Segunda parte de la conversación que tuvimos con la nutricionista Natalia Nasarre Nacenta, de Algayón. La deficiente alimentación infantil y el sobrepeso de muchos niños y niñas debido a sus malos hábitos eran el tema central de la primera parte, que se puede consultar aquí. Seguimos con la conversación allí donde la habíamos dejado: en las grandes superficies.
Es habitual ver a familias enteras haciendo la compra semanal en unos supermercados cada vez más grandes donde cada vez hay menos alimentos crudos, casi todo lo que vemos está precocinado y envasado. Natalia nos alerta sobre este tipo de alimentos porque “los intereses económicos son los que priman en una gran superficie. Estas empresas tienen la posibilidad de comprar a mayor escala y, por lo tanto, a menor precio. Además juegan con la ventaja que todos los alimentos están en la misma superficie de venta, con lo que ya no tienes que ir a varias tiendas y siempre acabamos allí. En una frutería o en un pequeño comercio no tienen esta posibilidad y, por lo tanto, el producto es más caro. Los compradores nos vamos siempre a lo barato, sobre todo en estos tiempos. ¿Qué ocurre? Que las grandes superficies, al comprar al por mayor y hacerlo en grandes cantidades necesitan almacenar estos productos y que se conserven durante más tiempo. Para ello necesitan unos procesos de conservación. Al envasar esos alimentos, éstos llevarán conservantes o lo que necesiten, necesitan llevar más grasas, para que se conserven mejor, o más sal, o menos agua, necesitan envasarlos al vacío o, según el producto, con otros métodos de envasado para que se mantengan frescos durante más tiempo. Estos procesos lo que nos aportan, normalmente, son más calorías. Todo lo envasado siempre va a llevar más calorías. Además suelen ser más sabrosos porque llevan más saborizantes, con lo que suelen llevar más sal. Si el niño se acostumbra a comer con este sabor luego algo tradicional le va a saber soso, no lo va a querer, así nunca va a salir de ese círculo vicioso. Por eso es importante cocinar tú poniéndole tú la cantidad que quieras de sal o de azúcar a los alimentos para que no nos acostumbremos a sabores intensos que luego no nos van a dejar salir de allí”, nos comenta Natalia.
Hemos llegado a una cuestión importante, tanto como lo es la importancia que le damos a la alimentación: “Cuando compramos este tipo de productos envasados estamos dando a entender al niño que la cocina no es algo importante, que cocinar es simplemente coger algo, lo abres, lo calientas, te lo comes y ya está. No inculcas en el niño esa cultura de ir a comprar, seleccionar los alimentos y cocinarlos, es decir, que si para los padres la comida es algo secundario, para los niños también lo va a ser. Cuando tengan algún problema no lo achacarán a la comida, es aquello tan típico de “yo me engordo y no sé porqué”. Hay muchas personas que no entienden que comen poco y retienen líquidos o se engordan y no se dan cuenta de que su alimentación no es la correcta, no le dan la suficiente importancia de lo que se llevan a la boca, a veces no son ni conscientes de que un café con leche es un alimento, la leche, el azúcar, que además son calorías. Fíjate si ha llegado a un segundo plano. Si la sociedad es así, cómo no van a ser así los niños que crecen en esta sociedad. Luego que nadie se extrañe que, después de los accidentes de tráfico, la segunda causa de muerte en el mundo occidental es el infarto cardiovascular. Un infarto siempre es un coágulo que ya estaba formado por una placa de ateroma que se ha formado a base de comer más grasas saturadas de las debidas o llevar un estilo de vida sedentario. Pero esto no se corrige, decimos que el infarto es la segunda causa de muerte, pero no se inculca el porqué, no se explica bien, porque no sale de la nada.
En un estudio realizado en cuatro provincias españolas hace unos años se descubrió que el 16% de los niños entre 8 y 18 años ya tenía daños arteriales. Eso es una brutalidad. ¿Por qué se produce esto? Pues por lo que ya he explicado: publicidad, alimentos que son más fáciles de consumir, estilos de vida sedentarios, porque nuestro estilo de vida no nos proporciona el tiempo que necesitamos para prepararle a ese niño los alimentos que necesita para darle una comida decente… Estamos aumentando un tipo de nutriente que son más perjudiciales que alimenticios y que nos van a acabar produciendo una obesidad, un infarto cardiovascular o una diabetes tipo 2… En realidad no hay conciencia de lo que comemos.”
