. . . pues, siendo así que «común es a todos el pensar» y «siendo la razón pública y común», se pregunta la razón por boca de Heráclito cómo es que ello no se nota mucho, en nuestro mundo; y es que «viven los más como teniendo cada cual un pensamiento privado suyo» . . .
En suma, que es gracias a la idiocia más etimológica, la personalidad y privacía de cada uno, como se consigue este prodigio de que, siendo común a todos el lenguaje popular y la razón, no sea eso lo que gobierne el mundo de los hombres . . .
El idioótees, el simple particular, el que cree en su vida privada y a ella se dedica, es justamente el que no es deemótees, que no es público, que no es hombre de pueblo ni del pueblo . . .
. . . es esa idiocia y privacía del iluso que se cree que su vida es suya y que es él el que la vive, del hombre no-público y que no hace política, es ésa la que hace la política del Señor de las Mayorías . . .
Agustín García Calvo: «Idiota, iluso, gilipollas» in El País, núm. 4 955; Madrid : PRISA, 1990-11-12 (extr. La Litera información)