Texto e Imágenes: Jaume Garcia Castro
Binéfar, 8 de noviembre de 2013.- Durante siglos, una de las más importantes formas de comunicación de la Humanidad han sido las obras de arte. La pintura, la escultura y la orfebrería eran doscientos años atrás lo que internet y los móviles son ahora. Hoy en día nadie espera durante meses a que le llegue un retrato pintado de su prometida para verle el rostro por primera vez, como sí lo hacían en el Siglo XVI, ahora basta pulsar una pantalla táctil para que una imagen dé la vuelta al mundo en cuestión de milésimas de segundo. Por ello, a medida que la tecnología fue avanzando, los pintores iban dejando de ser artesanos para convertirse en artistas. El punto álgido del arte y el artista se alcanzó a finales del Siglo XIX y principios del XX, justo cuando la fotografía alcanzaba su edad adulta y el cinematógrafo arrancaba a andar, provocando que las artes pictóricas y escultóricas tuvieran que dar un giro radical a su razón de ser para evitar desaparecer.
Hoy, más de un siglo más tarde, la pintura sigue siendo una de las bellas artes más apreciadas por el gran público. La realidad expresada audiovisualmente no suscita el mismo interés que al principio, ahora forma parte intrínseca de nuestra comunicación. Por ello, hoy en día los pintores vuelven a tener una legión de seguidores que aprecian su técnica y su obra. Por otra parte, muchas personas han perdido el miedo a enfrentarse ante un lienzo y se atreven a pintar, a expresar su creatividad artística a través de técnicas que se llevan transmitiendo de generación en generación desde hace miles de años. Hoy, cuando vamos a una exposición de pintura, vamos a contemplar no solo la obra de uno o varios artistas, sino a toda una larga tradición humana, tan antigua como la propia humanidad. Al fin y al cabo, la pintura es una de las pocas cosas que todavía hoy tenemos en común con nuestros antecesores de las cavernas.
Esta reflexión me vino a la cabeza contemplando las obras de los tres pintores que exponen en la sala del Ayuntamiento de Binéfar desde el viernes 8 hasta el próximo 24 de noviembre en una exposición titulada Encuentros con el color. José Antonio Gabás, Olga Latorre y Marita Nadal son los tres artistas que muestran sus obras en esta exposición en la que encontraremos a tres artistas en distintos momentos de su evolución pictórica, pero que tienen en común que su búsqueda transita por caminos muy interesantes. Los tres son alumnos de Juan de Pano, profesor de dibujo del IES Mor de Fuentes, de Monzón, y director del Taller de Artes Alcort, de Binéfar, y se han unido en esta exposición para mostrar su obra a sus convecinos.
Si empezamos a ver la exposición siguiendo el movimiento de las agujas del reloj, el primer muro decorado con pinturas es el que aloja la obra de José Antonio Gabás, residente desde hace años en Binéfar. De los tres artistas es el que más recientemente se ha decidido a explorar su creatividad en el mundo de la pintura. Su estilo, joven, fresco, dinámico, está aún por definir. Se trata de un artista en busca de un estilo propio, pero podremos observar un interesantísimo trabajo, más que de color, de luz. Su pintura es fresca porque la luz que lo impregna es real. Gabás ha sabido captar perfectamente los tonos de los matices lumínicos y las sombras correspondientes. La luz en sus obras tiene vida propia, y eso es algo que no se aprende, o se tiene o no se tiene. Gabás tiene ese talento y ahí radica el interés de su obra primeriza. Veremos cómo evoluciona en los próximos años, pero tiene un esperanzador inicio.
Marita Nadal es una artista sobradamente conocida en la comarca. El pincel era para ella una primera forma de expresión hasta que con quince o dieciséis años lo dejó. Ya en su madurez ha vuelto a recoger los pinceles y ha encontrado un estilo propio, realista. El retrato es el terreno en el que Marita se encuentra cómoda y donde obtiene resultados realmente brillantes. La hemos visto en muchas ferias ofreciendo sus cuadros, normalmente pequeños retratos muy naíf de gatos o perros, son obras que nada tienen que ver con lo que se muestra aquí. Los retratos aquí expuestos son pinturas, es cierto, pero con un elevado fondo fotográfico. No en su técnica, lejana al hiperrealismo, sino en su textura final, en que la artista sabe plasmar sobre el lienzo el alma de la persona retratada. Eso es muy difícil y meritorio.
La tercera artista exponiendo es Olga Latorre, pintora montisonense muy influenciada por los impresionistas, como se podrá comprobar, pero que tiene en un uso de alto rango de la paleta de colores su interés y su marca personal. Aparte de la temática y del resultado final de la obra, podemos observar un trabajo muy meditado, pincelada a pincelada, donde nada parece puesto al azar. Así como hay pintores que son todo inspiración, Latorre da la impresión de ser todo trabajo y estudio. Y de repente, aparece una pincelada, una simple pincelada, que demuestra su genio y su temperamento. Y por esa simple pincelada, sus cuadros pasan a un nivel muy superior. Son esos ecos de lo que podría ser si se decide a soltarse el pelo, pictóricamente hablando, los que me hacen pensar que podemos estar ante el inicio de una carrera interesantísima. Me haría mucha ilusión acertar en este pronóstico.
Estamos, pues, ante una exposición muy destacable en la que tres personas están dejando los anclajes de ser artesano y han encontrado, cada uno a su manera, un camino para convertirse en artistas. Soy de la opinión que son las obras de arte las que convierten a uno en artista y no a la inversa. En este caso hay tres personas que han empezado a serlo y esperemos que sigan ese camino que han abierto, a ver hacia dónde les conduce. No se pierdan la exposición, vale la pena.