimalista como efectivo. Permítanme un apunte histórico. Cuando los actores norteamericanos alaban el método, lo que hacen no es más que alabar los estudios de Konstantin Stanislawski, quien creó un método naturalista de interpretación actoral. Sus alumnos fueron de gira en 1923 por Estados Unidos y allí algunos desertaron de la revolución rusa. Dos de sus alumnos se instalaron en el país y de ahí surge la tradición teatral que culmina en el Actor’s Studio con actores como Marlon Brando, Al Pacino, Robert DeNiro o Gena Rowlands. Pero Stanislawski siguió estudiando y desarrollando su método hasta su muerte, en 1938. Su trabajo tuvo continuadores, otros genios creativos que desarrollaron aún más allá la técnica actoral, mientras en EE.UU. esa técnica quedaba estancada. Por un lado, en Alemania estuvieron Bertolt Brecht y Erwin Piscator, quienes llevan el teatro al distanciamiento y la épica; por otro, en Polonia aparece Jerzy Grotowski, quien hace evolucionar a Stanislawski hacia lo que él denomina el Teatro Pobre, siguiendo algún camino transitado por Brecht y por Piscator, pero en definitiva hace que el teatro llegue a ser un arte adulto en la segunda mitad del Siglo XX. Toda esta introducción es necesaria, porque en El hombre cigüeña, Los Titiriteros de Binéfar se acercan a la corriente teatral de Grotowski y, con alguna pincelada cercana a Piscator, le dan una vuelta más de tuerca y consiguen la magia. Perdón, quería decir LA MAGIA.

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Evidentemente, al público no se le puede explicar toda esta historia. El público tiene que entrar en el espectáculo a la primera y si no lo consigues has fracasado en tu apuesta teatral. Y los Titiriteros lo consiguen. No solo eso, sino que lo consiguen emocionando, llegando al público, haciendo que se conmuevan y se emocionen con la magia que han creado, haciendo que un colador chino y un huso de hilo industrial se conviertan en Pinocho, y que dos teléfonos y un teclado de ordenador sean el símbolo de la corrupción moral. El hombre cigüeña es un enorme truco de magia en el que los magos nos enseñan el truco, nos enseñan la verdad desnuda de su arte, pero aún así somos incapaces de ver cómo lo han hecho. Es teatro en estado puro, llevado hasta sus últimas consecuencias, sin concesiones a la galería. Sólo en los últimos 5 minutos de espectáculo les puede el alma de titiritero y el final, duro, crudo, que se merece la historia, queda suavemente aligerado, pero no es el final feliz que todos esperan. Es un final ligado a la realidad, tocando de pies en el suelo, diciéndole al espectador en la cara: reacciona, aún estás a tiempo. 

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Con el cuerpo aún conmovido por El hombre cigüeña, asisto por la tarde a la conferencia que Pilar Amorós y Paco Paricio dan en el Centro de Cultura y Juventud. El título de la conferencia es lo de menos. La creación de espectáculos de títeres nos hacía pensar en una conferencia más técnica, pero una vez más Pilar y Paco nos llevan por donde ellos quieren. En este caso es una visita guiada por sus orígenes y por las fuentes de creación de sus espectáculos. Muchas fotografías de personas del pueblo, niños que ahora son abuelos, y de los inicios de la compañía. Vimos de dónde nacen El bandido Cucaracha, La fábula de la Raposa o Los cómicos de la Legua, las fuentes de las que bebieron para poder crear sus mágicas creaciones, pero una vez más, el truco sigue sin aparecer. Entonces es cuando caigo en la cuenta que el título de la conferencia es puramente conceptual. No han venido a explicarnos cómo crear un espectáculo de títeres, sino a hacernos ver por dónde transita su ruta vital. Tengo la sensación de que era también una invitación a que nos atrevamos a buscar el titiritero que llevamos todos dentro o a explorar, simplemente, en nuestro interior. Al fin y al cabo, el mayor peligro que corre aquél que busca en su vida interior es que acabe encontrando algo.

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