L’Incantari brilló con luz propia

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Texto e imágenes: Jaume Garcia Castro

 

Binéfar, 23 de febrero de 2014.- Ayer vivimos otra jornada de buena música en Binéfar. En esta ocasión el escenario era el del Teatro Municipal Los Titiriteros de Binéfar y el grupo que presentaba su propuesta musical era L’Incantari, quienes aprovecharon la cita para presentar las canciones que conforman su primer álbum, Échate a la mar, que aparecerá publicado en los próximos días.

Ya desde las primeras notas del concierto, el público mínimamente acostumbrado a escuchar música se dio cuenta de que L’Incantari traía una propuesta diferente a lo que se suele entender por música sefardí. Normalmente, estamos acostumbrados a escuchar a grupos que reconstruyen la sonoridad de la época en la que se compusieron esas canciones utilizando instrumentos musicales de la época o sus recreaciones modernas. De hecho, el anterior proyecto musical de Lucía Samitier y Arturo Palomares, Pneuma Música Antigua, sí que era un grupo que recuperaba y recreaba la música de esa época, pero L’Incantari va más allá.

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Las primeras notas creaban una atmósfera, nos introducían en un universo sonoro mestizo, no solo el contemporáneo a la composición de las piezas, sino a toda una serie de tradiciones y herencias musicales, las que han influenciado a los músicos que ocupaban el escenario. Y es en esa mezcla, heterogénea y exótica, donde L’Incantari se crece y se hace rico, musicalmente hablando. Un sintetizador, una viola de gamba y la percusión sentaban las bases del concierto ya en sus primeros compases. Estaban abriendo una puerta a una interpretación musical en la que tradición y modernidad se daban la mano. El piano, un instrumento moderno, ejerce de elemento rompedor de esta tradición, del mismo modo que lo hacen los sintetizadores y, en ciertos momentos, alguno de los elementos de la percusión. Y esta ruptura, este distanciamiento, es a la música lo que el verfremdungseffekt brechtiano era al teatro, un elemento que, lejos de apartar, introducía al público dentro de la acción dramática, en este caso dentro de la música. Por eso dentro del concierto pudimos oír de todo: tanguillos, habaneras, jazz, flamenco… todo estaba dentro del espectáculo, pero actuaba como elemento cohesionador de las diferentes piezas musicales. En lugar de un viaje hacia la edad media o el renacimiento, vivimos un viaje hacia un universo sonoro. Y ese universo sonoro se llama L’Incantari, ni más ni menos.

Para poder conseguir ese efecto en el público, es evidente que es necesario ir bien arropado. Ayer fuimos afortunados ya que pudimos ver a la formación en una configuración de cinco músicos, algo realmente difícil en los tiempos que corren. Los teclados de Andrés Gil crearon la atmósfera necesaria para que el espectador entre dentro de la propuesta que nos explican, Ana Cerezo con su voz, la viola de gamba y la fídula, dotó de tridimensionalidad sonora a las piezas musicales presentadas, unas piezas que necesitan de ese relieve cromático para no resultar algo monótonas para un público del Siglo XXI, y la percusión de Manu Sesé que ilustró a trazos, con suma delicadeza, creando un equilibrio y un balance que se agradecen mucho. Al frente están las voces de Lucía Samitier y Arturo Palomares, equilibradas, templadas y bregadas en estas lides, así como su participación con el arpa céltica Lucía y con las guitarras y laúdes Arturo. El conjunto es de una eficacia contundente y una frescura ilusionante.

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Tamarite puede sentirse orgullosa de tener a L’Incantari, un grupo musical que puede mirar de frente y hablar de tú a tú a los más consagrados grupos musicales internacionales que hacen de la reinterpretación del folklore su bandera. En el concierto empecé a compararlos mentalmente con otros grupos, en este caso de origen celta, como Capercaille o Relativity o con grupos tan especializados como Dead Can Dance y lo cierto es que aguantaron la comparación sin demasiados problemas, aunque es cierto que todavía tienen un margen de mejoría. Sin complejos, hay que decir que estamos ante una formación que, a poco que los programadores musicales les cuiden un poco y ellos se tomen muy en serio su trabajo, pueden llegar muy lejos. Esperemos estar en lo cierto. Por lo pronto, me siento un privilegiado por haber estado ayer en el teatro.

Para más información: www.lincantari.com

 

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