La monogamia es el único pacto social, junto con el patriotismo (la otra gran forma de monogamia) que es intocable, incuestionable. Hemos dejado de creer en dios, en el capital, en el patriarcado y en los telediarios. Nos hemos cargado la virginidad obligatoria, el matrimonio obligatorio y la heterosexualidad obligatoria . . . pero al llegar a casa acabamos refugiadas en el esquema conocido de siempre: una cosa es ser liberal y otra cosa muy distinta es ser cornuda . . .
. . . si nuestro amour nos pidiese dejar de hablar con los demás de por vida nos parecería aberrante y saltarían todas las alarmas del maltrato. Pero al tiempo que pensamos el amor como un sentimiento exclusivo, pensamos el sexo más como un vicio que como una parte esencial del ser, necesaria y constituyente de la vida. Por eso cuesta tanto reivindicar y defender la diversificación sexual . . .
El cambio de paradigma que propone la ruptura de la monogamia obligatoria no es la banalización definitiva de los amores, sino todo lo contrario: el compromiso final, el que late en el fondo de los compromisos políticos, ideológicos y sociales, pero que es bastante más jodido, bastante menos vistoso y bastante más arriesgado.
Brigitte Vasallo: «Romper la monogamia como apuesta política», en pikaramagazine.com ; Bilbao : EME Komunikazioa, 2013-03-22 (extr. La Litera información)