Fundar una ciudad es crear una plazuela . . . La ciudad clásica nace de un instinto opuesto al doméstico.
Se edifica la casa para estar en ella; se funda la ciudad para salir de la casa y reunirse con otros que también han salido de sus casas. Un sentimiento de insuficiencia dentro del círculo doméstico, un afán de romper éste, de hacer nuestra vida tangente a otras vidas, de convivencia, de trato, de sociabilidad ultradoméstica engendra la urbe antigua . . . Para decirlo de una vez: el impulso creador de la ciudad grecolatina no fue el hogar, ni el mercado o zoco, ni la defensa, ni el templo; fue, simplemente, un apetito genial de conversación. Aquellos locuaces mediterráneos necesitaban de la charla y la disputa. No es un azar que la palabra más prestigiosa en Grecia fuese la palabra «palabra», el logos, el hablar. La ciencia suprema que descubrieron fue llamada «dialéctica», que quiere decir conversación . . .
José Ortega y Gasset: «Pepe Tudela vuelve a la Mesta» [1921] in El Espectador, IV; Madrid : Revista de Occidente, 1925 (extr. La Litera información)