Carbonell y Paz recuerdan a Labordeta

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 El pasado sábado 4 de mayo el Teatro Titiriteros de Binéfar acogió un espectáculo basado en el recuerdo y la admiración hacia uno de los hombres más queridos en Aragón en los últimos tiempos: José Antonio Labordeta. Una tarde con Labordeta contiene la proyección de un mediometraje documental, Con la voz a cuestas, y la actuación de dos de los pesos pesados de los cantautores aragoneses, dos hombres cuyas voces forman parte de la banda sonora aragonesa, ambos turolenses, ambos cantautores, ambos más interesantes aún de lo que ya de por sí uno se imaginaba antes de conocerlos personalmente. Joaquín Carbonell y Eduardo Paz me acogen amablemente en el camerino apenas una hora antes del inicio del espectáculo. Mientras Carbonell sigue supervisando en el escenario los aspectos técnicos de la proyección del mediometraje que dirige junto a José Miguel Iranzo, Paz me invita a empezar a hablar.

La Litera Información: Este espectáculo es un repaso a vuestra historia en común con Labordeta. ¿Cuándo empezó esta relación de colaboración con él?

Eduardo Paz: Yo conocí a Labordeta hace ya mucho tiempo. No fui alumno suyo como Joaquín, ¿sabes? [Eduardo Paz hace referencia a que José Antonio Labordeta fue profesor de Joaquín Carbonell en el Instituto Nacional de Bachillerato Ibáñez Martín, de Teruel, donde también tuvo como profesores a José Sanchis Sinisterra y a Eloy Fernández.] Desde el principio de los años 70, cuando se hizo el Primer Encuetro de Canción Popular Aragonesa en el Teatro Principal de Zaragoza, creo que fue en el año 72, ya lo conocí personalmente. Pero yo era un crío, él era un señor famoso, con bigote, mayor… Para mí, durante todos aquellos años 70, que fueron los años potentes de la canción popular y del antifranquismo final y del principio de la democracia, Labordeta era un personaje que sobrevoló mi vida personal y profesional. Sí que coincidíamos en algún escenario pero no teníamos mucha relación, es más, lo recuerdo poco, fíjate. Recuerdo más una presencia, algún episodio puntual y poca cosa más. Cuando murió Franco fuimos a saludarlo a su casa porque se iba de viaje, pero pocas cosas más. Tuvimos una relación cercana e intensa sólo en los últimos 4 años de su vida. Hicimos muchos conciertos juntos los tres, con Joaquín, grabamos dos discos juntos, viajamos en furgoneta mucho, él estaba  desinhibido, disfrutando de sus últimos años, completamente relajado.

LLI: Bueno, ya había hecho toda una carrera artística…

EP: Sí. Sin embargo yo creo que en estos últimos cuatro años, esta actividad le ayudó a llevar el día a día de la enfermedad, porque yo creo que se reencontró con su auténtica vocación que era el escenario. Labordeta era poeta, músico, político, pero sobretodo era un hombre de escenario. Era un comunicador nato, si fuera un poco cursi diría que lo suyo con el escenario era un acto de amor, pero bueno, es un acto de comunicación puro. Y eso creo que a José Antonio era lo que más le gustaba sobre todas las cosas. Y estos cuatro años creo que le facilitaron cerrar el círculo de su vida. Él estaba muy contento, me consta, porque se le notaba y porque, como nos ha dicho muchas veces Juana, su mujer, le gustaba ir con gente joven, con sus músicos, unos músicos excelentes, de altísima calidad, que tenían hacia él un respeto naturalísimo. Él era un tipo que no se daba importancia a sí mismo, era un hombre importante que no se daba importancia.

LLI: Suele pasar. Los hombres importantes no se dan importancia, en cambio los ningunos suelen darse mucha importancia a sí mismos.

EP: Exactamente, así es. En estos cuatro años he tenido la oportunidad de conocerle bien. Hablamos mucho; nos reímos mucho; bebimos, porque él bebía, no mucho, pero le gustaban sus whiskys… Y fue muy agradable conocerlo así, de esta forma tan agradable. Conocer a la persona, porque al personaje ya le conocía de sobras, claro.

LLI: ¿Fue para tí un profesor o un maestro?

EP: No, él no impartía clases. Bueno, sí que fue profesor de Joaquín, literalmente, en el Instituto, pero en la vida él no impartía clases. Pero su experiencia, su prestigio, su bonhomía, su ironía, a veces su excepticismo, hacían que en muchos momentos repartiera un cierto magisterio, sí. Ciertamente.

LLI: Alguna enseñanza le impartiríais vosotros a él, también.

EP: Yo tengo hacia la pulsión poética de Labordeta un enorme respeto. Y creo que ese aspecto de su trabajo no lo desarrolló lo suficiente y yo se lo decía mucho. ¿Por qué no lo desarrolló? Precisamente por lo que comentábamos antes, por que le gustaba mucho el escenario, y al escenario no puedes ir sólo a jugar, tienes que introducir también elementos de compromiso. Eso hizo que dejara un poco a parte la poesía. Yo se lo decía siempre y él estaba de acuerdo conmigo, pero en la vida uno hace, generalmente, lo que toca hacer, no lo que uno quiere.

