(Puedes leer primero la presentación de la serie «Crónicas del colapso»)
En un lugar no muy lejano de aquí, en una modesta casa, un hombre bajo y con la piel curtida de trabajar durante cincuenta años llamado Leo pasaba el tiempo con su nieta Sira, una pequeña impulsiva y extrovertida de ocho años. Sira y Leo tenían muy buena conexión podían pasarse horas y horas hablando, jugando y paseando. Después de jugar un rato Sira le explicó lo que había hecho en clase.
-Abuelo hoy en clase nos han explicado la 3ª Guerra Mundial… esa que fue por el petr…prit…pretilo.
-Por el petróleo. -corrigió Leo tristemente.
-¡Sí! –respondió la niña- El petróleo, también nos han enseñado objetos que estaban hechos de petróleo como por ejemplo las botellas o también lo que más me ha sorprendido… ¡las bolsas de la compra! Pero abuelo ¿por qué nunca me has hablado sobre esto si la guerra empezó cuando tenías 20 años?-prosiguió Sira.
-Verás Sira, en los libros de texto y en la televisión lo cuentan como una pequeña batalla en la que sólo tuvimos que sufrir el cambio del petróleo a las energías renovables. Pero es una historia mucho más larga. Cuando yo acababa de cumplir la mayoría de edad había una gran tensión internacional; los ricos estaban obsesionados por controlar la mayor cantidad posible de fuentes de petróleo, cosa que no entendíamos los demás. Pero la burbuja explotó y el mundo cambió. Ya no habría más coches, aviones, trenes,… ya no volvimos a ver el plástico ni en las bolsas, botellas, juguetes,…. ¡en nada! -Leo bajó la vista.
-¿Cómo cambió vuestras vidas? ¿Por qué no usabais energía solar o hidráulica o eólica….? -preguntó Sira intrigada.
-Tranquila, ahora te lo explico todo. Cuando la producción energética decaía, estalló la guerra. Pero las batallas no ocurrían en las grandes ciudades sino en los pueblos donde había muertos y más muertos. La gente se mataba por conseguir comida; por una simple botella de plástico… dicen que el hambre y la guerra mataron al 20% de la población mundial. Retrocedimos un siglo. Teníamos que ir al río con recipientes de cerámica en mano, nos movíamos sólo en bicicleta, consumíamos únicamente alimentos que se cultivaba aquí o en los pueblos de alrededor… Así tuvimos que vivir durante mucho tiempo, hasta que algunos científicos decidieron buscar nuevas maneras de aprovechar mejor las fuentes eólica, hidráulica, solar…
-Entonces, ¿antes no había placas solares ni molinos de viento? -interrumpió Sira.
-No, sólo se generalizaron desde hace pocos años. Y como ya sabes, ahora nuestros coches son eléctricos y ya no contaminamos tanto por lo que el calentamiento global remite y las temperaturas no son tan extremas.
-¿Cómo eran las temperaturas antes?- preguntó velozmente la niña.
-Cuando yo era pequeño las temperaturas eran muy extremas, en invierno hacía mucho mucho frío y en verano hacía un calor insoportable, además no había ni otoño ni primavera.
-Mmmm… entonces fue bueno que terminase la era del petróleo. Nuestra vida ha mejorado y ya no contaminamos. Además me acuerdo que el año pasado fuimos al monte y la abuela dijo que nunca había visto tanta variedad de animales en libertad, que los montes estaban limpios y que, desde lo alto de la montaña, ya no se veía la gran nube de humo sobre la ciudad. Incluso el agua de los ríos parece limpia.- pensó ella en voz alta.
-Tienes razón Sira, veo que te interesa este asunto. A ver si cuando seas mayor conciencias a la gente de lo que hicieron nuestros antepasados y les adviertes para que nunca abusen de sus recursos o la naturaleza lo pagará con ellos.
Nieta y abuelo hablaron durante horas hasta que anocheció. Después jugaron al parchís y se acostaron, cuando estaba a punto de dormirse, el abuelo recordó las palabras de Nicanor Parra:»El error consistió en creer que la Tierra era nuestra cuando la verdad de las cosas es que nosotros somos de la Tierra»