Ana Domínguez, la «Concha Velasco» de El Temple

La Litera información cumple hoy, día de San Jorge, Sant Jordi, San Chorche, un año de su nueva etapa; y queremos celebrarlo con una nueva serie. En este espacio queremos hablar de y con mujeres de la comarca o vinculadas a la misma.

Comenzamos con Ana Domínguez Ibánez.

La Litera información cumple hoy, día de San Jorge, Sant Jordi, San Chorche, un año de su nueva etapa; y queremos celebrarlo con una nueva serie. En este espacio queremos hablar de y con mujeres de la comarca o vinculadas a la misma.

Comenzamos con Ana Domínguez Ibánez.

Ana Domínguez Ana nació en El Temple hace los suficientes años como para jubilarse después de 42 ejerciendo de maestra, la mayor parte de ellos en Altorricón. Ha sido maestra rural y concejal  de pueblo, ahora  practica el arte de la jubilación , continua haciendo teatro y ejerce de abuela primeriza.  Ana Domínguez no habla: ríe con una carcajada casi constante; tanto, que no me apetece poner cara de entrevistadora, prefiero dejar que la entrevista salga sola.  

Ana y sus padres vivían en el paraje Paridera Baja —lugar donde se rodaron numerosas escenas de La novia de Paula Ortiz— a la espera de una vivienda en el pueblo de colonización de El Temple. De allí partió 19 años después a su primer destino, Aneto, en la Ribagorza: el último pueblo aragonés antes del Valle de Arán.

Imma —Cuenta, cuenta.

Ana —Cuando aprobé oposiciones y tenía que pedir destino, decidí irme lo más lejos posible de mi casa, porque con 18 o 20 años lo que quería era ir por el mundo sin que nadie me controlara. Llegué a Aneto para San Miguel, a finales de septiembre, y empezó a nevar, y nevó y no paró; un año de nieve. Tanto que aprendí a esquiar sacando los esquís por la ventana de la escuela. La nieve me gustaba, lo que no me gustaba era que no me dejara salir del pueblo a parrandear. Al año siguiente pedí excedencia y me fui a trabajar al Juan March, un colegio que había en el Valle de Arán para promesas del esquí.

Imma —¡Ah! ¡Mira!

Ana —En mi clase estaba el actual presidente de la Asociación de Empresarios del Valle de Arán, Juan Antonio Serrano, que me decía en las pistas: «Seño, ¿me sigues?», y yo: «¡Pues no!». En Viella me lo pasé muy bien, pero cuando llegó final de curso y me di cuenta de que no había hecho más que inaugurar pistas de esquí y discotecas, pensé: «Céntrate porque esto no puede ser». Entonces pedí reingreso en el magisterio nacional. Quería Barcelona pero me obligaron a reingresar el la misma provincia donde había pedido la excedencia, o sea en Huesca. Entonces fui provisional a Tamarite, que es donde conocí al novio, y le dije: «Tú me sacas de paseo pero yo me voy».

Imma —¿Cuántos años tenías cuando le dijiste eso al pobre José María?

Ana —Veintitrés, una cosa así. Entonces estuve ese año en Tamarite; pero el que la sigue la consigue, él fue más así. Entonces pedí Barcelona porque quería seguir estudiando. Me dieron Capellades, estuve un año en Capellades y a continuación volví a pedir traslado y me dieron Tarrasa, y estando en Tarrasa un día le dije al novio: «Estoy hasta el gorro de venir los fines de semana a Tamarite y estar viendo la televisión con tu padre». Y entonces nos casamos, no podías hacer otra cosa para irte a vivir con el novio. Yo seguía en Tarrasa, y en el 79 había una vacante por aquí cerca y me vine a la escuela de Altorricón. Y aquí estuve 33 años. Y hasta que la muerte nos separe, que es lo que me daba miedo que pasara.

Esta es la historia de por qué me casé con un chico de Tamarite siendo que yo estaba por el mundo mundial.

Imma —Ana, tú eres una persona muy inquieta, conciliadora aparte de muy alegre.

Ana —Yo procuro reírme todo lo más posible, así me han salido tantas arrugas.

Imma —Y ¿cómo se es maestra en un pueblo al tiempo que se es concejal? ¿Cómo interfiere eso? ¿No has encontrado oposición al estar en la escuela y el Ayuntamiento a la vez?

