La felicidad es . . . una de las construcciones culturales con mayor influencia sobre la vida diaria de millones de personas. Un volumen ingente de publicaciones académicas, y también otras sin ese rigor, ha situado como verdad científica una lógica que coincide sospechosamente con los postulados neoliberales: el bienestar es una cuestión individual que ha de procurarse cada persona por su cuenta y riesgo. Presentada como una meta aséptica y neutral por divulgadores de todo tipo . . . esconde un fondo profundamente ideológico que persigue la disolución de los vínculos sociales . . .
Un nombre clave en el desarrollo de la ciencia de la felicidad es el de Martin E.P. Seligman. Elegido presidente de la Asociación Estadounidense de Psicología (APA, en sus siglas en inglés) en 1998, puede ser considerado uno de los fundadores de la psicología positiva, ya que participó en su manifiesto introductorio publicado en el año 2000. Seligman proponía un nuevo enfoque sobre la salud mental, alejado de la psicología clínica y enfocado en promover lo que él consideraba positivo, la buena vida, para encontrar las claves del crecimiento personal.
En su despacho de la APA, Seligman pronto empezó a recibir cuantiosas donaciones . . . procedentes de grupos de presión conservadores e instituciones religiosas interesadas en promover la noción de felicidad que promulgaba esta nueva corriente de la psicología. La difusión por parte de los medios de comunicación y otros canales de algunas de sus publicaciones generó la impresión de que existía una disciplina científica que aportaba claves inéditas para alcanzar el bienestar. La repercusión de estas teorías fue mundial. Sin embargo, sus objetivos, resultados y métodos han sido criticados por su falta de consenso, definición y rigor científico.
Jose Durán Rodríguez: «El negocio de la felicidad, el fraude del siglo XXI», en elsaltodiario.com ; Madrid : Cooperativa Editorial S. Coop., 13 abril 2019 (extr. La Litera información)