Crónicas del colapso

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 Nos encontramos exactamente dos años después de que fuera extraído el último gramo de petróleo encontrado en Qatar por el magnate del petróleo Al-Faysan, que se encuentra entre las cinco personas más poderosas del mundo

Estos dos años habían sido catastróficos para la humanidad, las reservas de gasolina eran nulas y el comercio caía en picado, gran multitud de objetos necesarios para la agricultura se habían dejado de fabricar y existía una gran demanda de alimentos y, para colmo, los magnates no obtenían más dinero, por lo que se tenían que conformar con su doce yates, ocho mansiones y algún que otro Lamborghini, es decir, se declaraban en bancarrota.

Al otro lado del Atlántico, existía un pequeño pueblo en el que apenas había pobreza y las enfermedades eran habituales. Este lugar de Venezuela se llamaba Pereja que disponía de un producto similar al petróleo, del que poseían grande campos aunque ninguno de sus habitantes fuera consciente de ello.

Un día aparecieron por Pereja dos de turistas perdidos, uno de los cuales poesía la carrera de química, mientras que el otro había sido echado de su antiguo trabajo como obrero de la construcción por distraerse alguna que otra vez. Ambos, españoles, estaban de vacaciones por Venezuela y desafortunadamente habían ido a parar a uno de los lugares más peligrosos del País, no por la delincuencia sino por las enfermedades. Después de haber acampado en un campo con apenas dos mantas en el suelo, ya que el tiempo era cálido, Francisco, el ex obrero, observó que la vegetación era muy pobre pero sus ganas de echarse hicieron que no le prestara atención y se durmiera.
Jason, habitante del pueblo, observo a ambos forasteros en la lejanía y no dudo en acercarse ya que no tenía nada mejor que hacer. Al llegar, observó a Francisco y Rodrigo durmiendo, y esperó a que se despertaran. Cuando lo hicieron se asustaron por la presencia del desconocido que no era tan desconocido porque sabían que provenía de aquel pueblo azotado por las enfermedades, se pusieron los tres a hablar de la vida en general. Ninguno de ellos superaba la treintena ni tenían enfermedades eran de las pocas cosas interesantes que se podían obtener de aquella conversación, hasta que Francisco mencionó su observación sobre la vegetación. Rodrigo, que llevaba su maletín de trabajo siempre encima, comenzó a analizar la sustancia que tenía bajo sus pies y tras un par de horas llegó a la conclusión de que se contenía una composición muy similar al petróleo, sustancia en la que había estado trabajando poco antes de que se terminara la última reserva. Rodrigo se llevó unas cuantas muestras y regresó sin decir nada.

Dos días después, Rodrigo, Francisco y Jason, que quería huir de aquel poblado, cogieron el avión con dirección a España. El mismo día de llegar, Rodrigo acudió al Laboratorio General de Madrid para entregar las muestras y firmar los papeles que acreditaban que la sustancia había sido encontrada por él.

Pasaron tres meses hasta que los expertos comprobaron que la sustancia era apta y podía reemplazar al petróleo, por lo que Rodrigo fue avisado de inmediato y numerosos científicos incluidos Rodrigo, viajaron a Pereja para confirmar el hallazgo. En apenas dos semanas la ciudad había sido arrasada para no causar enfermedades en los trabajadores y se pusieron a extraer la sustancia denominada Rodriantus, en honor a Rodrigo, de las miles y miles de hectáreas que tenía aquella provincia.

Seis meses después, se había recuperado la normalidad en todo el mundo debido a las buenas gestiones tomadas por el gobierno que, para una vez que las hacen, hay que agradecérselo. En cuanto a Rodrigo, Francisco y Jason, tenían una vida más que acomodada debido a las cantidades de dinero que habían recibido por el descubrimiento.

Por otro lado, los magnates ahora sí, estaban en banca rota debido a las numerosas cantidades de dinero que tenían que pagar al estado y vieron como sus grandes yates eran embargados por la policía, que también por una vez, hicieron frente a la población poderosa.

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