Ana —No, pienso que el carácter que tú decías, conciliador, influye para suavizar momentos. Bueno, antes que concejal fui juez de paz, que eso también imprime carácter: la figura del juez de paz es algo indefinido, que nadie sabe para qué sirve; y tuve que poner paz alguna vez y a algún hombre hecho y derecho lo puse firmes, y con el ji ji ja ja le hice pasar la tubería por donde yo le dije, así mismo.

Lo de ser maestra lo llevaba rodado, la gente ya me conocía en el pueblo, enfrentamientos no había tenido… Algunas veces con algún padre te encuentras en situaciones en que no acabas de encajar ideas, o que chirría; pero no había tenido problemas graves.

Luego mis concejalías también eran muy fáciles de llevar en este sentido. Cultura y fiestas no creaban excesivos conflictos, al contrario. Muchas horas de dedicación y mucha faena; y no me importa, me sirvió mucho para conocer a la gente y me relacioné con gente que si no hubiera sido por eso nunca hubiera conocido. El trabajo en el Ayuntamiento lo hacía cuando salía de la escuela, nunca pedí fiesta para dedicarme al Ayuntamiento.

Imma —¿Qué tal la experiencia política? Tu profesión la has elegido tu,¿ ser concejal también.?

Ana —Me tuvieron que convencer porque no quería entrar en ese rollo, pero me sirvió para distinguir entre la gente que va de buena fe, que he tenido a mi lado para lo que he necesitado, y gente con un morro que se lo pisaba y gente que entraba en el Ayuntamiento para beneficiarse del cargo o de la relación política que podía tener con el resto del personal. Lo he vivido como una experiencia más de la vida.

Imma —Fuiste una innovadora .

Ana —Ya; yo iba proponiendo cosas, y si tenía alguien a mi lado que me ayudaba, adelante… Y tengo que decir una cosa: Salvador nunca, nunca me dijo esto por aquí o esto por allá o esto que acabas de hacer, fuera; no, al contrario. Creo que él conmigo tenía la confianza de que sabía lo que hacía, y de que lo que proponía no era ningún despropósito.

Imma —O sea que tú con Salvador te llevabas bien; porque Salvador ha sido una figura controvertida y sigue siéndolo. ¿No interferíais el uno con el otro?

Ana —¡No! Fue una relación fluida, siempre; y cuando le decía: «En el presupuesto de cultura vamos a invertir más porque quiero hacer esto o lo otro», nunca me puso ninguna pega. Yo creo que pensaba que lo que yo le proponía iba a ser bueno para Altorricón. Creo que dentro de todo Salvador… ha sido controvertido, tiene un genio especial y hay que cogerlo en el momento adecuado, pero él siempre ha querido hacer cosas por Altorricón, ha querido ser un buen gestor de Altorricón. Que lo consiguiera o no ya es otra cosa.

Imma —Ahora te has jubilado, haces muchas cosas que te lo pasas de primera, has hecho teatro con Emma… Y ahora ¿qué haces haciendo teatro, de bruja por ahí?

Ana —A ver, a mi lo del teatro me viene de muy lejos.

Imma —¿Has hecho mucho teatro en política?

Ana —Alguna vez me ha tocado, pero lo de improvisar a mí ya me va bien.

Imma —Improvisas bien, porque el resultado es bueno.

Ana —En política a veces no llevas el papel aprendido, entonces tienes que improvisar; en la política de antes sí, pero ahora… Ahora los papeles están más marcados.

Ana Domínguez, sevillanaPues mi historia en el teatro empieza cuando yo debía tener unos dos años o así. Me subí encima de una jaula de conejos en El Temple, me rasgué el vestido sin querer, y cuando mi madre me descubrió estaba bailando encima de la jaula, y no me pudo pegar en el culo por haberme roto el vestido porque le dije: «Mamá, quiero ser artista» y entonces a mi madre le dio la risa. Tengo que decir que mi madre es muy habilidosa para cantar, para recitar y para esas cosas, también había hecho teatro cuando era joven y aún se acuerda de muchos textos de los teatros que hacía antes de la guerra, así que supongo que de ahí me viene la vena. Bueno, pues esa fue mi primera actuación. Después, en la escuela, siempre hacíamos teatro; también hice teatro cuando era cría, el cura con los jóvenes siempre montaba obras de teatro, y ahí hice una obra con siete u ocho años. Haciendo magisterio hacíamos lo que se llamaba el paso del ecuador, canciones o play-backs; pero de teatro en la escuela Normal no llegamos a hacer grandes cosas.

