Crónicas del colapso

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Año 2050, el miedo se apodera de casi todo el planeta, excepto de un grupo de personas que han sabido pensar y ver nuestra evolución desde otra perspectiva.

¿Qué ha podido suceder? Quizás, ¿la tercera Guerra Mundial? o peor, ¿habrá llegado el fin de los teléfonos móviles?

Pues no, ojalá, pero no. Lo que ha sucedido es algo cuyas consecuencias son graves, algo de lo que la gente se reía hace menos de veinte años, sobre lo que se bromeaba como si fuese algo imposible… pero estábamos equivocados.

Sólo ese pequeño grupo de personas preparadas para todo lo vieron venir, y entre esas personas se encontraba Miguel, un joven muchacho cuya inteligencia era incuestionable ya que fue él desde muy pequeño quien supo conducir a sus padres hacia lo que se avecinaba. Miguel veía el mundo tal y como era, y sabía perfectamente que el noventa por ciento de los objetos que utilizaban a diario ilustraban el problema. Durante los últimos cien años, nos habíamos acostumbrado a vivir con ése preciado objeto de deseo hasta el punto de habernos vuelto dependientes de él. Nuestros vehículos se mueven gracias a él, también la agricultura con sus fertilizantes y procesos mecánicos, la industria, la calefacción de nuestra casa, los productos que utilizamos en nuestra vida cotidiana e incluso nuestras ropas tienen sus derivados. El miedo que había poseído a millones de personas era el fin del petróleo. ¿Qué iban a hacer ahora sin sus medicinas, sin sus pendras de ropa de fibras sintéticas derivadas, sin sus pinturas y disolventes, lociones, cosméticos y todo lo que contenía petróleo? Se iban a volver locos pensaban, ¿cómo vamos a ir al trabajo o a comprar el pan?

Miguel y sus colegas tenían verdaderos motivos para reírse de esta situación, ver como familiares, amigos y otras personas conocidas se volvían locos por la desaparición del petróleo, de verdad que para ellos era como un chiste. Este grupo de personas era envidiable para el ojo humano de aquellos tarados, todos les preguntan por qué estaban tan tranquilos si no iban a tener de nada y tampoco iban a poder hacer nada con sus vidas. Para Miguel y sus amigos el fin del petróleo no era ningún inconveniente. Miguel improvisó un discurso con el que pudo concienciar a todos de que el mundo sin petróleo no era un apocalipsis, el joven explico que algunas energías como la eólica y la solar podían cubrir parte de nuestras necesidades, no todas, pero algunas sí. El muchacho prosiguió echándoles en cara que si hubiesen escuchado lo que hace tiempo venían avisándoles ahora no estarían pasando este mal trago.

– Si hubieseis comenzado a adaptaros a prescindir del petróleo hace tiempo ahora no estaríais con el agua al cuello.

La gente al oír esto no supo hacer otra cosa que agachar la cabeza como quien no quiere la cosa.

Algunos de los compañeros de Miguel explicaron que vivir sin petróleo no significa volver a la Edad Media, el drama no está en una vida sin petróleo, está en que hayáis comenzado la transición de adaptaros demasiado tarde. Tenéis que consumir productos ecológicos y cercanos que hayan sido manufacturados por nuestras empresas, no hace falta que compréis comida por Internet si tenéis aquí mismo. Tampoco deberíais depender de vuestro coche para todo, podéis ir caminando a no ser que tengáis que salir del pueblo. El joven Miguel dijo:

– Mis padres hace unos meses compraron un coche eléctrico y la verdad es mucho más eficaz que los que gastaban gasolina. No tenéis ni excusa ni remedio.

Habiendo dicho todo esto, las gentes continuaban agachando la cabeza, estaban avergonzados. De repente, una voz dulce se escuchó de fondo, era una niña pequeña que le decía a sus padres que tenían que comprar otro coche, un coche de esos de esos que son buenos dijo la pequeña. Al oír esto, aquel grupo de personas tan preparadas para todo vio un rayo de esperanza en la humanidad, Miguel se sentía bastante satisfecho ya que por fin el mundo levantó la cabeza y abrió los ojos a un futuro sin petróleo.

El miedo seguía algo presente, les costaba mucho adaptarse a aquella vida, pero había esperanza. Quizás algún día el planeta volvería a ser puro.

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