Cuando oímos estas palabras se nos ocurre que muchos padres deberíamos ir al colegio a aprender a alimentar a nuestros hijos, que eso es algo que nunca nadie nos enseña. El aprendizaje más básico para un ser humano no se enseña en el colegio, pasa de padres a hijos y los errores de una generación se transmiten a la siguiente. Natalia Nasarre añade que “aunque no lo aprendamos, sí que es verdad que hay mucha confusión, porque hoy en día todo el mundo sabe que comer demasiadas grasas es malo o que comer demasiados azúcares es malo, eso lo sabe todo el mundo. Pero es como aquella persona que fuma y sabe que es malo pero que no deja de fumar. Es lo mismo, porque realmente no sabemos cómo funciona nuestro cuerpo. No sabemos qué es lo que ocurre en nuestro cuerpo y de qué manera. Aunque sepamos mucho de ciencia y de células, no somos conscientes todavía de cómo funciona nuestro cuerpo. Hasta que eso no pase, hasta que no se enseñe bien qué pasa con esas grasas que llegan a tu cuerpo, cómo se transforman, se oxidan, forman placas de ateroma… Todo esto la gente normal no lo sabe, no sabe cómo funcionan las calorías.
El otro día, en una charla que impartí sobre alimentación deportiva a jóvenes deportistas les pregunté qué son las calorías y todos sabían que venían en los alimentos pero nadie sabía responderme qué son exactamente. Sabían que son energía, sí, pero no sabían cómo se transforman en energía porque no saben cómo funciona su cuerpo realmente. Creo que la gente de ciencias debería saber historia, para poder razonar y saber de dónde venimos, y que la de letras debería saber de ciencias, para saber cómo somos realmente, para saber de nutrición y de muchas otras cosas.”
Natalia sonríe y comenta que nos hemos ido del tema de los niños, pero es evidente que una buena educación alimenticia la necesitamos todos, niños y adultos. “Los niños españoles consumen pocos hidratos de carbono y de los pocos que consumen, la mayoría son azúcares, sobre todo enmascarados en lácteos que nos venden “para crecer”, en los yogures, en los bebibles que nos venden para ayudar al crecimiento, pero que llevan una cantidad de azúcares enmascarados que no deberían estar. Por otra parte se quedan cortos en los hidratos de carbono complejos, como serían las legumbres, las frutas en cierta manera, los cereales integrales, el pan integral, que no se los damos a los niños porque pensamos que ya lo comerán de adultos, cuando ya estén cargados de colesterol y ya estén cargados de enfermedades. Hay un exceso de grasa, sobretodo un exceso de grasa saturada, que es la grasa de origen animal, porque ¿en qué casa no se come siempre un primero y un segundo que tiene que ser siempre carne o pescado? Y si es carne para comer, de cena tendremos pescado o tortilla. Con esta cultura alimenticia lo que hacemos es aumentar las proteínas y las grasas que van asociadas a esas proteínas. Como las proteínas que consumimos suelen ser de origen animal, aumentan las grasas saturadas. Y las proteínas aumentan también, es decir que si un niño necesita entre un 12 y un 15% de las calorías totales en forma de proteína, en realidad les estamos dando alrededor de un 20%, y eso tiene consecuencias peligrosas, que casi la mitad de la población de los niños españoles tenga un sobrepeso es preocupante. Eso es producto de la ignorancia, como cuando vemos a un niño y decimos “qué gordito te ha salido, qué majo”. Eso viene de la época en la que lo normal era pasar hambre. Ahora la mayoría de problemas de malnutrición infantil en España no son por desnutrición, sino por sobrealimentación. Lo paradójico del caso es que esto se produce en el mundo occidental, que es una parte muy pequeña del mundo, pero en el resto hay niños que se mueren de hambre.
Otro factor a tener en cuenta es que la mayoría de actividades extraescolares que hacen nuestros niños son de tipo intelectual, pero no de ejercicio físico. Hasta que no se hagan por igual este tipo de actividades tampoco nos libraremos del sobrepeso infantil, porque el niño se vuelve sedentario y ve el ejercicio como algo secundario. En época de exámenes, los niños dedican todo su tiempo a estudiar y dejan de lado su actividad física. Hasta que no le den a las dos la misma importancia, no cambiará el problema.”
Hasta aquí llegó nuestra primera conversación con Natalia Nasarre. En próximas semanas seguiremos abordando con ella diferentes aspectos de nuestra nutrición y cómo mejorarla.