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Un sábado de mayo de 1988 por la tarde. El Estravolto es uno de los pubs de moda de Binéfar, la ciudad más intensa del momento, o al menos la que tenía una mayor concentración de bares musicales en un radio de cien kilómetros. La música era una forma de vida, no solo para los músicos sino también para los oyentes; y los pubs el lugar donde se llevaba a cabo la liturgia.
Con Arantxa Capdevila llegamos al Estravolto, donde habíamos quedado con los miembros de Proscritos. A esa hora de la tarde todavía había poca gente. Más tarde será impracticable, el bar estará a reventar. No era solo el Estravolto, sino el Novo, el Roberto’s, el Rosi, el Kriffos, el Drago, el Kamelot, el Selector o cualquier otro de las decenas de pubs de la localidad, que se convertían en un auténtico hormiguero a medida que pasaban las horas. Una fiesta continua, la de finales de los 80, que tampoco duraría mucho más –aunque entonces aún no lo sabíamos.
Entrando a la izquierda estaba el póster tamaño natural de James Dean bajo la lluvia, después seguía la barra con más posters (Mink de Ville, Lou Reed, Stones, Velvet, entradas de conciertos y toda la parafernalia típica de un bar musical de la época). Al fondo había una zona a otro nivel con unas mesas de madera y unos breves sofás. Allí nos esperan los miembros de Proscritos, la segunda formación de la banda, la que grabó sus discos más recordados. Habíamos contactado con ellos a través de Richard D. Robinson, el guitarra solista, a quien conocíamos desde hacía años y con quien habíamos compartido numerosas noches de marcha. Al resto de la banda los conocíamos solo de vista: José F. Lapuente a la voz cantante, José Luis Arilla ‘Pirilli’ a la batería, Felipe Puy al bajo y Toni Solano a la otra guitarra. Si habíamos quedado en el Estravolto era porque Felipe trabajaba allí, era el epicentro del territorio Proscritos.
La entrevista era un encargo de El Ritmo Espeso, un fanzine que perpetraban unos fans de Jim Morrison desde El Bandido, mítico bar zaragozano vecino de la Estación del Silencio. A raíz de la escucha del disco recopilatorio Sangre Española, promovido por Radio Zaragoza el año anterior (1987), habían caído bajo el influjo de Proscritos y me habían pedido una entrevista para su fanzine.
Tras las presentaciones rituales pusimos en marcha la grabadora. Al escuchar ahora la cinta me doy cuenta de que de fondo se oía un disco de Los Elegantes, Los gatos de mi barrio, que sonó entero porque Felipe se quedó con nosotros y solo se levantó para darle la vuelta y servir alguna copa mientras duró la entrevista que aquí rescatamos. Tres décadas de nada más tarde, allá va.
Pregunta –Tras una temporada de poca actividad, recientemente habéis reaparecido como banda. ¿Quiénes sois actualmente Proscritos?
Richard –Yo soy Richard y toco la guitarra solista. Él es Jose y canta y toca la armónica; Pirilli toca la batería; Toni toca la otra guitarra, y Felipe toca el bajo.
P –Hay algunos cambios respecto a la antigua formación. ¿A qué se deben?
Richard –Sí, bueno, dos cambios. Porque eran necesarios.
Jose –Son cambios tácticos…
Richard –Es como en los equipos de fútbol, cuando se acaba la temporada suele haber remodelación de plantilla.
P –¿Podéis resumir la trayectoria de Proscritos? ¿Qué había antes y qué ofrecéis ahora?
Jose –Proscritos surge en octubre de 1985 a raíz de una idea que teníamos Richard, Pirilli y yo de hacer un trío de rock and roll. Pero luego decidimos añadir dos miembros más porque nos encontrábamos muy limitados instrumentalmente, y entonces surgió el concepto de ‘banda’. Siempre hemos tenido las cosas muy claras sobre lo que queríamos hacer, aunque conforme va pasando el tiempo van surgiendo diferentes etapas. Pero fundamentalmente Proscritos siempre ha sido rock and roll…
Pirilli –Y siempre lo será.
Jose –Y siempre lo será, lo que pasa es que antes, o bien por la limitación técnica a la hora de tocar, o bien porque éramos excesivamente primitivos, jugábamos con muchos tópicos. Y ahora huimos bastante de los tópicos. Se podría decir que antes Proscritos era una banda tópica de rockanrol y ahora ya no lo es.
