Anthony Blake: «Yo no vivo de lo que yo hago, yo vivo de lo que tú ves»

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Texto: Raquel Blanch y Jaume Garcia Castro

Imágenes: Daniel Iturralde y Raquel Blanch

 

Tamarite de Litera, 9 de marzo de 2014.- Más de 600 personas han llenado las localidades del Pabellón Municipal de Tamarite de Litera para ver la actuación del mentalista Anthony Blake. Es el plato fuerte del XV Encuentro Nacional de Magos “Florences Gili” de Tamarite de Litera y con este espectáculo se pone punto y final a tres días de intenso encuentro de profesionales, aficionados y espectadores, todos ellos apasionados por la magia.

Desde la misma aparición, Blake sorprende a sus espectadores. Empieza suavecito, con un ejercicio de lenguaje no verbal, no exento de riesgo. Pero poco a poco el nivel de sorpresa del espectador va aumentando a medida que lo que se ve en el escenario es más y más sorprendente y alucinante. Al final, el espectador empieza a dudar sobre si lo que está viendo es fruto del trabajo de un ilusionista, un mentalista en esta ocasión, o de si, realmente, Anthony Blake está dotado de poderes sobrenaturales.

Una vez terminado el espectáculo, el artista baja a saludar al público que le espera y quiere fotografiarse con él. La figura de Blake impone por su altura y su presencia, además del hecho de que le acabamos de ver hacer cosas sorprendentes y, aparentemente, inexplicables. Tras las fotos con los fans, toca sesión fotográfica para un calendario solidario en beneficio de la Asociación Síndrome de Down de Huesca. Las fotos van a salir divertidas, porque los críos que acompañan a Blake en la sesión se lo están pasando en grande, y Blake también. Más fotos, esta vez con el equipo humano de Pro-Tamarit que ha hecho posible un año más que esta edición del Encuentro de Magos sea todo un éxito.

Tras todo este ajetreo, Anthony Blake todavía tiene unos minutos para concedernos a Raquel Blanch, directora de La Voz de La Litera, y a Jaume Garcia Castro, director de La Litera Información, una entrevista que hacemos conjuntamente para evitar molestar más al amable mentalista. Viste completamente de negro, como en el espectáculo. Se ve más joven y delgado así, en persona, que bajo los focos. A pesar de estar cansado se ve que está lleno de energía y vitalidad y responde sinceramente a nuestras preguntas. Evidentemente, no vamos a ponerle en ningún compromiso. Es lo que pasa cuando sospechas que tu entrevistado puede leerte los pensamientos…

Raquel Blanch: ¿Qué significa para ti volver al Encuentro de Magos?

Anthony Blake: Pues, vamos a ver, a un encuentro de magos de esta categoría, normalmente vienes una vez y luego ya vienes como visitante. Que te llamen dos veces dice muchísimo, porque aquí hay gente que sabe de magia, y gente que lleva quince años haciendo un espectáculo y una reunión de magos, que cuenten contigo una segunda vez quiere decir que he gustado, que he sido efectivo, que a la gente del pueblo le ha gustado, porque realmente, el domingo por la noche la mayor parte de la gente que queda es gente del pueblo y quedan media docena de magos, porque no quedan muchos más. Se van marchando todos porque todos tienen mucho que hacer y, evidentemente, pues el viajecito de aquí a Barcelona, de donde son la mayoría de los que vienen, o a Zaragoza, que también vienen muchos de allí, pues es un poco pesado. Que el pueblo, por segunda vez, quiera verte y que sigan llenando el sitio y que sigan… ¡es un orgullazo brutal! ¡Es que no tengo palabras, es verdad! ¡Gracias, Tamarite! ¿Cómo no le voy a dar las gracias a Tamarite? Normalmente en este tipo de certámenes te llaman una vez y punto pelota…

Raquel: Yo estuve también hace seis años en el espectáculo que presentaste y siempre dices la frase que…

Blake: Todo es producto de tu imaginación.

Raquel: Exacto. ¿Qué poder tiene para ti la imaginación?

