. . . Ahora mismo la política se ha convertido en una especie de nichos separados; por mucho que se utilice la palabra intersectorialidad, en los resultados prácticos ves que lo que hay son conflictos muy concretos, muy mediáticos, y que nuestra atención va de un conflicto a otro, de un nicho a otro, dependiendo de la polémica o de la ofensa de esa semana.
Entonces, esta semana toca la polémica con el tema de la transexualidad o transgénero, pues allí vamos todos a ver qué es lo que ha ocurrido, quién ha dicho qué… Pero no hay una visión general y global del conflicto político . . .
[Es] la trampa de las identidades, cómo las identidades se han convertido en una forma de expresarnos porque nuestras tres grandes identidades, que eran la identidad de clase, la identidad nacional y la identidad religiosa, se han difuminado completamente en los últimos 40 años. Sin embargo, la identidad religiosa y la nacional están volviendo con fuerza y de la forma más reaccionaria.
Sin embargo, la cuestión de clase sigue olvidada y no me parece que nadie quiera recuperarla. Cualquier hecho político se expresa mediante una identidad, pero no se puede reducir sólo a ella . . .
Es verdad que hay cuestiones específicas, pero se diría que, mientras en el siglo XX lo que se buscaba era cómo unir a la gente . . . en el siglo XXI el activismo lo que busca es exagerar las diferencias entre los individuos hasta el punto de que parece que los pone a competir entre sí . . .
¿Qué es lo que pasaba cuando un grupo de personas se juntaba? Exigían medidas materiales colectivamente para paliar sus problemas . . . Ahora resulta que todo se reduce una cuestión simbólica y, por tanto, la política queda reducida a un juego de ofensas. Al capitalismo le viene estupendo mientras estamos entretenidos en esa serie de trampantojos y no nos fijamos en temas esenciales.
Daniel Bernabé, entrevistado en eldiario.es ; Madrid : Diario de Prensa Digital, 22 junio 2018 (extr. La Litera información)