Aceites Satué, 50 años de historia

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Hay veces en que al hacer un gesto cotidiano caemos en la cuenta del trabajo y el esfuerzo que hay detrás de ese pequeño gesto. Eso nos pasó hace unos días al verter un chorrito de aceite de oliva encima de una tostada de pan. El simple hecho de untar aceite de oliva, de saborearlo, de aliñar una buena ensalada o para realzar el sabor de un buen plato de patatas hervidas con brócoli lleva detrás un largo trabajo hecho con gracia y esmero por buenos profesionales. En La Litera tenemos muchas almazaras que elaboran aceite de primera categoría y ese es otro ejemplo de cómo, no por el hecho de hacer algo a menudo, no somos conscientes del trabajo que hay detrás. ¿Cuántas veces no habremos ido a una de esas almazaras a comprar aceite? Además, es curioso, el aceite es uno de esos alimentos que procuramos no cambiar nunca. Un determinado sabor de aceite nos transporta automáticamente a nuestra infancia, al lugar donde nuestro cerebro coloca ese sabor en concreto. Asociamos esos sabores con algo placentero, por eso procuramos no cambiarlos nunca.

Aceites Satué lleva dándonos esos sabores desde hace décadas. Hicimos el viaje que muchos de nosotros llevamos haciendo prácticamente toda la vida, nos llegamos hasta Algayón, a la nave que tienen a las afueras de la población y entramos en la tienda donde habitualmente compramos el aceite. Allí nos encontramos con Miguel y Alejandro Satué, padre e hijo, dos de los responsables de Aceites Satué, empresa familiar que ha conseguido destacar por la calidad de sus aceites.

Los hermanos Satué nacieron en el valle de Broto, en un pequeño pueblo llamado Ayerbe de Broto, que por no tener no tenía ni carretera. Para poder ir a otras poblaciones se tenía que atravesar un río y, dependiendo de lo crecido que bajaba, se quedaban incomunicados. Los hermanos Satué, acompañados de algunos tíos solteros, decidieron marcharse de allí para buscarse la vida en otro lugar menos inhóspito. La primera opción era irse a vivir a Barcelona, porque allí tenían familia, pero sus familiares les hicieron ver que en la ciudad solo encontrarían trabajo si tenían una profesión en concreto. Volvieron sus ojos hacia Reus y casi adquieren una finca para explotar avellaneros, pero al final les pareció que aquello tampoco no era lo que querían. Finalmente se fijaron en Algayón, donde tenían una familia conocida que les informó que había una fábrica de aceite en venta. Era 1964, anteriormente sólo habían visto las aceitunas en bolsas, pero se decidieron por comprar la fábrica y así empezó la relación del apellido Satué con el aceite, de eso hace ya 50 años.

En este medio siglo la forma de elaborar el aceite ha cambiado de forma espectacular. Como dice Miguel Satué que “antes se hacía con prensas, con capachos, había que coger la pasta de la aceituna con una pala y otra persona la iba extendiendo. Las decantaciones eran horribles, porque dejabas que se separara el aceite del agua y entonces fermentaba el agua y cogía una acidez tremenda. Era distinto. Ahora que estamos aquí, desde hace 13 años, el método es muy diferente. Ahora no tenemos contacto con el aceite. Entran las olivas, se pesan, se quitan las hojas, se lavan, se bate un poquitín más en frío… En un proceso de una hora y media el aceite ya está hecho y disponible para el consumo”.

Una cosa es el proceso, que es siempre el mismo, pero el sabor del aceite lo determina en buena parte el tipo de oliva que se utilice. En el caso de Aceites Satué, según nos dice Alejandroaquí se utiliza sobretodo la oliva arbequina y también la variedad de aquí, llamada tamaritana o alcampellina, aunque también se usa un poco la verdeña. Hay bastantes variedades por esta zona. Al principio, la primera que se recoge es la arbequina y es también la primera en salir a la venta. Luego llega la tamaritana o alcampellina, y luego la verdeña. Una vez las tenemos todas hacemos un coupage para buscar a gusto del consumidor”. Miguel añade: “también vamos a buscar cornicabra, que es de la provincia de Toledo”. Actualmente en Aceites Satué se producen unas 200 toneladas de aceite al año. ¿Se imaginan la cantidad de ensaladas que se pueden aliñar?

A pesar de tener tienda en la nave industrial y de tener página web, de momento no han decidido poner una tienda virtual porque su fama es tan grande que no dan abasto. Alejandro nos comenta que “muchos son encargos de personas que ya no viven aquí pero que nos buscan en internet y cuando nos encuentran nos hacen el pedido del aceite para todo el año. Luego se lo dicen a sus amigos y el boca a oreja hace el resto”. Eso explica que el formato que más venden es el de la garrafa de 5 litros, aunque las botellas de regalo, para bodas o comuniones, están empezando a subir en popularidad.

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Los Satué son muy discretos y no quieren hablar de sus clientes. Para ellos, todos sus clientes son iguales, ya sean famosos o no, pero para acabar les voy a explicar una anécdota. En el rodaje de El reino de los cielos, el director Ridley Scott y el protagonista principal, Orlando Bloom, se aficionaron a comer con aceite de oliva. Estaban especialmente encantados con el que consumían en el hotel donde se alojaban. Tanto les gustó que entre los dos se llevaron 35 litros de aceite a sus respectivas casas al acabar el rodaje. Era aceite Satué.

Recuerden este reportaje la próxima vez que utilicen la aceitera. Recuerden que detrás de cada pequeño gesto cotidiano se esconde una historia.

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