¿Fake news? ¿Posverdad? Los liberales dicen que las noticias falsas las inventaron los comunistas, que borraban en las fotos a los camaradas caídos en desgracia. Los demás dicen que eso fue cosa de los nazis y el ministro aquel que se inventó la propaganda para imponer ideas peregrinas a fuerza de repetirlas mucho. Yo creo que esto de pretender que la gente se crea cosas increíbles viene de mucho más atrás, pero sobre la posverdad y sus complejas interpretaciones, ya tenemos expertos de sobra en Twitter. Si tiene usted una discusión de altura (quien dice Twitter, dice algún divertido parlamento de la Península Ibérica, reunión de jóvenes fibers o concierto de las FAES), que sepa que, cuando se habla de la ‘marca España’, hay algo que siempre se olvida.
Sí, somos líderes en turismo, inventamos la fregona, el submarino y el chicle con palito… pero, además, somos la segunda potencia mundial en ufología. España está a la cabeza del planeta en imaginativos montajes sobre avistamientos de ovnis. Somos los importadores del fake más colorista y longevo sobre los visitantes del espacio: el caso UMMO. Lo que comenzó como otro relato pícaro en el Madrid de los años 60, se convertiría pronto en una corriente de culto, estudiada en docenas de países, donde se veneraba a los extraterrestres de UMMO y a sus locos seguidores.
UMMO es el mejor ejemplo de cómo la realidad arruina una gran noticia y un gran negocio, pero después de mucho tiempo y de haber sucedido cosas muy graves. Pero que estos sucesos fuesen motivados por un camelo no significa que dejen de ser asombrosos. Que los ovnis y los ummitas no llegaron a España, incluso que nunca existieran, vale, pero eso nada tiene que ver con que lo que se organizó en torno a ellos fuera una de las mejores ficciones de la historia reciente.
Increíble, pero mentira
La ufología llegó a España en los cincuenta. Llamen a este furor por los marcianos paranoia, histeria colectiva o experimento de manipulación social. Los medios de comunicación españoles ya habían recogido algunas notas sobre avistamientos, pero en el Madrid de 1954 la prensa incluyó la noticia de un contacto “real” con extraterrestres. Fue en el diario Alcázar, lo que ya en sí resulta un ‘expediente X’. Es como si Infocatólica llevara en su portada un testimonio a favor de la anticoncepción. El periódico relataba la escalofriante peripecia de Alberto Sanmartín, enfermero y director de cine. El tipo padecía de dolor de muelas y, para mitigarlo, solía salir muy entrada la noche a dar paseos por la calle.
Una de esas madrugadas, y habiéndose adentrado en el parque de la Ciudad Universitaria, refiere el tipo un encuentro con un ser enfundado en traje de aviador con aspecto extraño, pero que al tiempo transmitía mucha paz. El enfermero, cuando comprobó que el extraño movía las manos sin hablar, dedujo que solo podía tratarse de alguien de otro planeta, hecho que fue comprobado cuando la criatura se le acercó y le dio una piedra, para, a continuación, desaparecer volando en un ovni.
Sí, seguro que se están riendo, pero a ver qué habrían hecho ustedes en un caso así. Pues lo mismo, ¿no? Salir a caminar de madrugada por los desmontes de Moncloa para aliviarse el dolor de muelas. El caso es que Sanmartín volvió a su pensión con la piedra y descubrió que tenía grabados unos extraños símbolos. La prensa entrevistó a Sanmartín y le fotografió con la famosa ‘Piedra de Marte’, provocando revuelo entre los aficionados a la ufología y los coleccionistas de minerales, que pidieron examinarla. Ustedes están pensando: ahora es cuando se descubre todo el invento.
Pues no, los análisis no dieron resultados concluyentes. No supieron establecer si aquello era un pedrusco del Manzanares o un cuerpo estelar. Lo único en que la comunidad científica estuvo de acuerdo fue en afirmar que la piedra “era una cosa muy, pero que muy rara”. Claro, con aseveraciones tan escépticas, cualquiera podía justificar que aquello venía de Marte. O de Saturno, como determinó poco después el padre Severino Machado en su libro Los platillos volantes, ante la razón y la ciencia.
Este sacerdote fue el primero de una curiosa lista de curas especializados en fenómenos paranormales —los marcianos, el demonio, las mujeres, la música pop… —, quienes, con los instrumentos de la ciencia y la fe, intentaban encontrar una explicación satisfactoria y con espíritu muy conciliador ante la doctrina católica, raros enigmas que sobrepasaban los límites del conocimiento de las personas.
Don Severino, con su amplio dominio de la cosmología y la teología, concluía que los signos grabados en la piedra eran, a todas luces, un mensaje de los extraterrestres, en el que se leía claramente que los habitantes de Saturno nos saludaban y nos mandaban recuerdos del espacio y de dios. Con esto quedaba probada la existencia del contacto de Sanmartín y, además, que los visitantes del espacio eran amistosos y fervientes católicos. Había nacido el platillismo español.
