Carmen Capdevila Murillo
El pasado viernes 24 tuve la oportunidad de hablar en Binéfar sobre la juventud de la comarca. La presentación, titulada “Una mirada social a la juventud de la Litera”, se inspiraba en mi trabajo de final de grado de Sociología que presenté en 2017 y con el que obtuve una ayuda de investigación para jóvenes universitarios del Cellit. Este trabajo se publicó en el número 6 de la revista de estudios literanos, Littera, en 2020 y se puede leer en abierto en su página web: “Jóvenes en la comarca de la Litera: relaciones sociales y expectativas de futuro”. El objetivo del estudio era explorar las características de la juventud rural, centrándome en las expectativas en términos laborales y profesionales, el tipo de relaciones que establecen con su entorno (de amistad, sentimentales, con la familia y con la comunidad) y su percepción sobre la vida en la comarca.
La comarca de la Litera se enfrenta a una serie de problemáticas, algunas propias y otras en común con otras zonas rurales, cuya forma de resolverse será clave para entender la evolución de la comarca en los próximos años. En térmicos sociodemográficos, el envejecimiento, la masculinización de la población, los flujos migratorios o la despoblación son algunos fenómenos que afectarán a la configuración de nuestros pueblos y plantearán nuevas necesidades (económicas, de cuidados, sociales, laborales, etc.). Todo ello, en una situación de emergencia climática que obligará a tomar medidas drásticas y valientes para adaptar nuestros pueblos y asegurar su sostenibilidad. En este contexto, la juventud tiene un papel clave.
Según los datos del Instituto Aragonés de Estadística de 2022, la población de más de 65 años corresponde al 24% del total de la comarca, siendo la edad media 46 años, cifras superiores a las aragonesas (22% y 45 años) y con una tasa de natalidad de 5,5, dos puntos inferiores a la de Aragón. Sin embargo, la comarca está en plena transformación. De hecho, ha cambiado mucho ya desde que presenté el trabajo en 2017. Para empezar, los jóvenes menores de 30 años representaban a principio de siglo el 30% de la población, por debajo de la cifra de la provincia de Huesca (31%) y de Aragón (32,4%). Esta tendencia aún se mantenía en 2016, el año que hice el trabajo de campo del estudio (27,4% Binéfar, 28,6% Huesca y 29,5% Aragón). Sin embargo, en 2022 se observa que la proporción de población joven había igualado a la aragonesa, superando el porcentaje de la provincia, lo que refleja el alto dinamismo de nuestra comarca.
Más allá de los datos estadísticos, el trabajo tenía como objetivo conocer cómo la juventud de la comarca vive y concibe su futuro. Los jóvenes perciben la vida en el pueblo como algo positivo, que les aporta calidad de vida por el acceso a los servicios básicos y el ahorro de tiempo y dinero. Los beneficios van cambiando según las necesidades propias de cada etapa vital. Sin embargo, sienten que sus intereses no están representados en las instituciones públicas, sobre todo, cuando se tiene en cuenta la planificación de la oferta cultural y de ocio. Recalcan la importancia del tejido asociativo como motor para cohesionar y dinamizar los pueblos, algo que nace normalmente en torno a las fiestas mayores. El ocio en una zona rural es limitante “no hay tiendas, no hay fiestas, no hay nada” como dice una de las entrevistadas, pero, al mismo tiempo, ofrece unas posibilidades propias que no se encuentran en la ciudad: “puedo ir al campo, estar con los árboles, tomar el aire fresco”. En las entrevistas se identifican tres factores que influyen en la decisión de los jóvenes de abandonar el pueblo o quedarse: las expectativas e intereses personales, la posibilidad de trabajar en la zona y el tipo de relaciones establecidas con el entorno.
La incorporación en el mercado laboral es un punto de inflexión en la vida de los jóvenes. La comarca se percibe como un lugar donde hay oportunidades de trabajo, sobre todo en industrias relacionadas con el sector agrario. En este sentido, la posibilidad de trabajar en la zona es uno de los aspectos que sobresale en sus discursos, clasificándose en dos perfiles de jóvenes. Por un lado, aquellos que quieren trabajar en el pueblo. Este grupo, a la vez, se divide entre quienes lo priorizan frente a su formación, bien porque encuentran un trabajo, emprenden o se han incorporado directamente, y quienes no. Por otro lado, están el grupo de jóvenes que no se plantea volver porque consideran que la ciudad les ofrece otras posibilidades de realización personal, incluso habiendo la posibilidad de encontrar trabajo de su formación. Aquí influye el tipo de vivencias que han experimentado en la infancia y la adolescencia. Las chicas jóvenes tienen una visión más negativa sobre las oportunidades laborales en la comarca.
Para los jóvenes, las relaciones sociales son un pilar central en sus vidas, con la peculiaridad que en las zonas rurales está marcada por el mayor control social: “todo el mundo se conoce, todo se acaba sabiendo”. Esto es traducido en un miedo al “qué dirán”, que puede coartar, sobre todo en el caso de las mujeres. También en un sentimiento de pertenencia que cohesiona el grupo, el “ser de pueblo”, y forma parte de la identidad de la juventud rural. Las relaciones, tanto familiares, como de amistad y sentimentales, se viven de forma horizontal y variada. La pandilla/peña/chamizo, constituye una institución más o menos estable que se mantiene a lo largo de los años a través de tradiciones marcadas por el calendario (fiestas mayores, pascua, navidades) y que permite mantener el vínculo con el pueblo también a los que están fuera. Estos eventos también son decisivos para conocer nuevas personas, empezar relaciones sentimentales y acumular vivencias compartidas.
Ilustración 2 Interior de un chamizo durante las fiestas de Binéfar. Septiembre 2019.
Fuente 2 Carmen Capdevila
En definitiva, en el trabajo queda patente el peso que tienen los aspectos sociales en las decisiones de los jóvenes sobre vivir en el pueblo y su valoración. Muestra la importancia de ir más allá del enfoque económico e incluir estos elementos a la hora de diseñar políticas de desarrollo rural que tengan como objetivo este sector de la población. A la vez, da una imagen de la juventud dinámica que busca un balance entre lo comunitario que ofrece el pueblo y su individualidad. No obstante, también plantea un abanico de preguntas y retos a abordar: ¿qué tiene que decir la juventud de los retos de la sociedad actual: tecnológicos, climáticos, económicos, políticos? ¿Cómo viven el pueblo la población que ha llegado en los últimos años, la juventud migrante? Falta aún mucho que abordar, pero el estudio contribuye a tener una imagen más nítida de las peculiaridades de la juventud de nuestra comarca.