La diócesis es la dueña de las dos iglesias que hay en Binéfar, y dueña también de la ermita del Romeral, pero la ermita de San Quilez es de propiedad municipal. Lo que quiere decir que cada santo debe aguantar su vela.
Cuando la Sierra de San Quilez fue adquirida por el Ayuntamiento, alguien colocó sobre una piedra la imagen del Santo que daba nombre a la parcela. Vino una gran sequía, y la Iglesia organizó una novena de procesiones para rogar al Santo que hiciera llover. No solamente no llovió, sino que al día siguiente una tormenta seca con granizada incluida acabó con lo poco que quedaba en los campos. Al otro día la imagen del Santo apareció despeñada por la ladera de la sierra. Alguien, que ya no creía en el milagro, actuó por su cuenta, para no conceder una segunda oportunidad. Entonces se volvió a colocar otra imagen del Santo sobre la piedra y se protegió con tres paredes y un tejadillo y una reja con cierre a modo de puerta. El siguiente paso fue conservar las tres paredes y el tejadillo y adosar un edificio más amplio con una puerta cara al pueblo y con una cruz en el tejado y sustituir por un altar la piedra sobre la que estaba San Quilez. La primera puerta sin ventanico fue sustituida por otra más consistente con una mirilla por la que poder ver el Santo y según la Iglesia, por la que el Santo pudiera ver el pueblo, ya que la Iglesia mantiene que debe tener el pueblo enfrente.
Esta puerta con mirilla fue donación de un carpintero de la localidad. Osea, que sin ser dueña la Iglesia impuso su criterio, y ahora nos encontramos con una ermita sin ningún valor arquitectónico y que además mira al pueblo y desprecia la gran plaza que tiene a su lado y que podría dar paso a un edificio de estilo aragonés, por ejemplo y con un gran porche cara a la plaza que permitiera la celebración de eventos y usos populares.
Al Santo lo podemos girar hacia la plaza o colocarle unos espejos que le permitan ver el pueblo, cuando menos de soslayo.