LLI: Ahora quizás me dirás que estoy equivocado, pero en el sentido de presencia en el escenario, en la teatralidad, Labordeta me recuerda a otro gran cantautor, otro gran personaje, en este caso de Alcoi, en el País Valenciano, me recuerda a Ovidi Montllor.

EP: No lo había pensado nunca. Claro, Ovidi se murió muy joven, casi no tuvimos ni tiempo de ver hacia dónde se decantaba su carrera, porque era más actor que cantante. El aspecto de actor de Ovidi era muy evidente ya en sus conciertos, antes de que se pusiera a hacer cine, Furtivos (José Luis Borau, 1975) y todas esas cosas. En el escenario, bueno, todos lo comentábamos, cómo movía las manos, las inflexiones de su voz… En ese sentido Labordeta también hizo televisión y la hizo muy bien, algo más que dignamente. Y luego está su faceta de político, que es con la que menos comulgo yo, no por el partido al que se adscribió, sino por el hecho de tomar partido. Creo que este hecho le impidió entrar en el Panteón de los Aragoneses Ilustres (sonríe). Está en el Panteón, pero ya no está al nivel del Símbolo. El Símbolo tiene que estar por encima de los sectores, el símbolo es La Bandera, La Justicia, La Virgen del Pilar, La Jota… Al decantarse por un partido, Labordeta bajó un peldaño y ya no puede ser un símbolo. Vuelvo a recordar, uno hace en la vida, no lo que quiere, sino lo que puede. Yo creo que entró en política no por necesidad, sino por romanticismo, por venir de la tradición del PSA, que está muy bien explicado en el libro de Joaquín [Se refiere a Querido Labordeta, un auténtico éxito de ventas, 25 semanas en la lista de los más vendidos en Aragón, siendo el nº1 durante 15 semanas], consideró que la Chunta era heredera del espíritu de aquel Partido Socialista Aragonesista tan pequeñito y romántico y se apuntó a hacer política. Y alguna cosa trajo para Teruel, que se batió el cobre con Solbes y se trajo algo para Teruel, ahora no recuerdo el qué. Bueno, es contingente. A él le jode mucho haber legislado, porque lo aleja de Costa, que no legisló. De hecho en su lápida lo dice: «Nunca legisló». Pero le jodía como me joden a mí estas cosas, con una sonrisa debajo del bigote. Pero insisto, eso es contingente. La figura de Labordeta es importante, hoy por hoy, por sus canciones.

Aquí Eduardo Paz hace una pequeña pausa, como para ordenar sus ideas y prosigue:

EP: Más allá de su postura personal, más allá de sus compromisos personales, están sus canciones. Y para mí, sus canciones, no en el disco, sino en el escenario. Es un recuerdo que  conservo de Labordeta, de esos conciertos que dábamos juntos, cuando él salía solico al escenario. Conservo esa imagen: él solico, con la guitarra, con aquella voz, una voz que no le había cambiado ni un átomo, y era una figura alucinante. Y eso, bajo mi punto de vista, es lo más importante de Labordeta. Lo demás lo podemos analizar de mil maneras, tiene su importancia, pero bajo mi punto de vista, José Antonio era él solo, en el escenario, con su guitarrica, el vozarrón y sus canciones y el escenario.

Mientras Eduardo rememora a Labordeta encima del escenario, se abre la puerta del camerino y entra Joaquín Carbonell. Lo hace en silencio, para no molestar, y escucha atentamente a Eduardo Paz.

LLI: El espectáculo supongo que debe surgir como una especie de homenaje a…

EP: No, no es un homenaje. Nos han llamado muchas veces para ir a hacerle un homenaje y salvo una vez que le hicimos un homenaje en vida, creo que no hemos ido a ningún otro homenaje.

Joaquín Carbonell: Es un espectáculo sobre la obra de Labordeta, sobre sus canciones. Claro, es un recuerdo desde el punto de vista de quienes hemos compartido muchas horas de furgoneta yendo de un sitio a otro para el concierto, tantos escenarios, tantos pueblos… En el fondo es un homenaje, pero la palabra no nos gusta. Un homenaje se le hace al jefe cuando se jubila, por eso el espectáculo es eso, un espectáculo. Por eso lo titulamos Una tarde con Labordeta, algo más sencillo, más como era él.

EP: Es más un recuerdo de cómo eran los ratos de camerino, las charradetas… Es un recuerdo a la voz de Labordeta. De hecho, la mayoría de las canciones que cantamos son de Labordeta.

LLI: El título es como una invitación…

JC: Sí. En este país hay que tener mucho cuidado con lo que ponemos en boca de los muertos, porque los muertos no se pueden defender, incluso de los amigos. ¡La de barbaridades que han hecho los amigos a los fallecidos! Yo me atreví a escribir un libro sobre él, escrito desde un punto de vista de amistad, muy respetuoso y sacando lo más brillante de él, desde una vertiente muy respetuosa. Y ahora también el documental y el espectáculo.

