1962: Viaje al Pirineo occidental y la Costa Cantábrica
Quizá a consecuencia del éxito del viaje anterior, el de 1962 es mucho más concurrido. En las fotos se cuentan hasta más de cincuenta personas de todo tipo de edades y condición. El autocar lleno de nuevo. Esta vez la apuesta es más alta, pues parten con la intención de recorrer la costa del Cantábrico, aunque no lo lograrán del todo porque se demorarán demasiados días recorriendo el Pirineo occidental.
Esta vez salen de Alcampell un día de finales de julio (que no hemos podido determinar) y, con un intenso calor propio de esa época del año, se dirigen hacia Balaguer, desde donde toman la carretera hacia el norte. Pasan por Camarasa y Tremp y paran a descansar y desayunar en la Pobla de Segur, prosiguen hacia la Vall d’Àneu y enfilan el puerto de la Bonaigua. A causa del calentamiento del motor del autocar (cosa que les pasó repetidas veces en este viaje) deben parar a la altura del refugio de la Mare de Déu de les Ares, momento en que aprovechan para comer. Previamente se habían detenido también a ver una cascada cercana a la carretera, famosa porque salía en la película ‘Siega Verde’, estrenada aquel mismo año y ambientada en aquella zona, protagonizada por una exuberante actriz francesa con notoria minifalda.
Posteriormente alcanzan la cima del puerto de la Bonaigua, donde se hacen fotos en medio de la niebla y de una helada ventisca. Todos los protagonistas recuerdan el enorme contraste térmico con la calurosa llanura y las altas cumbres. Luego bajan por Viella, atraviesan el túnel homónimo hacia el sur y hacen noche en Pont de Suert, con la táctica habitual de colgar un toldo de los laterales del autocar.
Al día siguiente salen hacia Castejón de Sos, atraviesan el congosto del Ventamillo y tuercen hacia Aínsa y Boltaña, donde aprovechan para bañarse en el río Ara, entre cuyas piedras algunos se estropean los zapatos sin poder repararlos en lo que queda de viaje. Posteriormente llegan hasta Biescas, donde acampan de nuevo. La mañana del siguiente día la dedican a visitar el valle de Ordesa y, tras la comida, parten hacia Jaca. La mayoría todavía recuerdan las interminables curvas del trayecto. A los que iban sentados delante les parecía que el autocar se salía de la carretera en cada curva. Algunos recuerdan incluso haber tenido que bajar del autocar para que éste pudiera salvar un riachuelo a través de un inestable puente hecho de traviesas de tren. Finalizan la jornada acampando en alguna parte entre Jaca y Pamplona, posiblemente por la zona de Puente la Reina.
Llegan a Pamplona a primerísima hora de la mañana del día siguiente, visitan la ciudad, sus parques y monumentos, para salir luego con destino a San Sebastián, acampando en algún lugar intermedio. Al amanecer visitan la ciudad y se bañan en la playa de la Concha. Varias mujeres mayores comparten un mismo bañador por turnos, pues sólo una de ellas disponía de esta prenda, que por azar le habían regalado en el pasado (sin visos de poder estrenarlo hasta que surgió la posibilidad de este viaje). Es ya el quinto día de viaje. Algunos compran pescado fresco junto al puerto, algo difícil de hacer en la Llitera, que cocinarán en los fogones de campaña junto al autocar. Se adentran en la costa cantábrica por Zarautz y Getaria hasta llegar a Zumaia, en cuya playa acampan para pasar la noche. Aquí reencuentran a una mujer que habían perdido en San Sebastián, pues aprovechó para visitar a unos parientes y no se presentó a la hora de salida del autocar, por lo que tuvo que alquilar un taxi para darles alcance (o quizá fueron sus propios parientes quienes la reincorporaron a la expedición).
Aprovechan la mañana siguiente para bañarse en la playa, hasta que deciden partir con dirección a Bilbao, donde acampan de nuevo en una plaza. También aquí algunas abuelas aprovechan para visitar a parientes, pero no hay constancia de más pérdidas. Durante el día siguiente recorren la ciudad y se desplazan hacia Santurce, donde aprovechan para comer unas estupendas sardinas, y descubren que la unidad de medida de este pescado en los bares del pueblo es la docena. Así, entre ocho personas ingieren 96 sardinas king-size de una sentada. En comer salen hacia Laredo, donde vuelven a parar en la playa, impresionados por el impresionante paraje natural.
Luego siguen viaje hasta Santander, donde acampan en plena playa del Sardinero, casi en el centro de la ciudad, justo al lado del histórico campo de fútbol. Algunos de los viajeros se cuelan en el campo de ‘El Sardinero’, en aquellos momentos en obras por la construcción de una nueva gradería, y, mediante la colocación de un toldo, convirtieron una de las porterías en una cómoda tienda de campaña para pasar la noche. Según ellos la más cómoda de todo el viaje. Pasan todo el día siguiente paseándose por Santander, sobre todo bañándose en la playa, que estaba llena de gente. La más concurrida hasta el momento.
Llegados a este punto, deciden interrumpir con la ruta cantábrica e iniciar el camino de regreso, para lo que giran hacia el interior y se dirigen hacia Burgos. En Burgos visitan la ciudad, suben a la torre de la catedral, comen olla podrida y pasean por el centro histórico, y por la tarde parten de nuevo para acampar en algún lugar entre Burgos y Logroño, quizá por la zona de Santo Domingo de la Calzada. Al día siguiente llegan a Logroño, donde aprovechan para visitar la playa del Ebro, donde alguien tenía unos parientes que se ocupaban del alquiler de las barcas recreativas, y ahí se quedan a dormir acampados junto al río.
Por la mañana reemprenden viaje hacia Zaragoza, y por la tarde toman la carretera de Huesca con destino a Alcampell, donde llegan hacia la hora de cenar. Esta vez han recorrido unos 1.500 Km a lo largo de once días. Un viaje histórico del que regresan exhaustos y sobre el que estarán contando anécdotas durante años.