La ‘gestión blanda’ de Lambán fracasa en la lucha contra el COVID-19

Hace unos meses, allá por marzo, nadie conocía a penas nada de covids, mascaretas, geles hidro alcohólicos, incidencias acumuladas, ni protocolos ante una pandemia vírica. Pero pasado más de medio año, y a la espera de una vacuna y/o terapia eficaces, ya conocemos algunas medidas contra el COVID-19 que funcionan, y otras que no, y también alguna de las consecuencias de estas medidas sobre la salud y la economía.

Un vistazo rápido -ni técnico, ni especializado, meramente informativo- de la gestión de los diferentes gobiernos contra la pandemia por COVID-19 nos presenta tres grandes tipos -muy generalizados- de fórmulas de gestión para combatir al coranavirus:

Gestión dura: lo primero la vida y la salud, entendiendo que no hay economía sin vida que la sustente. Son los gobiernos que han optado por medidas duras, restricciones de derechos fundamentales -confinamientos, reducción de la movilidad-, extraordinarios esfuerzos sanitarios -nuevos hospitales, contratación de personal sanitario, rastreadores -humanos y tecnológicos-, y medidas sociales, como rentas básicas ante el parón de la economía, o estímulos públicos al conjunto de la economía. En este grupo encontramos algunos referentes como China, Corea del Sur, y Australia, con diferencias, y muchos matices entre ellos.
Gestión blanda: la vida, la salud y la economía en el mismo plano de importancia. Aunque en un primer momento, meses de marzo y abril, se optó por medidas duras -confinamientos fundamentalmente-, durante el verano se optó por primar el interés económico sobre el sanitario en un intento de “soplar y sorber al mismo tiempo”. Los ejemplos de este tipo de gestión son los gobiernos de la Unión Europea, sin protocolos comunes ni coordinación cada gobierno, federal, estatal, o nacional, ha ido capeando el temporal a su manera, ineficazmente, e incluso con absurdas comparaciones entre ellos, llegando incluso al delirio de competir por qué turismo rural era más seguro, si en el Tirol, en la Bretaña, o en el Matarranya.
Gestión negacionista: el virus no existe, y por tanto nada hay que hacer. No es necesario reforzar los sistemas sanitarios, ni el uso de material de protección -mascaretas o similares- aunque sí adoptan medidas de financiación pública al sector privado en ‘crisis’. Son los gobiernos ultra liberales y populistas quienes han optado por esta estrategia, con el Brasil de Bolsonaro y los USA de Trump como principales referencias.

Los gobiernos no permanecen estáticos en esta clasificación, y en ocasiones, saltan del negacionismo a la gestión blanda, nuevamente los populistas Trump y Bolsonaro son los referentes, son capaces de mantener diferentes mentiras incluso aunque se contradigan entre ellas. El ejemplo más claro: ambos dirigentes negaban o minusvaloraban el COVID-19 hasta que ellos mismos se contagiaron, pero aún así continuaron alardeando de lo inocuo del cuco, a pesar de los miles de fallecimientos en sus territorios.

Otros gobiernos cabalgan entre una gestión blanda y dura, fundamentalmente los gobiernos europeos, incluido el de Aragón, a quienes les da un vértigo comprensible adoptar las medidas sanitarias y sociales que funcionan por el riesgo e impacto en sus economías. Son actuaciones del tipo “sorber y soplar al mismo tiempo” y los datos indican que no funcionan, ni para la salud, ni para la economía.

Entre los ejemplos de ‘gestión dura’ destacan el caso de China, primer territorio en detectar/confirmar un caso de COVID-19, y que tras estrictas medidas sanitarias y sociales parece, sino haber erradicado, al menos tener controlada la pandemia, eso, mientras su economía crece por encima de un 5% (mientras en la zona euro baja más del 12% de media, y en Aragón la bajada es superior al 14%). También a vuela pluma destaca el caso de Corea del Sur, donde un riguroso sistema de rastreo de contactos, una atención médica reforzada, y una comunicación institucional clara y precisa han sido sus claves. Casi cómo anécdota es interesante conocer que Australia -y Nueva Zelanda- mantendrá hasta finales del 2021 sus fronteras internacionales cerradas, y que en los excepcionales casos dónde la entrada sea permitida -incluida la población nacional- se deberá pasar una cuarentena de 14 días.
Foto: pixabay
Balance de seis meses de gestión del Gobierno de Aragón: la pandemia sigue descontrolada y la economía no se recupera

La gestión del Gobierno de Aragón, encabezada por el presidente Javier Lambán, no llega al paroxismo liberal de la nacionalista hispano-madrileña Ayuso, sus formas y comunicación son distintas, pero los resultados son similares. El COVID-19 está descontrolado en todo el territorio aragonés mientras la economía sigue lastrada. La DGA sigue instalada en el tipo de ‘gestión blanda’ contra el coranavirus, pero los datos indican que este sistema no funciona.

No comenzó con buen pie la gestión del Gobierno de Aragón, a la dimisión de su consejera de Sanidad le siguieron las sentencias condenatorias por vulnerar la Ley de Riesgos Laborales. Pero las medidas estatales ‘duras’ -el confinamiento de las primeras semanas- ayudó, y mucho, a parar el brutal avance de la pandemia.

