Este pasado 30 de agosto tuvimos la ocasión de ver en directo a Reincidentes en Alcampell en un concierto tan intenso como inesperado. Vamos por partes.
Reincidentes se bastan y se sobran para montar una gran fiesta reivindicativa. En el centro del escenario un cantante carismático (Fernando Madina) que a la vez toca el bajo, una batería retumbando detrás (golpeada por Manuel J. Pizarro), y sendas guitarras a lado y lado del escenario (Finito de Badajoz y Juan M. Rodríguez, ambos haciendo coros también). Reincidentes es un grupo sevillano que se dio a conocer durante los años 90 y pertenece a esa generación de punk-rock mestizo que se estrenaron con la crítica a la globalización y al neoliberalismo rampante de la época, con compañeros de viaje como Boikot, Porretas o Ska-P, entre otros. Tres décadas más tarde el neoliberalismo sigue ahí tan campante. Podemos dar fe de que Reincidentes también, y en plena forma.
A pesar del tiempo transcurrido, la propuesta de Reincidentes sigue bien viva. Al menos eso pudimos comprobar en el concierto de Alcampell, donde convocaron a más de un millar de personas dispuestas a sumergirse en el tsunami sónico que descargaron sobre el pueblo, y a corear letras y estribillos desde el principio hasta el final. Una comunión entre grupo y auditorio como hace tiempo que no veíamos por estas tierras, casi como si fuera un retorno a los buenos tiempos, cuando el rock solía ser uno de los platos fuertes de nuestras fiestas mayores.
Con un ritmo demoledor que no dio tregua, enlazaron hasta siete canciones antes de parar por primera vez a respirar y dirigirse al público diciendo: “Es que somos unos maleducados…. ¡Muy buenas noches! En algún momento había que decirlo ¿no? Gracias por venir. Zorionak (?)”. Reconocieron sentirse sorprendidos por la gran afluencia de público, pues no esperaban tener tanto tirón por las tierras literanas.
Justo entonces acababan de tocar “En el bar”, un tema de 2002, y siguieron con “La Republicana”, de 2006. Y es que Reincidentes llevan más de tres décadas de carrera ininterrumpida, con más de veinte grabaciones, desde su primer disco titulado Reincidentes, autoeditado en 1989, hasta el último titulado Vergüenza y publicado en 2017. Tienen a su disposición un ingente saco de canciones del que echar mano.
Canciones que son apisonadoras rítmicas con un trasfondo melódico que las hace sumamente coreables. Aunque, en el fondo, lo que caracteriza a Reincidentes son sus letras cargadas de crítica social y lucha política. A lo largo de la hora y media larga de actuación escupieron multitud de mensajes contra la corrupción política, los abusos de poder (desde la iglesia hasta los bancos, pasando por los partidos o los programas televisivos), el machismo, el racismo, el fascismo, el colonialismo, etc., pero también a la celebración de la vida, el amor, el sexo y la fiesta.
Hacia la mitad del concierto el cantante se dirigió a los guardias de seguridad que había al pie del escenario pidiéndoles que se apartaran porque les estaban cortando el rollo. Literalmente: “Con todos los respetos hacia tu empresa y hacia ti, pero así no mola. Quillo, en serio, ya nos encargamos nosotros. No tengáis miedo.” Por lo visto, la ley aragonesa de espectáculos obliga a implantar estos sistemas de seguridad, que inevitablemente chocan con las propuestas más alternativas como la de Reincidentes y grupos similares. Parece que debieron llegar a algún acuerdo porque el concierto siguió con más intensidad si cabe.
Una cosa a destacar es que varias de las canciones de su último disco (Vergüenza, 2017) figuraron entre lo mejor de la noche, lo cual tiene su mérito en un grupo con tan larga historia. Por ejemplo, fue muy emocionante la canción “Agarrar la vida”, con letra de Jon Madina, hijo de Fernando, en la que reclamaron respeto por la transexualidad (“nunca es tarde para ver que hay salida, solo tienes que agarrar la vida”). O la contundente “Terrorismo”, denuncia de la involución democrática que sufre nuestro sistema político, donde cualquier expresión de desafío se tilda de terrorista y se judicializa sin miramientos. Del último disco tocaron también el bombazo “Se acabó la fiesta”, sobre la pervivencia del franquismo en nuestra sociedad, con alusiones varias al inefable Valle de los Caídos.
