A mediados del siglo XIX, un grupo de mujeres se rebeló con su pluma contra el modelo establecido que las relegaba al hogar, en lo que constituye una de las primeras páginas del relato de la igualdad de género en nuestro país.
Se apoyaron entre sí formando un grupo de sororidad que ha sido denominado “Hermandad Lírica” al que pertenecieron, entre otras, escritoras como Carolina Coronado, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Vicenta García Miranda, Amalia Fenollosa, Josefa Massanés, Pilar Sinués, Robustiana Armiño y la tamaritana Dolores Cabrera y Heredia (1828-1899), cuyo poemario Las Violetas ha sido editado en formato facsímil por el Centro de Estudios Literanos con el objeto de divulgar su figura y su obra para que llegue a alcanzar el reconocimiento que merece en nuestra comarca.
Estas mujeres se dieron a conocer fundamentalmente a través de la prensa de la época, que recogió las demandas de una sociedad ávida de conocimiento tras la caída del Antiguo Régimen y la aparición de la burguesía. Animadas y apoyadas por algunos colegas varones (que en muchas ocasiones no podían evitar un tono condescendiente hacia ellas), las mujeres comenzaron a salir del espacio privado en el que estaban relegadas para escribir para los demás y también para ser objeto y sujeto de una acción narrativa diferente, introduciendo en sus obras una subjetividad femenina.
Como escritoras del Romanticismo, todas ellas se expresaron de forma vehemente, recurriendo a la naturaleza para expresar sus sentimientos. Pero además, como mujeres, incorporaron una serie de temas que les afectaban directamente, criticando una sociedad que les parecía injusta.
Uno de esos temas era el destino doloroso de la mujer, relegada al hogar y sometida a los caprichos y deseos del hombre, transmitiendo una visión totalmente negativa del matrimonio, algo que en el poemario Las Violetas queda patente en el poema “Consejos a..”:
¡Desgraciada la mujer,
dotada de un alma ardiente,
que a este mundo, solamente
ha venido a padecer!
…
¡Cuánto tendrás que sufrir
en la amable sociedad,
si tu sensibilidad
no procuras extinguir!
…
Tú agradecerla sabrás;
pues verás, aunque hoy te asombre,
que el amor es para el hombre
como un juego, nada más.
Y que tú no debes darlo
a ninguno, vida mía,
que son los hombres del día,
incapaces de apreciarlo.
Defendieron el valor de la inteligencia de la mujer, tan denostado por sus colegas masculinos y también por el resto de sus congéneres, y protestaron por la marginación de las mujeres en el mundo de las letras. Reivindicaban el acceso de las mujeres a la cultura impresa, a la actividad intelectual y a la expresión literaria. El poema “El hastío” de Dolores Cabrera es quizá el que mejor recoge estas reivindicaciones:
Las mujeres las detestan
En el fondo de su alma
Envidiándoles la palma
Que ellas nunca han de obtener;
Y el hombre que hoy las adula
Mañana las abandona,
Porque el hombre no perdona
El talento en la mujer.
La mayor parte nos mira
Como a seres inferiores,
Para ellos son las mejores
Las que pueden dominar,
Y creen que las que tienen
Talento y un alma ardiente,
No se dejan fácilmente
Cual las otras engañar.
Curiosamente, el lenguaje amoroso queda reservado, en las obras de estas mujeres, para expresar los sentimientos de amistad romántica que les unían con otras mujeres con quienes compartían afinidades y afectos. En el poemario de Dolores Cabrera se encuentran claros ejemplos de este uso del vocabulario propio de la poesía amatoria de sus colegas masculinos para dirigirse a otras mujeres, lo que ha provocado a menudo interpretaciones equívocas. Un ejemplo lo tenemos en el poema “Un pensamiento”, dedicado “A mi amiga, la señorita Doña María de la Concepción Ozcáriz”:
Si pudiese contemplar
Tus ojos negros y bellos,
Y tu frente, y tus cabellos,
Arrebatada besar;
Y el viento hiciese mover
Tus rizos sobre la mía…
El placer me mataría,
Si es que nos mata el placer!!
Y también queda manifiesto en el poema “Desdén. A la señorita doña…”:
Aunque dijeras, como antes,
Que a todas me preferías,
Y que siempre me querrías
Más que a ninguna mujer;
Aunque te viese a mis plantas
Tus lágrimas enjugando,
Y mi perdón implorando,
No te podría creer.
Con el fin del Romanticismo, en la década de los cincuenta del siglo XIX, la percepción hacia estas mujeres cambió. Por aquellos años proliferaron estudios científicos sobre la mujer, fruto de la ansiedad que provocaba su invasión en los espacios típicamente masculinos. Las escritoras románticas pasaron al olvido y fueron desacreditadas, naciendo el despreciativo tópico de la “romántica histérica”. Muchas de ellas asumieron un modelo, el del “ángel del hogar”, que se afianzó desde entonces, y no fueron pocas las que incluso renegaron de su pasado romántico. Dolores Cabrera continuó publicando después de su matrimonio en 1856, obtuvo reconocimientos y estuvo en contacto con otras figuras relevantes de las letras españolas de la época, pero ya no aparecen en su obra ninguno de los antiguos componentes de rebeldía o de expresión de solidaridad con las que habían sido sus compañeras en la Hermandad Lírica.
A pesar de todo, es innegable la importancia que tuvo este grupo de autoras que desestabilizaron el canon nacional hasta el punto de provocar una reacción contra ellas. Influyeron de forma clara en Gustavo Adolfo Bécquer (Dolores Cabrera inspiró varias de sus rimas más conocidas) y constituyeron un claro antecedente de la poesía posterior. Que una literana formara parte de este grupo debería ser un orgullo para toda la comarca.