Al empezar este relato, el gallo de Morón a mi mente me vino y en internet lo consulté por si fuera el del famoso y popular dicho que sin plumas y cacareando se quedó.
Este dicho, al siglo dieciséis me llevó y nada con los gallos guardaba relación, pero sí que a los Moroneros/ras o Moroenenses de Morón de la Frontera un follón de politiqueo “sin plumas y cacareando” al pueblo les dejó.
Una vez aclarada la duda, al gallo de mi corral voy porque esa era mi intención.
Seis gallinas tenemos en el mismo sitio y lugar, donde entre los años sesenta a los setenta, ponedoras teníamos cien, estaban y también estas están de forma de libertad .
Un buen espacio de terreno verde y muy bien estudiado para una buena producción poderles sacar.
En verano le da algo de sombra la pared del almacén y en invierno el gallinero y sus complementos le protegen del frío vientecillo del Norte y también les sirve para aprovechar los escasos ratos de Sol.
Y por supuesto que entre el solar y el cobertizo no hay puerta ni para salir ni para entrar.
Este año al terminar el curso escolar una granja escuela hizo renovación, una preciosa gallina y un chulo gallo del reparto nos tocó.
Aquí empezó mi dilema del equivocado “San Benito” que al gallo de Morón se le colgó.
Cuando yo llegué a la torre, dichos gallo y gallina en cuestión juntos con nuestras gallinas ya estaban.
Unas lechugas de nuestro huerto les llevaba y en el primer momento que di la espalda el gallo me atacó.
Un picotazo en mi pantorrilla me clavó a pesar de que era de pana el pantalón la piel me atravesó.
Con su ataque seguía y no tuve más remedio que coger un bastón.
Un buen rato la lucha duró hasta que supongo que se daría cuenta que solo atacaba al bastón.
Cuando sus ataques cesaron nuestras seis gallinas las lechugas me pidieron, la otra expectante se quedó y el gallo con su florido plumaje y el cuello, cresta y barbas bien erguidos montando guardia hasta que yo no me moví esperó.
Tres semanas llevo observando a mi gallo y pensando en el de Morón y he aquí mi opinión.
De estas tres semanas que he observado te doy mi conclusión: que del gallinero es el dueño y señor.
En cuanto toco la puerta tanto si llevo el palo como sino él ya empieza su canción, y mientras las gallinas comen él sigue cantando esperando que le de la espalda para atacarme sin compasión.
Y no hace falta decir que aún no lo he visto comer, pues mientras yo estoy en el corral el cumple con su misión.
Qué equivocado estuvo quién el “San Benito” al gallo de Morón le colgó, pues el día de nuestra pelea ninguna pluma perdió.
Ya me gustará verlo en verano cuando llegan las tormentas, en esto los gallos y las gallinas ya saben si la tormenta lleva peligro o no, pues de ello depende si las gallinas corren a refugiarse o no, pero si estoy seguro que mi gallo siempre será el último como buen guardián y protector .
MORALEJA :
¡Qué inhumanos somos a veces los humanos! Cargamos los “San Benítos” como si fueran por la gracia de Dios .
Hasta aquí mi relato y mi opinión .
Un padre nuestro para quién dijo que “EL GALLO DE MORÓN SIN PLUMAS Y CACAREANDO SE QUEDÓ” y tres hurras para todos los gallos que bien nacidos son. .