Asimismo, dedicaron varias canciones a las personas que han tenido que soportar los efectos de la crisis económica y política, con particular atención a “aquellos y aquellas que buscan a sus familias en las cunetas”. Y con el tema “Váyanse a la mierda” (del 2015), repartieron leña a aquellos políticos que han pilotado los recortes y que para mantenerse en el poder no han dudado en acusar de populistas a quienes les cuestionan: “queremos democracia, y en su culo ser un grano”.
Reservaron sus clásicos para la recta final del concierto, que enfilaron con “Vicio” (una canción de 1994, quizá la más coreada del concierto), siguieron con la “Cucaracha Blanca” (de 1993) –“menos mal que vino el papa a quitarnos la resaca del 92, beatificó las olimpiadas y repartió hostias consagradas”– y cerraron el concierto con “Jartos daguantá” (de 1993, un himno que algunos a estas horas todavía estarán bailando). Precisamente en una de las estrofas de esta canción se preguntaban “por qué habrá tanto trabajo para guardia de seguridad”.
Reincidentes se despidieron con un fuerte “Agur” (luego nos dijeron que el cantante tiene ancestros euskaldunes, de ahí tanta interjección vascófona). Literalmente: “Agur Alcampell, Huesca, Aragón. Muchísimas gracias y hasta siempre. Sabemos que en esta parte de Aragón habláis catalán, y eso está de puta madre. Así que vamos a dedicarle el concierto a Albert Rivera, que no sé si lo hablará en la intimidad, pero parece que esté deseando que no lo hable nadie”. De Sevilla tenían que venir a reconocer nuestra lengua local y nombrarla por su nombre, algo que no pocos músicos y políticos aragoneses tienden a esconder acomplejados.
Reincidentes desaparecieron del escenario, pero el público altamente excitado siguió coreando el estribillo de la última canción durante unos minutos, hasta que el grupo reapareció. Iniciaron el bis con un arrollador “Resistencia” (de 1993), que enlazaron sin solución de continuidad con “Odio” (1991), que incluía un pasaje ska de lo más estimulante, siguieron con “Vamos pal infierno” (2013), “Nazis nunca más” (1994), y cerraron la velada con “Aprendiendo a luchar” (1998). Ahora sí. Se despidieron con un rotundo “Alcampell bona nit!”, y susurraron “ahora ya nos hemos merecido la cervecita”. Podemos dar fe.
Al inicio de la crónica decíamos que el concierto fue intenso (como ya hemos descrito), pero también inesperado. Inesperado porque hacía años que no veíamos a un auténtico grupo de rock en nuestras fiestas, pues discomóviles y DJs hace ya tiempo que desplazaron todo tipo de propuestas originales. Suerte de los grupos de versiones, que han ido manteniendo la llama encendida, aunque no es lo mismo. Es obvio que existe un público para las orquestas pachangueras y otro público para la discomóvil y el DJ, pero durante muchos años ha habido un sector de público excluido y huérfano. Por ello saludamos con expectación el retorno del rock a las fiestas.
Se lo agradecemos en particular a la Comisión de Fiestas del Ayuntamiento de Alcampell, que hace unos meses no solo preparó una lista de grupos de pop y rock de varias épocas, sino que se atrevió a someterla a votación popular, y de ahí salió la decisión de contratar a Reincidentes. Otra decisión clave fue la de hacer pagar una entrada de 5 euros, algo prácticamente simbólico teniendo en cuenta la envergadura del grupo, pero que dio más verosimilitud al asunto. A pesar de ser algo a primera vista contracorriente en nuestro modelo de fiestas, el filtro de los 5€ contribuyó a generar la atmósfera de las grandes ocasiones, con el público entregado desde el minuto uno. Es sabido que un concierto no lo hacen solo los músicos sino también el público. Enhorabuena a la Comisión de Fiestas y esperemos que intenten repetir la fórmula (al menos hasta que se demuestre que deja de funcionar). Y si algún día no funciona… ¡que traigan otra vez a los Reincidentes!