1963: Viaje al centro peninsular con retorno por la costa mediterránea
El viaje de 1963 es el más largo de los que realizaron en este periodo. Esta vez, en lugar de un autocar de la tamaritana empresa Lax, contrataron uno de una empresa de Albesa que también les solía trasladar a los lugares de poda en invierno. Esta vez fueron unas 35 personas las que partieron de expedición, algo menos que en la ruta del año anterior.
Iniciaron viaje el 21 de julio con dirección a Zaragoza, donde pararon y recorrieron la ciudad a su aire. Por la tarde salieron hacia Calatayud y se detuvieron en el Monasterio de Piedra, con la intención de quedarse solo un rato aunque finalmente estuvieron varias horas, atónitos ante la exuberante vegetación en mitad del secarral del Sistema Ibérico. Después acamparon en un pueblecito entre Calatayud y Guadalajara para pasar la noche.
Al día siguiente tomaron dirección a Madrid, pero antes de llegar se desviaron hacia el Escorial, donde visitaron el Monasterio de San Lorenzo del ídem y comieron en formato picnic en los jardines aledaños. Por la tarde visitaron al Valle de los Caídos, situado en la vecina sierra de Guadarrama, que acababan de inaugurar en abril de aquel mismo año en medio de una intensa campaña propagandística del régimen. El año anterior el Gobierno español había dado orden de trasladar allí los restos de miles de combatientes de la Guerra civil, pero en aquel momento aún apenas habían iniciado los trámites al efecto. Los podadores de Alcampell curiosearon por allí justo antes de que llegaran los miles de cadáveres con los que lo llenarían posteriormente. Todavía recuerdan las miles de escaleras para subir a la cruz gigante que coronaba el monumento mortuorio.
Acamparon por algún lugar indeterminado de los alrededores y al día siguiente visitaron Madrid. Era el 23 de julio. Pasearon por la Puerta del Sol, vieron la estatua de la Cibeles, les impresionó el hormiguero gigante que era la Plaza Mayor, navegaron en barca por el Parque del Retiro, fueron a ver las fieras del Parque Zoológico, pasaron por el estadio Bernabéu, vieron el Congreso por fuera, etc. Durmieron en algún parque aplicando el sistema habitual, y a la mañana siguiente salieron en dirección suroeste. Pararon a comer en Albacete, y luego siguieron hasta Murcia, donde hicieron noche.
En Murcia visitaron la catedral, las exuberantes fuentes y jardines de la plaza de España, pasearon sin rumbo, comieron y luego salieron hacia Cartagena, donde acamparon de nuevo para pasar la noche. A la mañana siguiente pasearon por la ciudad, recorrieron el puerto, y después de comer salieron hacia la Manga del Mar Menor, donde se bañaron todos dada la poca profundidad del agua. Allí recuerdan haberse manchado los pies con los ubícuos restos de petróleo que invadían las playas, que les costó muchos días eliminar. Y también el picor de la sal cristalizada en la piel, que les obligó a parar el autocar para bañarse en una acequia de riego e intentar así mitigar sus molestos efectos. Luego prosiguieron viaje hacia Torrevieja y acamparon al lado de sus famosas salinas.
A la mañana siguiente salieron de Torrevieja con destino a Alicante, donde llegaron el 26 de julio y no sólo recorrieron la ciudad, subieron al castillo, deambularon por el puerto, etc., sino que también se bañaron en la playa con gran jolgorio (como evidencian las fotos con sus intentos de hacer torres humanas). Pasaron el día en Alicante y al anochecer se fueron a Benidorm, donde acamparon al lado de la tapia del cementerio, aunque eso no lo descubrirían hasta el amanecer del día siguiente.
Pasaron todo el día en Benidorm, recorriendo la ciudad, asistiendo a espectáculos flamencos, bañándose en la playa, y algunos efectuaron un viaje en barco a la isla de Benidorm, del que volvieron bastante mareados y decepcionados porque descubrieron que allí no había nada que ver. Desde ahí se desplazaron a Calpe, desde donde divisaron el imponente Peñón de Ifac. Luego subieron por Gandía hacia Valencia, donde acamparon para pasar la noche.
Al día siguiente (28 de julio) pasearon por Valencia, divisaron la ciudad desde lo alto del Miquelet, visitaron las torres de Quart y de Serrano, el cauce del Turia y el puerto. En comer salieron hacia el norte y no pararon hasta Castellón, donde aprovecharon para visitar el centro de la ciudad y acamparon para pasar la noche.
Por la mañana partieron hacia el norte y pararon consecutivamente en Peñíscola, Benicarló y Vinaroz, donde no perdieron ocasión para bañarse de nuevo. Por la tarde partieron con la intención de ir a dormir a Salou, en cuya playa acamparon nada más llegar, ya de noche.
El día siguiente lo pasaron íntegramente en la playa de Salou, lugar ya conocido de anteriores excursiones. A primera hora del día posterior salieron con dirección a Barcelona, y allí se dio libertad a todo el mundo para que fuera a su aire. Muchos aprovecharon para visitar a parientes, otros deambularon por el barrio chino o se fueron de compras (pues justo al llegar se repartieron los fodos que quedaban de las propinas). Quedaron a las 5 de la tarde en la plaza de España y, una vez reagrupados, partieron con dirección a Alcampell. Al pasar por Lleida todavía tuvieron tiempo de parar en Les Basses d’Alpicat, donde se dieron un merecido baño. Por la noche llegaron a Alcampell. Esta vez habían recorrido 1.800 Km en doce días.