LLI:Es cierto, el documental que se proyecta lo dirigiste tú.

JC: Lo hice yo junto con José Miguel Iranzo. Ya habíamos hecho otro anteriormente, otro documental sobre José Iranzo, El pastor de Andorra, que quedó muy bien. Entonces nos volvimos a reunir y nos preguntamos a ver qué otro personaje podría estar a la altura de El pastor de Andorra y enseguida surgió el nombre de Labordeta. Se lo planteamos, era el año 2008, dos años antes de morir. Se le ve estupendo en el documental, no se nota que tenía un cáncer. En realidad el cáncer no le afectó demasiado hasta poco antes de morir.

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LLI: ¿Cuánto tiempo hacía que sabía que tenía un cáncer?

JC: Desde el 2006. En 2007 hicimos los tres un concierto en Zaragoza que se convirtió en un disco, en el 2008 grabamos la película, en septiembre de 2009 da el último concierto en Egea, en octubre de 2009 fue pregonero de las fiestas del Pilar en Zaragoza, y en 2010 ya no cantó, murió en septiembre, pero hasta 2009 cantaba mucho, estaba en forma y le gustaba. Disfrutaba.

EP: No había perdido nada de voz. Se le había asentado. En canto lírico es diferente, a cierta edad se pierde tesitura. Pero nosotros cantamos folklore, la presión es diferente, es mucho menos estresante, tiene otro desarrollo, no es tan exigente. Nosotros hemos ganado tesitura con el tiempo. Por eso, por la presión que tienen que aguantar, la exigencia de la técnica y del público, los cantantes de ópera tienen muchas manías, como los futbolistas. Son muy metódicos y supersticiosos. En cambio, Labordeta no pedía nada. Nada. 

JC: Hombre, le gustaba el whisky

EP: Si, pero un vasito. 

JC: Era muy frugal. Y comía de todo.

EP: Los músicos tenemos nuestras manías, pero él no. Todo le parecía bien. Todo el mundo le quería, le respetaba. Y era un respeto muy natural, muy de verdad.

JC: La gente le veía por encima de lo que él creía. Él no se daba la importancia que realmente tenía y la que los demás le dábamos. Le daban más importancia de lo que él creía que se merecía.

EP:Es cierto, él se quitaba mucha importancia. Su actitud en el escenario era… no había nada más que la guitarra y él.

JC: Se lo pasaba bien.

EP: Sí, se lo pasaba muy bien. Y cuando salíamos los tres la cosa cambiaba porque Joaquín siempre es muy enredador…

JC: Claro, y le cambiaba el espacio escénico. Antes estaba él solo con la guitarra y cuando cantábamos los tres juntos parecíamos Los Tres Sudamericanos.

Aquí nos reímos los tres de la ocurrencia de Joaquín Carbonell. La verdad es que la conversación ha dejado de ser una entrevista ya hace rato para convertirse en un recuerdo del compañero que no volverá.

JC: Recuerdo un día, una actuación, un concierto en Graus. José Antonio se había bebido tres whiskys antes de subir al escenario, algo que nunca hacía, nunca, y estaba contentillo, jejeje, y mientras cantábamos los tres le pregunto: «¿Qué te pasa?» y me dice: «Nada, que me he tomado tres whiskys» y se ríe y añade: «¡Pero no se lo digas a Eduardo!«. Estuvo diciendo tontadas todo el concierto, jajajaja. Estuvo muy divertido.

No es la única anécdota divertida que me cuentan de Labordeta. Joaquín Carbonell recuerda una que es muy propia del personaje que han descrito durante toda la conversación.

JC: En la época de mayor éxito de Labordeta, al principio de la democracia, solíamos actuar diez veces y cobrar solo dos. No entendí nunca el porqué, porque siempre estaba lleno, pero era así. Labordeta acabó de cantar su recital, un gran éxito, todo lleno de gente. Y llegan al camerino los organizadores y le dicen: «Bueno, José Antonio, lo siento mucho, pero no te vamos a poder pagar«. Y él les contestó con su socarronería: «Pues habérmelo dicho antes, que os hubiera hecho otro precio«. Muy aragonés eso.

EP: ¡Mucho! ¡Que contestación más baturra!

JC: Es Buñuel, o Goya. Es muy aragonés.

Faltan 30 minutos para que empiece el espectáculo y me despido de Eduardo Paz y de Joaquín Carbonell. Tienen que prepararse para la actuación y ya he abusado demasiado de su amabilidad. Lo cierto es que ha sido una entrevista muy bien aprovechada porque he tenido la oportunidad de conocer un poco mejor el carácter de Labordeta, pero sobretodo porque he conocido el lado humano de dos artistas de verdad, y créanme que ese lado humano es inmenso. Ha sido todo un lujo poder conversar con otros dos artistas que son más importantes de lo que ellos mismos se consideran.

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