Imma —¿Cuándo te metes así, de cabeza, y dices: «Venga, voy a aprender»? Porque no has esperado a jubilarte para hacer eso.

Ana —No, luego cuando llegué a Altorricón me enteré que se montaba… bueno, antes de que se montara el grupo de teatro de la comunidad, antes aquí en Altorricón empezamos a hacer teatro con Emma, y después cuando se montó en la comarca como si fuera un taller de teatro, como ya nos habíamos hecho amigas con ella, me iba al grupo de la comarca. La primera obra que hicimos se llamaba Morir, creo que era de Sergi Belbel; esto debía ser el año 1999. Las diferentes escenas eran todo gente que en la primera parte de la historia acababa muriendo, pero en la segunda era la misma escena, pero algo pasaba que no moría. Entonces yo tenía un monólogo —ya me iba bien porque si no a los que actúan conmigo los mato porque no callo, a mí se me puede olvidar el texto pero yo sigo, entonces el otro a ver cómo me da la réplica—; era de una madre que tomaba pastillas, bebía y acababa borracha y al final se moría; entonces, con ese papel, en Alfajarín en la muestra de teatro del año 1999 tuve el premio a la mejor actriz de reparto, tengo un trofeo yo por ahí.

Imma —¿Y esa muestra, cómo se llama?

Ana —Festival Nacional de Teatro Aficionado. Después, en vista del éxito, yo inauguré la Feria de Teatro de la Litera en el año 2000 o por ahí. Era una convocatoria para grupos de teatro aficionados, en principio era de gente de la comarca y alrededores; yo creo que el primer año eran todos de Aragón, y después ya se fue abriendo a Cataluña; incluso un año toda la feria se hizo en Altorricón, y Toni Albá la inauguró un año. El primer año que se hizo la feria era para grupos de aficionados, y entonces iban las actuaciones repartidas por todos los pueblos, y al final había una entrega de premios; luego aquello derivó en que siempre se empezaba o en Binéfar o en Tamarite y para los otros pueblos quedaban menos actuaciones; luego se buscó otro formato, de centralizar toda la feria en un pueblo, pero eso solo se llegó a hacer en Altorricón. Poco a poco aquello fue desapareciendo. Yo creo que el primer formato de ir a todos los puebletes, aunque no fuera de una calidad muy buena, ir repartiendo aquello era lo ideal para que el teatro llegara a todos los pueblos. El año que se centralizó yo era concejal de cultura y dije que todas las actuaciones durante el mes de noviembre las quería para mi pueblo. Para mí otro de los errores que hubo en ese desmonte de la Feria de la Litera fue el buscar, después, para inaugurar y para cerrar, espectáculos de profesionales: si de lo que se trataba era de promover el teatro aficionado para que la gente hiciera esta actividad, pues no. Además el pastón que costaba.

Imma —Eso te iba a decir, es que es un tema también económico. Pero ¿luego lo recuperabais? ¿Era entrada libre?

Ana —La Comarca y el Gobierno de Aragón lo subvencionaban, y los ayuntamientos ponían la sala. Nosotros montamos en el polideportivo un escenario en cada punta, partimos el polideportivo como si fueran dos salas de teatro, y luego teníamos la tercera sala de la Casa de la Cultura; los espectáculos de pequeño formato, los monólogos o dúos, iban a la Casa Cultural, y cuando el formato era mayor pues allí.

Imma —Tú, ¿qué tipo de formación teatral tienes?

Ana —Ah, no, ninguna; he sido siempre amateur.

Imma —Pero habrás hecho algún cursillo, ¿no?

Ana —Sí, he hecho algún curso de las escuelas de verano y así, y luego yo llegué a hacer un proyecto, que nos lo subvencionó la Diputación de Huesca, para hacer teatro como motivación en todas las asignaturas de la escuela.

Imma —¿El teatro como metodología, no limitado a la asignatura?

Ana —Sí, el teatro como instrumento educativo.

Imma —¿Y qué pasó con eso?