Blake: Todo. Todo lo que ves es producto de tu imaginación. Yo no vivo de lo que yo hago, yo vivo de lo que tú ves. Y lo que yo hago y lo que tú ves no tiene por qué ser lo mismo. Yo estimulo tu imaginación, yo soy creador de ilusiones, soy ilusionista, como consecuencia, creador de ilusiones. Yo te hago ver cosas que, aparentemente, son reales cuando realmente no hay nada real.

Raquel: El otro día, iba por la calle y me encontré a una señora que me dijo:  “Ya tengo la entrada para ir a ver a Blake, pero me quiero poner detrás porque tengo miedo de que me lea la mente” [Risas]. ¿Es ese quizás el efecto que se busca crear en el espectador, esa incertidumbre o miedo?

Blake: Miedo no, miedo no, para nada. Yo monté el año pasado un espectáculo que se llamaba “No vengas solo” que tenía que ver con el miedo. Lo estrené en Logroño y creo que estuve en Huesca presentándolo, ahora mismo no recuerdo… ¿Por qué? Porque me decían: “Señor Blake, usted me da miedo” [Risas]. Vamos a ver, ¿qué nos da miedo a los seres humanos? Ahí empecé una historia, monté un espectáculo, yo creo que muy bien montado, con respecto al tema del miedo. Cuando la gente te dice “ese tío me da miedo” no es que yo les dé miedo de “¡Oh! ¡Terror!”, no, es “a ver si este tío va a saber lo que estoy pensando”. Es decir, es ese miedo a la pérdida de intimidad, es ese a que se metan dentro y digan “a ver si éste va a saber de verdad lo que no debe y que nada más sé yo. ¡No me fastidies!”. Ese es el personaje, lo que el personaje intenta y lo que el personaje pretende, de alguna manera despertar sensaciones en la gente que puedan provocar en ellos y decir “mejor que no trabajar con él porque… ¿y si sabe lo que estoy pensando?”. Bueno, digamos que es un logro del personaje.

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Jaume Garcia: ¿Y miedo a hacer el ridículo también? Porque tu espectáculo se basa en la participación del público…

Blake: Sí, pero hay algo que tiene que tener muy claro siempre la gente, y eso creo que lo he dejado clarísimo desde el primer momento en que empecé a subirme a un escenario: yo estoy donde estoy gracias al público, muchas veces me han hablado de espectáculos de hipnosis de uno o de otro y a mí el espectáculo de hipnosis, normalmente, salvo excepciones muy puntuales y muy buenas, no me gustan, porque en el espectáculo de hipnosis, para que la gente realmente vea que el tipo que tienes está dormido, tienes que mandarle hacer tonterías.

Jaume: Creerse una gallina, comer limones…

Blake: Se basa el espectáculo en que alguien haga el ridículo. En mi caso, no, perdona. Lo primero que hago es cuidarte mucho en el escenario. Lo segundo es que yo hablo contigo, te miro de frente, te miro con una cara para decirte “tranquilo, que está todo bajo control, que no vas a hacer el ridículo en ningún momento”, todo lo contrario. Es más, hay momentos en que se nota que la gente está en el escenario muy nerviosa y el público se ríe y les digo: “No sé de qué os reís. A vosotros os quisiera ver yo en el escenario”, porque las cosas cambian mucho cuando estás en un escenario. A parte de todo, piensa que cuando la gente entra en el escenario, donde están entrando es en mi casa, es decir, mi lugar natural de trabajo es un escenario, yo me encuentro muy confortable, te tengo que dar la bienvenida para que tengas la tranquilidad de que, en ningún momento, ni te voy a faltar al respeto, ni te voy a ridiculizar ni nada de nada. ¿Que le puedo sacar punta a un comentario que hagas? Claro, pero no deja de ser un comentario que tú mismo te ríes cuando le sacan punta. Es simplemente buscar la jocosidad de la situación para romper un poco la tensión del momento.

Jaume: Actuar cada día en un sitio diferente, con un público diferente, que reacciona de formas diferentes, en un espectáculo en el que los protagonistas son ellos, es jugar a hacer equilibrismo sin red… ¿o lo tienes todo bastante controlado?

