“Barbijaputa ya sé dónde vives, y voy a ir a asesinarte destrozándote el vientre a cuchilladas, feminazi de mierda!”. Esta frase, que puede parecer excepcionalmente dura, la recibí el otro día en mi buzón de correos . . . Lo alarmante no es ya tanto que la recibiera sino, más bien, darme cuenta de que estoy tan habituada a mensajes así que seguí desayunando . . .
Y no pasa nada. El activismo feminista está perseguido de esta manera por hombres que se saben completamente impunes, sin que absolutamente nadie le preste atención. La policía y la fiscalía, por su parte, sólo trabajan de oficio en las redes para buscar a personas que estén haciendo chistes sobre Carrero Blanco o ETA.
. . . muchos de esos hombres que . . . piensan que las feministas odiamos a los hombres por el simple hecho de ser hombres . . . sin informarse por sí mismos, sin leer jamás un libro feminista, sin saber realmente de qué va todo esto y qué reclamamos . . . se escandalizarían de las amenazas que luego sufrimos, sin saber que son colaboradores necesarios de esos acosadores.
. . . Unos prefieren la indiferencia y la ignorancia para hacernos desaparecer –si no de la sociedad al menos de su pensamiento–; otros atacan, insultan o se mofan; pero como en toda pirámide de violencia, en la cúspide están los agresores. Y todos los antifeministas tienen que entender que sin la base que ellos conforman, esa cúspide no existiría y las feministas no seríamos la diana de este acoso tan sangrante como normalizado.
Barbijaputa: «Libertad de persecución», en eldiario.es ; Madrid : Diario de Prensa Digital, 2017-03-23 (extr. La Litera información)