Ana —Pues eso se llevó a cabo en el colegio de Altorricón un par de años, pero claro, al final la gente tampoco se implicaba porque no estaban tan locos como yo para hacer teatro en Matemáticas, en Historia y donde fuera.

Imma —Pero ¿en qué consistía exactamente?

<Ana —Pues por ejemplo, en Matemáticas, si estábamos trabajando las monedas, los críos tenían que hacer una situación donde se utilizaban las monedas, un mercado por ejemplo; y en la clase pues improvisábamos el mercado: los críos compraban, vendían y jugaban. O en Historia llegamos a grabar un vídeo de las diferentes épocas históricas, la prehistoria, la Edad Media, o Cristóbal Colón: me acuerdo que hicieron llegar las carabelas con monopatines desde una punta a otra de la clase, iban estirando.

Imma —¡Tiene que ser muy divertido!

Ana —Sí, y además eso no se les olvidaba nunca. Entonces, pues, he ido haciendo teatro porque yo pienso que soy una persona que no tiene complicaciones para imaginar cosas, que a lo mejor a otros les puede parecer que son tonterías pero a mí me ha servido para tener una vida más divertida.

Ana Domínguez, brujaY entonces este verano yo llegué a Laspaúles, que allí tenemos unos amigos, y veo un cartel que pone: «Alfombra roja, se buscan actores para representar no sé qué» y yo dije: «¡Ay, apúntame!». Pues cuando llegó el momento de grabar el programa subí a Laspaúles, hicimos un casting. Las brujas principales tenían que ser las brujas jóvenes y yo soy una bruja vieja y aparezco, tengo un segundo de gloria cuando les grito a los guardias que nos han detenido. Y me lo pasé bomba.

Imma —¿Y te admitieron sin ser de Laspaúles?

Ana —Sí, porque podía ser gente que tuviera algún tipo de relación con el pueblo; entonces como tenía amigos… El primer día la gente del pueblo que se inscribe pasa al casting, explicas… no te daban ninguna  pista, nos dijeron que les explicáramos algo, lo que quisiéramos. Yo, como había dejado a José María en casa el fin de semana solo, pues les expliqué cómo le había preparado la comida para que mi maridito estuviera  contento. Yo creo que el argentino aquel alucinaba diciendo: «Está loca». Y entonces, aquella noche ya decidieron quien hacía cada  papel, y al día siguiente por la mañana hicimos la prueba de vestuario,  maquillaje, ya nos acondicionaron y empezó el rodaje. La gente que tenía papeles más importantes tenia más texto,  pero  yo por ejemplo era en tres o cuatro escenas un par de frases. Pero la gente se lo aprendió.

Y luego otro día, cuando ya tenían montada la peliculeta, nos convocaron y todos los actores pasamos por la alfombra roja, que por eso se llama así, hasta el sitio donde se proyectaba la película, que en el caso de  Laspaúles fue en la iglesia. Pero el juicio de las brujas se  grabó en la  iglesia de Suils; y en la torre de la iglesia de Suils estaba la cárcel.

Imma —Eso es lo último que has hecho. ¿Y qué tienes previsto?

Ana —Ahora no tenemos previsto nada. Estamos con Emma y la gente del Inestable buscando una obra especial, porque el Don Juan ya hace días que se acabó. Yo le estaba proponiendo a Emma repetir una que hicimos, El sexo de los objetos; un montaje muy divertido de Sergi Pompermayer.  Yo le decía: «¡Un musical!» y me decía: «Dame una lista de canciones que crees que se pueden interpretar. Yo escribo la obra». Pero ahí estamos, que no lo hemos hecho. Es una pena que en la comarca no haya más compañías de teatro. Había alguna en Binéfar, pero ahora, que esté en activo, no creo.

Imma —Fuiste abuela hace muy poco. ¿Qué tal este último papel?

Ana —Sí, desde el 24 de enero soy abuela de una preciosa chica, Lara. Mira si te cambia esto de ser abuela que yo, que siempre había sido republicana, ahora le digo a Lara: «¡Ay, mi reina!». También le digo que seremos pareja artística y haremos teatro juntas.

Conozco a Ana hace más de treinta años y sigo viendo en ella  lo mismo que entonces. El paso del tiempo no le ha hecho perder su energía, el brillo en su ojos,  su buen rollo y esa sonrisa constante con la que sube cada día a su propio escenario.

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