Albelda es noticia en el New York Times

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Las patrullas ciudadanas de Albelda son noticia en el New York Times. Hoy ha salido publicado, tanto en la edición en papel como en su edición digital, un artículo que habla del incremento de robos en las zonas rurales españolas. La periodista redactora, Suzanne Daley, con la colaboración de Rachel Chaundler, ha elaborado una información al respecto, incidiendo en el papel que juegan en la prevención de robos las patrullas ciudadanas. Para ejemplificar a una población rural española cualquiera, Daley ha escogido Albelda.

Es curioso que una población literana sea objeto de atención de un diaro de la categoría del New York Times, por eso queríamos destacar el hecho y proporcionar a nuestros lectores el enlace al artículo de la página web del diario:

 http://www.nytimes.com/2013/05/15/world/europe/as-crime-rises-spains-farmers-patrol-their-land.html?smid=tw-share&_r=0

 

 

Por otro lado seguro que nos agradecerán que les ofrezcamos la traducción íntegra del artículo original al castellano:

 

Así como los ladrones merodean en las granjas españolas, los agricultores inician las patrullas.

Por Suzanne Daley

ALBELDA, España – A José Briá le cuesta dormir estos días. A veces, cuando se despierta en medio de la noche, conduce hasta su granja, a unos pocos kilómetros del centro de su pequeño pueblo, sólo para asegurarse de que todo va bien.

Le han robado tres veces en lo que va de año: Una vez le robaron las gallinas. En otra ocasión desaparecieron algunas herramientas. La última vez desaparecieron ocho conejos. Lo que más preocupa al Sr. Briá, de 62 años, es que los ladrones, que cortan los candados, sean descuidados y dejen que sus ovejas se escapen del establo y huyan a pisotear los campos de los vecinos. “¿Se imagina el daño que haría algo así?” pregunta. “¿Tiene idea de cómo se comportan las ovejas cuando están asustadas?

Los granjeros de Albelda están tan preocupados por los ladrones que han empezado a patrullar de noche por sus campos, sacudidos por los saltos que dan los coches circulando entre filas de melocotoneros y perales. Han encontrado puntos estratégicos con poca vigilancia en este fértil valle del noreste de España, y desde estos puntos echan un vistazo a la oscuridad, vigilando para descubrir faros de coche o linternas o cualquier otra señal de intrusos.

Este tipo de vigilancia ha ayudado, según creen. Pero para muchos es un triste estado de la situación. Durante mucho tiempo, muchas de las pequeñas y aisladas comunidades granjeras españolas parecían inmunes a la crisis económica. Los campos todavía necesitan ser arados y los animales necesitan alguien que les cuide. Los precios no son como los de antes, pero en realidad nadie se ha quedado sin trabajo. Ahora, en cambio, muchos granjeros creen que tienen el problema justo en la puerta de casa.

Uno no roba ocho conejos para venderlos”, dice Rosa Marqués, de 43 años, quien ha crecido en esta población de 800 habitantes y que es una de las organizadoras de las patrullas: “Robas ocho conejos para comer.”

Albelda es una de las poblaciones agrícolas donde la gente está preocupada por el aumento del crimen. Los oficiales de policía dicen que han observado un constante aumento del índice de criminalidad en las áreas rurales desde 2009. Justo donde todo es un posible objetivo. Trescientas cebollas una noche. Una manguera para regar a la noche siguiente. En Albelda, los ladrones se han llevado diesel, pistolas de clavos, podadoras eléctricas… Hasta jabón y champú que utilizan los trabajadores.          

En otros lugares de España, particularmente en las zonas de la costa como Valencia, donde hay un montón de granjas, los habitantes de esas poblaciones también se han organizado en patrullas. Es una tendencia que no gusta demasiado a los oficiales de policía, pero lo entienden. En muchas zonas hay pocos policías para cubrir hectáreas y hectáreas de tierra de cultivo. Y todavía hay muy pocas alternativas útiles a un par de ojos vigilantes. “No se pueden poner puertas al campo,” dice el comandante Jesús Gayoso, analista para la Guardia Civil, la policía de origen militar española.

Los oficiales de policía afirman que la mayoría de los criminales entran dentro de dos categorías: personas de la localidad que se han quedado sin empleo y que roban lo necesario para subsistir y bandas organizadas de rumanos o marroquís que trabajaron alguna vez por la zona y que se la conocen bien. Luego revenden lo que han robado a precios mucho más baratos. A veces, dice el comandante Gayoso, las herramientas robadas son fundidas y el metal se embarca hacia China.

A pesar de todo, el índice de criminalidad ha descendido suavemente en España. Pero, debido a los cambios en la recolección de datos hechos a partir de 2010, establecer comparaciones a largo plazo es difícil con las estadísticas actuales. Y el descenso no se produce en todas las categorías. Los homicidios y el tráfico de drogas han descendido, por ejemplo. Pero otras categorías están al alza. El pasado año los “robos con violencia e intimidación” aumentaron en un 10% en comparación al año anterior. En el mismo período de tiempo, los “robos en el hogar forzando la entrada” han aumentado un 25% según las estadísticas del Ministerio del Interior.

Los robos en las zonas rurales contabilizan sólo un 5% de los crímenes en España, según nos informa el comandante Gayoso. Pero este dato es un flaco consuelo para los residentes de Albelda, que solían dejar las puertas de casa abiertas.

En la provincia de Huesca, que es donde se halla Albelda, se denunciaron 41 robos durante los tres primeros meses de 2012. En el mismo período del año 2013 se han denunciado 63. Los habitantes confiesan que en ocasiones no vale la pena denunciarlos. Los ladrones, de todas formas, han cambiado la forma en la que cometen sus delitos.

Nuestras vidas están a salvo,” dice José María Chesa, de 52 años, propietario junto con su hermano de una granja de codornices y pavos. “Nosotros dejábamos las llaves del coche en el contacto cuando veníamos aquí. Pero ahora tardo 20 minutos al final del día echando la llave a todo, escondiendo las llaves bajo las piedras y encima de las puertas. No es una buena manera de vivir.”

Antes de la crisis económica, Albelda tenía un guardia local en nómina para vigilar que todo estuviera en orden por la noche. La población arreglaba dos tramos de carretera por año, arreglando el pavimento, el alcantarillado y el sistema de drenaje. Pero eso se ha acabado por el momento, ha dicho la alcaldesa María Ángeles Roca. “Sencillamente, ya no tenemos el dinero necesario para poder hacerlo.”

Las patrullas nocturnas se ponen en marcha en horarios variados. Una noche reciente, cuatro habitantes estuvieron en dos coches durante cinco horas patrullando los campos. Es un trabajo aburrido, nos dicen. Sus esposas les hicieron un paquete con un pequeño refrigerio (el bar del pueblo cierra a las 10 de la noche), pero eso no les hace pasar el tiempo más rápido. Se enorgullecen de conocer los caminos que no aparecen en los GPS, y se burlan de aquellos que se pierden. En una noche normal, conducen unos 45 o 50 Km, la mayoría de ellos en caminos de tierra.

La policía local ha advertido a los patrulleros que no se enfrenten a nadie a quien puedan sorprender, que se limiten a tomar los números de las matrículas de los coches. Por el momento, los patrulleros no han llegado siquiera a poder hacer eso.

Básicamente, lo que hemos visto han sido focos de coche,” dice Héctor Sediles, de 39 años, uno de los hombres de la patrulla. “Pero ellos también nos ven llegar a nosotros. En el momento en el que nosotros llegamos al sitio, ellos ya se han ido.”

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