Más de 5.000 personas han asistido a este festival que sigue superándose en calidad después de quince años
Un festival que comenzó como una reunión de amigos que compartían inquietudes circenses y creían, y siguen creyendo, en la cultura como motor de cambio y progreso, en su quinceava edición ha alcanzado un nivel profesional que comienza a ser difícil de superar.
Como comentaban esta tarde, en una primera valoración, los directores del festival Ricardo Ariño y Elisabet Plana junto a David Alonso y Mª Paz Frago, alcalde y concejal de cultura del Ayuntamiento de Altorricón, organizadores de este festival, cada año cuando acaba el festival tienen la sensación de que ha sido el mejor, pero esta edición coinciden en que ha sido la más positiva a nivel de asistencia y calidad de espectáculos y sobre todo a nivel de organización donde ha sido fundamental el trabajo y la coordinación con los voluntarios. Valoran muy positivamente la implicación a nivel institucional e igualmente coinciden en la necesidad de aumentar la dotación económica desde instituciones superiores a las municipales para seguir creciendo.
Durante los tres días de festival, la asistencia de público a sido numerosa especialmente en los espectáculos de tarde, especialmente el del domingo. Setecientas personas asistieron a la Gran Gala Dichous del sábado por la noche; considerando que es el único de los espectáculos no gratuito, son cifras de asistencia cada vez más difíciles de ver en nuestro entorno. En cuanto a la procedencia del público, destacar el aumento de literanos de Tamarite y Binéfar y sobre todo de las comarcas vecinas de Catalunya más allá de Lleida.
Es muy difícil hacer una valoración acertada del trabajo artístico desde el punto de vista de mero espectador, especialmente cuando el nivel de las diferentes compañías ha sido tan alto en general. Si observas el comportamiento de los niños, críticos feroces, concluyes que el nivel máximo de atención lo ha tenido Circ Bové con el premiado «Vincles», un espectáculo de gran formato pensado para exterior pero que debido al miedo a la lluvia se ha desarrollado en el interior del pabellón. Unas cañas de bambú, un elemento primario con el que los artistas iban construyendo estructuras e interactuado en las mismas con diferentes acrobacias, han mantenido al público sin atreverse a aplaudir casi hasta el final. A destacar el trabajo de las artistas, personalmente, la precisión de la zaragozana Teresa Magallón en el trapecio, Lola Galeote en el aro y Maëlle Berstgen en el mástil. Gran trabajo el de la anónima interprete de signos que no lo tuvo nada fácil con el egocentrico presentador Ricky, el profesor de tenis.
Acambalachous sigue manteniendo la esencia de un festival rural, libre en esencia, próximo a un espectador que agradece y participa de ser inundado de circo, mímica, teatro, sonrisas y buen rollo, en un espacio municipal perfectamente adaptado para no solo la realización del espectáculo en sí, sino como un lugar de ocio, educación y convivencia donde familias con niños y público de todas las edades respiran cultura.
Acambalachous es cada día más la prueba de que la cultura de nivel es posible y muy necesaria en pequeños entornos rurales.