“Creer todo mientras no se demuestre lo contrario”
Esta bonita frase no es el lema de las agencias de noticias, sino el que eligió la Sociedad de Amigos de los Visitantes del Espacio BURU, organización madrileña fundada en 1954 por Fernando Sesma, funcionario de Correos y entusiasta divulgador de materias ocultistas y contactos alienígenas, quien afirmaba haber tenido encuentros en la primera y segunda fase. Publicó numerosos libros y artículos en el diario Madrid, el Diez Minutos y La Codorniz. Sesma, además de esta sabiduría, ha pasado a la historia por sus tertulias, en las que se discutía sobre ocultismo y extraterrestres en el Madrid de los años 50, por sus apariciones continuas en prensa y televisión y, por supuesto, por el caso UMMO.
Las reuniones de la tertulia comenzaron en el Café Gijón y, entrados los 60, el grupo se instaló definitivamente en la planta baja del Café Lion, en la calle Alcalá. El local, inaugurado en 1931, estaba decorado como si fuese una cervecería alemana; de hecho, el cartel que lo anunciaba estaba en alemán: Zum Lustigen Walfisch. Las paredes de La Ballena Alegre estaban (están todavía, si no ha pasado algo irremediable) pintadas con motivos marineros, realizados por Hipólito Hidalgo de Caviedes, muralista muy popular en Madrid. En la tertulia había de todo: los componentes de la sociedad, aficionados y autores de temas paracientíficos, gente del mundo de la farándula, dramaturgos como Buero Vallejo, los incomprensibles pero omnipresentes curitas ufólogos, y muchos curiosos y curiosas deseando pasar un buen rato.
Hablamos de más de cien personas las que se juntaban en aquel salón para escuchar las charlas de Sesma, quien, aparte de guardar un curiosísimo parecido con George Adamski, el primer “contactado” y timador norteamericano, también afirmaba que mantenía una cordial relación con un extraterrestre, Saliano, habitante del planeta Auco. La mayoría de asistentes escuchaba las declaraciones de Sesma de forma muy desenfadada, por no decir que iban directamente a reírse de los mensajes que Saliano le dictaba por teléfono (sí, el ser del espacio hablaba con Sesma a través de Telefónica). Aunque los muchos policías y agentes de la secreta que pululaban por la tertulia no se lo tomaban con tanto humor… A ver quién les decía a los agentes que aquellos mensajes interplanetarios no venían de Rusia o la China comunista…
Enter UMMO
En 1966, Fernando recibe una llamada en su domicilio particular. La voz es igual de gangosa que la de Saliano, pero parece como más autoritaria. Efectivamente, este marciano es otro: se trata de ‘Dei 98’, una entidad que se anuncia como habitante del planeta Ummo. El ummita le advierte que no se ande con tonterías, que el Saliano ese viene con malas intenciones, pero que ellos —los de Ummo— lo han elegido a él porque, a pesar de que saben que no es una eminencia, creen que es un buen terrícola, y aunque España no es el sitio más indicado para revelar al mundo la verdad de los extraterrestres, con tanto atraso y tanta represión, pues que esté preparado. Los ummitas, con su tecnología ultrasofisticada (pueden dominar el tiempo, no les engañe lo del teléfono) van a hacer un desembarco a lo grande. Tal y como le han dicho a Sesma, al poco tiempo, un ser siniestro (no extraterrestre) se presenta en la puerta de su casa y le hace entrega de un dossier con los primeros mensajes sobre UMMO, acompañado de otra piedra del espacio y un grupo de fotos en 3D, tipo las postales de gatitos en movimiento, pero con imágenes de las naves ummitas. Lo más importante, le avisa que muy pronto tendrá la evidencia: un avistamiento ovni en Madrid, al lado de su casa.
En efecto. El 8 de febrero del 66, los paisanos que están desayunando en el bar Palencia, en el barrio de Aluche, son testigos del vuelo de un platillo volante y de cómo se posa en la finca El Relajal, muy cerca de la Casa de Campo. Los medios se vuelven locos: llegan periodistas para comprobar las huellas del ovni, que ha dejado unas marcas chamuscadas en el suelo. Los entrevistados aseguran que la nave llevaba en su panza un símbolo inconfundible.
Este signo lo reconocen Sesma y los tertulianos de La Ballena Alegre: es el emblema de UMMO. Desde entonces, la marca )+( se va a convertir en uno de los logos más famosos de la ufología mundial.
Junio de 1967. Una pareja está merendando cerca de los castillos de San José de Valderas. Son los primeros en ver la nave de UMMO en el cielo. Esa tarde, mucha más gente ve y fotografía el avistamiento a lo largo del sureste de Madrid. Los periodistas y ufólogos corren en pos de los testigos y las fotos, además de buscar pruebas del aterrizaje. Cerca de Alcorcón, recogen los restos de lo que podría haber quedado de la nave. El INTA —Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial— los analiza y concluye que el material plástico está fabricado con un producto desconocido en España. La Ummomanía es un clamor, los expertos en ovnis se reproducen y los libros salen a docenas. El padre López Guerrero aporta su visión cristo-cósmica en Mirando a la lejanía del universo. Editan la enciclopedia de los saberes de UMMO y Antonio Ribera, eminente pionero de la ufología y el submarinismo, publica el clásico «Ummo, un caso perfecto», el primero de varios estudios sobre el fenómeno y una referencia inexcusable para cualquier investigador, no solo de la ufología, sino de la vida social española en aquellos tiempos, que siguen siendo un poco como estos, aunque ustedes no se lo crean.