Blake: Vamos a ver… Tenemos un país con una riqueza, de Norte a Sur y de Este a Oeste, magnífica, tanto del punto de vista paisajista, como gastronómico, como lo que quieras. Es que te vas al centro y comes unos asados maravillosos, te vas al Norte y te comes unos guisos y unos pescados espléndidos, te vas al Mediterráneo y te comes unos arroces maravillosos, también, te vas al Sur y tienen unos pescaditos fritos… La misma variedad que tenemos en la gastronomía y en los paisajes lo tenemos en la idiosincrasia de cada zona, pero a fin de cuentas somos lo mismo. Es decir, ¿un andaluz y un catalán tienen mucho que ver? No y sí, porque tienen muchísimo en común. ¿Un andaluz, un catalán y un francés tienen mucho que ver? Pues tienen menos en común con el francés que con el catalán o el andaluz. Es decir, si cambiáramos de país, otro gallo nos cantaría porque la gente se mueve por motivos diferentes a los nuestros, pero aquí estamos todos, más ahora en estos momentos, que estamos moviéndonos todos en el mismo carro, con la misma cantidad de tonterías y de basura que nos están metiendo encima, más o menos estamos todos por la labor para conseguir lo mismo, hay que tirar p’alante y tirar p’alante. Por ejemplo, si tú hablas en Andalucía de serpientes… ¡uf! Se te echan todos para atrás, “no quiero saber nada, no quiero saber nada” y me aparto. Tú hablas en Galicia de serpientes y te dicen “¡cuéntame!”. Esas son un poco las diferencias donde nos metemos los unos y los otros, pero somos muy parecidos, muy parecidos. Incluso saliendo de España, al final a los seres humanos nos mueve lo mismo. Todos tenemos una familia, todos tenemos un trabajo, todos tenemos una vida que desarrollar, una familia que tirar p’alante… Más o menos somos todos igual, no somos tan distintos.

Jaume: Supongo que debe ser reconfortante estar encima de un escenario, hacer un número determinado con una persona y ver la cara de sorpresa de esta persona que no se cree lo que acaba de suceder.

Raquel: [Riendo] Ése debe ser el objetivo…

Blake: Ese es el secreto de la comunicación que mantengo con los espectadores, no soy yo el que comunica, es el espectador. La cara de sorpresa que pone el espectador les dice a los otros espectadores que lo que está pasando es cierto.

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Jaume: ¿Cuántas veces te preguntan al día “cómo lo haces”?

Blake: Muchas. Muchas, muchas, pero siempre respondo lo mismo, que con mucho cuidado, como casi todo.

Jaume: Claro, pero cuando hablamos de magia, de prestidigitadores, con cartas, con objetos, hay una cosa física, una manipulación, algo tangible. En tu caso la manipulación física no existe, salvo en algún momento…

Blake: En muchos momentos, sí…

Jaume: Pero lo que estás manipulando es el coco de 600 o 1200 personas, o sea el que sea el aforo del teatro o la sala donde actúes…

Blake: Sí, sí, evidentemente. Esto a los magos no les gusta, pero digamos que el mentalismo es la más intelectual de las artes de la magia. No solamente tienes que ser tan hábil como el más hábil… sobre todo por una sencilla razón, porque si en un determinado momento, en mitad de una de mis funciones, tú descubres que yo estoy haciendo una trampa, el resto del espectáculo se cae en picado, porque ya dices: ¡tiene truco! De lo que se trata es de ser más limpio que el más limpio, más fino que el más fino, con mayor cantidad de horas de ensayo que cualquiera. Cada vez que yo utilizo las manos para hacer algo, ese movimiento tiene que ser el mismo movimiento que he realizado diez minutos antes en el que no pasaba nada y en ese momento está ocurriendo algo, evidentemente. Es otro método de ensayo, es otro método de trabajo, y luego tienes que leer otras cosas que no leen normalmente los magos normales.

Jaume: A la hora de crear un nuevo número, un nuevo efecto, ¿hay alguno que se te haya resistido, que no hayas conseguido crear lo que querías?

