ceronoventayuno (1984)Entre mediados de los años 80 y los 90 del pasado siglo existió una banda de rock capaz de combinar una música electrizante, actitud rocanrolera y textos dramático-filosóficos de esos que dejan el oyente pasmado mientras no puede dejar de llevar el ritmo con su cuerpo o extremidades. Se llamaban 091 (o simplemente “los Cero”), sacaron su primer disco en 1984 y se disolvieron en 1996 con un concierto épico en su ciudad, Granada, dejando huérfana a una legión de seguidores esparcidos por la geografía peninsular.


La segunda vez…

Debajo de las piedras (Zafiro, 1988)Doce canciones sin piedad (Zafiro, 1989)La siguiente actuación de 091 en la Litera tuvo lugar el 13 septiembre de 1990 para las Fiestas mayores de Binéfar (la Orquesta Oropéndola completaba el cartel). Esta vez llegaban con un repertorio imbatible, pues desde la cita de Esplús habían publicado dos discos más: “Debajo de las piedras” (1988) y “Doce canciones sin piedad” (1989), este último su primera obra maestra (pues vendrían más), un disco al que no le sobraba ni le faltaba nada, una imponente combinación de filosofía, poesía, energía eléctrica y rosas con alambre de espino, como ellos dirían.

No parece que la afluencia de público fuera excesiva, pero la contundencia estaba asegurada para los fieles que acudieron al concierto, en una noche fría y lluviosa, como la recuerda Juanjo González, entonces involucrado en la organización.

Poder escuchar en directo el retrato social de ‘Qué fue del siglo XX’, o de ‘Cartas en la manga’, el fuego de ‘Confusión’, el alejado lugar desolado de ‘Nadie encuentra lo que busca’ o el resquicio de esperanza que proporcionaba ‘Esta noche’ es algo que no tuvo precio. Y en Binéfar particularmente, a partir de aquella actuación una parte del público decidió nombrar a los ‘Cero’ hijos adoptivos no oficiales de la localidad. Sin duda marcaron un estilo y una época en la zona, cuyas repercusiones llegan hasta hoy en día.

La tercera vez…

No pasó ni un año y 091 volvieron a tocar en la comarca. Fue para las fiestas de Quintos de Altorricón, el 1 de junio de 1991 (la Orquesta Krakatoa completaba el programa de baile). La entrada costaba 1.000 pesetas (6€ para los hípsters). A pesar del poco tiempo transcurrido desde su visita anterior a la comarca, aquel año los 091 presentaban un nuevo disco, “El baile de la desesperación” (1991) al que dedicaron la mayor parte del repertorio de aquella noche.

Entrada de las fiestas de Quintos de Altorricón 1991Sus pintas habían cambiado sensiblemente desde su primera actuación en Esplús, sus pelos habían crecido, los tupés bajado, vestían chalecos, camisas de topos y algunos (pocos) colores más para defender unas canciones más pesimistas que nunca. Su tendencia al nihilismo se acentuaba, quizá al compás de su acumulación de experiencias negativas con el mafioso mundillo discográfico español, una pseudo-industria incapaz de sacar partido de las obras maestras que los 091 iban entregando. Un sector económico que en lugar de apostar por fidelizar oyentes y convertirlos en activistas de la música apostó por el dinero fácil, la tierra quemada y el suicidio colectivo.

El baile de la desesperación (Zafiro, 1991)Carlos de Vallbona, altorriconense y quinto de aquel año, estaba en la comisión organizadora del concierto y recuerda que en un principio quisieron traer a Sopa de Cabra, un grupo con mucho predicamento entre los más jóvenes de aquel momento, pero al contactarles ya tenían la fecha ocupada. Entonces se decantaron por 091, un grupo en auge y que aseguraba mucha ‘marcha’. Altorricón siempre ha sido un lugar propicio para la marcha sin concesiones y la diversión al límite. De hecho, la marcha fue tanta que durante la actuación se hundió una parte del escenario, que cedió ante la avalancha sonora generada por los ‘Cero’, según recuerda Carlos.

Camiseta de los Quintos de Altorricón 1991 (foto Carlos de Vallbona)Con todo, la afluencia de público no fue tan grande como esperaban. A pesar de que no era un grupo novel, 091 seguía siendo la gran promesa del rock ibérico, con un repertorio envidiable pero con un acceso limitado a los medios de masas, por lo que su tirón en fiestas de pueblos no parecía ser muy grande. Su principal promoción era precisamente sus conciertos, un espacio-tiempo que generaba fans incondicionales de manera progresiva. Carlos nos dice que a la hora del concierto quienes se asistieron fueron principalmente los fans del grupo, que eran muchos en la comarca, pero no suficientes como para cubrir gastos. Como compensación el Ayuntamiento les propuso a los Quintos que llevaran la barra del bar en las próximas fiestas.

Quien esto escribe recuerda que durante su actuación en Altorricón tocaron un escalofriante tema unplugged (“La canción del espantapájaros”) que dedicaron a Javier Casas (DEP), el que fuera bajista de los Proscritos fallecido tiempo atrás. Creo incluso recordar que algunos de los Proscritos subieron a cantar con ellos, aunque a lo mejor sólo saludaron desde el público. La memoria de esas horas de la noche se vuelve inestable con el tiempo.

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