Las reuniones en la Ballena Alegre son un clamor. La gente baja para aplaudir la llegada de los extraterrestres; otros (la mayoría), para cachondearse de Sesma. Lo que nadie parece advertir es que se está organizando un sector de “expertos” que cuestiona, de forma insistente y belicosa, a Sesma y sus informes de Ummo. Son, diríamos, la facción “auténtica” de la alerta ovni, y los comanda un individuo llamado Jordán Peña. Pronto, la Sociedad Buru quedará fragmentada en multitud de grupos que afirmarán, cada uno, ser “los verdaderos”, los más comprometidos con la causa. Acusan a Sesma de ser un charlatán, un vendehúmos que solo está utilizando Ummo para hacerse famoso y publicar libros. Ellos sí que saben del mensaje de los extraterrestres, pero del de verdad. Tan comprometidos que, de simples amigos de los extraterrestres, el caso UMMO se transformará en un productivo nicho comercial para crear sectas, utilizando el símbolo y la cháchara ummita con propósitos bien terrenales. No solo Sesma, muchos otros especialistas reciben cartas de los extraterrestres, páginas mecanografiadas, con detalles acerca del conocimiento del planeta UMMO. Estos textos hacen las delicias de quienes los reciben, primero, por ser receptores de mensajes de otro mundo; segundo, porque no se entiende absolutamente nada de lo que dicen, a pesar de venir acompañados de diagramas y dibujos, pero como ellos saben que se trata de la traducción de los mensajes ummita-castellano, pues es que entraña mucha dificultad técnica y solo puede significar que los ummitas son una civilización superior o quizá que han leído muchos libros de hard SF.
El fenómeno UMMO es imparable. El profesor Jiménez del Oso coloca el símbolo en el capó de su coche y Paul Naschy escribe El hombre que vino de Ummo, guión que se convertirá en la película Los monstruos del terror. Grupos de contactados en otros países empiezan a recibir las cartas ummitas y, en un insólito efecto rebote, traen a España “sus enseñanzas”: es el caso del Centro de Estudios de la Fraternidad Cósmica o La Misión Rama, desde Perú. En estos grupos hay gente sin malicia que busca huellas de hombres grises como escape de una realidad mucho más gris, y luego está el hatajo de desalmados que organizan montajes y atraen a incautos, gente solitaria y con graves carencias sociales y económicas, como los desdichados suicidas de Terrassa, caso que Óscar Aibar llevó al cine en su magnífica Platillos Volantes. Otros van todavía más lejos si cabe. El símbolo es grabado a fuego en la piel de los críos captados por la secta pedófila y nazi Edelweiss, cuyo líder prometía un arrebatamiento en el planeta Ummo. No es la única secta que usa a los imaginarios seres para abusar de personas. Están Los Hermanos de Ummo, Las Hijas de Ummo…
Volvamos al principio. No se lo van a creer, pero el caso perfecto era un timo. No hubo platillos volantes, sino un montaje al más puro estilo Ed Wood sobre Madrid. Primero, Fernando Sesma se inventó a Saliano, el simpático extraterrestre de la raza auquiana, y la rocambolesca historia de “la piedra del espacio” del enfermero Sanmartín para hacerse un nombre en los círculos de la ufología. José Luis Jordán Peña, un maquiávelico personaje con estudios de ciencia e ingeniería, decidió hacerle la pascua a Sesma, y de paso, estafar a la ingenua y pintoresca comunidad española de aficionados a lo paranormal con el caso UMMO. Aprovechando sus viajes y conocimientos, se embarcó en un timo de proporciones gigantescas, enviando cartas desde diversos países con los dichosos mensajes, además de los montajes de Alcorcón, con maquetas y fotos trucadas.
La verborrea y la cantidad de disparates que Jordán Peña y sus adláteres utilizaron en esta broma era tan excesiva que, efectivamente, se lo creyeron todos. No solo eso: colaboraron a desarrollar y ampliar el estrambote, añadiendo la teoría de la conspiración, que el Estado había manipulado a la población con la posibilidad de la existencia de los extraterrestres, o quién sabe si se trataba de un complot del KGB, la CIA, o de todos juntos. Todavía hay algunos que afirman que los ummitas siguen escondidos en el búnker de Piedralaves. Puede que a ustedes, viajeros del siglo XXI, todo esto les suene a idioma de ummitas, pero a algunas nos parece que la historia se repite una y otra y otra vez, y ya no es humo, es aire (muy contaminado). Nos gusta pensar que existen inteligencias superiores fuera del sistema solar. Incluso albergamos la pequeña esperanza de una invasión destructiva.
Grace Morales: «Ovnis en Alcorcón», en El Salto diario