Sin embargo, Lambán apostó desde el primer momento por suavizar las medidas de confinamiento e intentar así salvar a la maltrecha economía aragonesa, recuerden aquello de “sorber y soplar a un tiempo”. Durante el verano compitió por que Aragón fuera la primera en avanzar en la desescalada, e incluso se enfrentó al gobierno de Pedro Sánchez reclamándole medidas más laxas para algunas de nuestras comarcas. Protagonizó encendidas defensas del sector turístico proclamando su seguridad sanitaria, y elaboró una flamante Estrategia Aragonesa para la Recuperación Social y Económica, con la que regó de millones a sus participantes, y que ha quedado para el resto en un bonito listado de acciones por concretar y ejecutar.

También tuvo tiempo Lambán de descargar su responsabilidad como presidente, y a los malos datos que se han ido produciendo desde el fin del confinamiento respondía derivando su responsabilidad hacia el comportamiento particular e individual de cada aragonesa, llegando a responsabilizar a temporeros, jóvenes, y trabajadoras de residencias de los rebrotes en Aragón.

Tampoco se puede calificar de exitosa la ‘vuelta al colegio’ programada por el ejecutivo aragonés. Aunque tuvieron desde marzo para preparar un regreso a las aulas protocolizado y ‘seguro’, parece que la improvisación fue la constante del Departamento de Educación. Esta improvisación de la DGA llegó hasta el punto de provocar una huelga de docentes para reclamar una vuelta al colegio con más profesorado, ratios más bajos y nuevos espacios. Como respuesta a las críticas, el Gobierno de Aragón optó por intentar censurar y controlar la información en los centros educativos.

Finalmente, llegamos hasta octubre. La curva de contagios, ocupación de camas ucis, tasa de positividad, e incidencia acumulada siguen disparadas y creciendo. En el plano sanitario la cosa sigue pues yendo mal, muy mal. Y respecto a la economía, peor. Despidos en el sector industrial, Alumalsa en Zaragoza, o un nuevo cierre de fábrica de zapatos en Illueca como ejemplos recientísimos.

Hagamos una pequeña parada en la gestión de datos y comunicación por parte del Gobierno de Aragón. Más allá del intento de censura y control de la información sobre los centros escolares, analicemos someramente los cuatro datos más destacados comunicados habitualmente por las instituciones y que se han convertido en la referencia para adoptar unas medidas u otras: número de contagios en 24h, % de ocupación de camas uci, tasa de positividad, y % de incidencia acumulada.

Empezaron haciendo un trabajo adecuado, pero con los meses han ido cayendo en una suerte de ejercicio rutinario y obligado. En la actualidad, y con la excepción de la página de transparencia de la DGA, que sí presenta los datos actualizados y de forma sencilla, accesible y comprensible, aunque incompletos (falta, al menos, presentar del mismo modo el % de incidencia acumulada), las comunicaciones oficiales de la DGA se han convertido en un jeroglífico que mezcla datos a 24horas con otros semanales, o la incidencia acumulada a 7 ó 14 días según convenga y sea esta más baja. Es decir, en la DGA se hacen trampas al solitario y pretenden colar la trampa al resto de la ciudadanía. Provocando el efecto contrario al deseado, pues la falta de claridad asegura extrañeza, desazón e incertidumbre.

Pero además, este pasado martes una representante de un sindicato médico afirmaba en la Televisión concertada aragonesa que “los datos que está dando el Gobierno de Aragón sobre ocupación de UCI del 40% los calcula contando con las camas UCI extra que se instalaron durante el confinamiento de marzo y abril y que ahora no están desplegadas”. Si no podemos confiar en los datos comunicados por nuestro gobierno tenemos un serio problema añadido, y sumamos al COVID y sus consecuencias económicas, una falta de confianza en la DGA que aumenta la desafección de la ciudadanía aragonesa hacia sus instituciones. Mal camino este.

Con todo esto encima de la mesa el Gobierno de Aragón sigue decidido en su apuesta por la ‘gestión blanda’, de la que ya conocemos su ineficacia contrastada.

¿Y las propuestas? ¿y las soluciones? Pues en AraInfo no somos expertas en pandemias, ni en economía, somos trabajadoras de la comunicación, contamos lo que ocurre, no lo que nos gustaría que pasara, así que nuestras propuestas seguramente tendrán la misma validez que si las hiciera la bullonera de un botijo, pero ahí van algunas que sí han funcionado en otros países: confinamientos completos y rigurosos al detectar nuevos casos, test masivos y seguimientos eficaces -rastreadoras: humanas, y tecnológicas-, refuerzo real de la atención primaria sanitaria, renta básica para toda la ciudadanía aragonesa (durante, al menos, 12-18 meses y un importe no inferior al SMI, esto gustará tanto a socialdemócratas -reparto de la riqueza- como a liberales -el dinero mejor en tu bolsillo que en las arcas del estado- que permita ‘parar’ la economía, moratorias del pago de impuestos a las empresas obligadas a ‘parar’ ¿y esto cómo se paga? pues dinero siempre ha habido, otra cosa son las prioridades políticas, comunicación institucional clara, sencilla y eficaz, y por último, cierre de fronteras y cuarentenas para las excepciones.

Y con todo esto, ahora sí, a esperar que las vacunas y/o terapias contra el COVID-19 lleguen cuanto antes y sean eficaces.

Artículo original en  https://arainfo.org

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