Blake: No, porque yo siempre he sabido que el avance en las cosas es consecuencia del trabajo. Yo ahora mismo estoy en un momento muy dulce, personalmente hablando, porque estoy en un teatrito en Madrid, prácticamente todas las semanas, a no ser que tenga alguna salida por ahí, pero normalmente estoy en ese teatrito de viernes a domingo en Madrid. Lo que estoy haciendo es sacar todo el repertorio que tengo de estos treinta años que llevo dedicándome a este mundo. Entonces, de cosas que yo escribí hace treinta años a cosas de las que estoy haciendo hoy, evidentemente he aprendido y he avanzado mucho. Cosas que en su momento pensaba que podía hacer, las estoy haciendo ahora. Yo sé que, si la inspiración existe, como decía Picasso, que me coja trabajando. Ahí es cuando, de verdad, salen las cosas. Y cuando te coge trabajando quiere decir que te coge en acción con las cosas que tienes delante y con las capacidades que tienes delante.

¿No se me ha resistido ningún número? No, tengo números todavía diseñados que los tengo que trabajar. ¿Otros que están en boceto y que sé que en cualquier momento saldrán? Sí, no tengo prisa, sé que van a salir, no tengo prisa. Sé que van a salir porque todavía sigo estudiando todos los días, todavía sigo leyendo todos los días, todavía sigo ensayando un mínimo de tres horas al día. ¿Sigo teniendo retos? Por supuesto que sigo teniendo retos. El volver aquí dentro de unos años y poder hacer un espectáculo completamente diferente y que la gente salga más girada todavía, el seguir recorriéndome todas las ciudades de España, el meterme ahora en una gira, como es el caso ahora, que me voy a ir a Miami y a México a hacer cosas en mundos diferentes, en mundos nuevos en donde espero poner a la gente boca arriba. Esos son mis retos inmediatos. Mi reto es conseguir que, cada vez que yo salga a un escenario, el público esté pendiente y que sigan sorprendiéndose con el trabajo que hago. El público es el que me va marcando el reto siguiente y la dificultad siguiente y la historia siguiente. Soñé durante mucho tiempo el número en el que alguien me leyera el pensamiento. Hoy he sentado a un señor ahí arriba y le he dicho: “Siéntate, relájate, cierra los ojos y aíslate del mundo, que me vas a sentir a mí”. ¿Cuántos años han pasado? Casi treinta, y este número lo llevo haciendo cinco o seis años, aproximadamente. Pasaron veinticuatro años, transcurridos los cuales conseguí poder hacerlo.

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Jaume: Eso requiere tener a alguien con quién probarlo…

Blake: En mi casa, con mi familia [Risas].

Jaume: ¿Esos son tus conejillos de indias?

Blake: Mi mujer e hijos y luego tengo una costumbre muy divertida. Yo tengo una casa en Ibiza que es donde descanso y veraneo, me escapo en cuanto puedo, me quedo allí encerrado unos días. A finales de agosto, antes de volver a Madrid, doy una cena en la que la única condición que pongo es que, si vienes a cenar a mi casa, participas. Y si no participas, yo te invito a que te vayas de mi casa. Y eché a varias personas de mi casa porque me decían [con tono lastimero] “A mí no, a mí no”. ¿Cómo que a ti no? ¿No quieres participar? “Por favor, vete. Por favor, vete. ¡Vamos, es que te acompaño a la puerta, por favor, que te vayas! Es la única condición que te pongo, que seas conejillo de indias conmigo”. Y eso mismo lo hago dos veces en casa, con mis amigos. Una cenita y digo: “Oye, que tengo unas cuantas cosas preparadas, venga, quiero que vengáis a cenar porque quiero probar unas cuantas cosas con vosotros”. Evidentemente, los primeros que se lo comen son mi mujer y mis hijos, como es lógico. Pero, claro, ¿cuál es el problema? Pues que, tanto mi mujer como mis hijos me conocen mucho y, claro, saben mucho de mi trabajo. Y en ese momento, veo a mi hijo que dice “Mmmmm”, y yo digo “¿Qué pasa, Alfredo?”, “Mmmmm. Esa manita…”, y yo “¡Te voy a cortar la lengua!”, “Pues no haberlo probado conmigo, papá. ¡Haberlo ensayado más!”. Son los más exigentes de todos, y luego son los primeros en acudir a todos los estrenos, los primeros en aplaudir… Soy muy afortunado, en ese sentido, de la familia que tengo. Muy afortunado.

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