P –¿Os consideráis un grupo con un estilo propio y definido?
Jose –Sí, sí, desde luego. Aunque un grupo siempre tiene influencias, eso es inevitable…
P –¿Cuáles diríais que son las vuestras?
Jose –Los Rolling Stones.
P –Hombre, eso lo diréis para promocionar vuestra versión del «Dead Flowers», ¿no?
Jose –Fundamentalmente podríamos decir que nos sentimos influenciados por el buen rock and roll de todas las épocas. Por el Rhythm and Blues, no sé… Si quieres que te demos nombres pues: Rolling Stones, Bob Dylan, Neil Young y cosas así…
P –Que son precisamente de quienes soléis hacer versiones en directo, ¿no?
Jose –Sí. Sentimos verdadera devoción por ellos.
P –¿Hacéis versiones porque os falta material, por el gustazo que os da, o por qué?
Richard –Porque nos gusta.
Jose –Es por lo que te digo. Por devoción y porque somos fans. Yo siempre he dicho que somos un grupo de fans que nos lanzamos a tocar porque teníamos a nuestros ídolos y grupos que nos gustaban. Las versiones que hacemos pretenden ser un poco un homenaje a todos ellos.
P –Repasemos los inicios. Una vez formado Proscritos como grupo, vuestra primera canción editada fue «Como un disparo», aquel tema que grabasteis para el recopilatorio de la revista Menos 15 de Zaragoza, ¿no?
Jose –Sí, hace un par de años. Fue por medio de nuestro gran amigo Luis Lles, de Radio Huesca, que buscaba algún grupo de la provincia para que participara en el disco de la revista Menos 15. Nosotros grabamos una cinta en plan cutre, la mandamos y a los pocos días nos llamaron para ir a grabar ese tema.
P –El recopilatorio lo completaban Más Birras, John Landis Fans y Lágrimas de Mermelada, un buen muestrario de las múltiples caras del rock aragonés. ¿Podéis enumerarnos qué más cosas habéis grabado?
Jose –A parte de ese tema para Menos 15, está también la maqueta que grabamos en Barcelona, que fue una iniciativa propia pagada con nuestro dinero. Era simplemente para darnos a conocer a los medios, para mandarla a radios y revistas y tal.
P –Tiene muy buen sonido para ser una maqueta…
Jose –Y luego, el año pasado hemos participado también en el disco recopilatorio Sangre Española por medio de Cachi, el de Radio Zaragoza, que quería hacer un disco con grupos aragoneses de rock, y nos llamó y tal…
P –Ahí compartís disco con Más Birras y Lágrimas de Mermelada de nuevo, además de Ferrobós y Los Furtivos. ¿Es cierto que para ese disco se aprovecharon algunos temas de la maqueta?
Jose –Sí, porque ocurrió que dos de los miembros del grupo estaban en la mili y solo tuvimos tiempo de grabar un tema, y entonces no quedó más remedio que meter dos temas de la maqueta.
P –Ese tema nuevo que grabasteis para el Sangre Española, el «Voodoo Surf», viene firmado por los miembros del grupo y alguno más. ¿A qué se debe?
Jose –Que lo cuente Richard Robinson, que es protagonista…
Richard –Esa es una canción muy vieja, que se remonta a los tiempos en que formamos Marcha Atrás, un grupo en el que no estaban aún ni Jose ni Pirilli, y mira, nos gustaba y quisimos recuperarla. Por eso la firman también Luis Salvatella y José A. Terés.
Jose –La hemos grabado fundamentalmente porque es una parte bastante entrañable de nuestra historia. La tocaban ellos cuando eran Marcha Atrás… Yo estuve un mes con Marcha Atrás, incluso hice una actuación con ellos antes de formar Proscritos. Y luego la recuperamos porque seguramente era la mejor canción que tenían, le adaptamos la letra, la arreglamos, la hicimos un poco más maciza y ha quedado así de bien. Para nosotros era un tema entrañable. Ya no la tocamos en directo, pero nos apetecía dejarla ahí grabada…
P –¿No la tocáis en directo? Pues yo diría que es de las que siempre estaba esperando el público.
Richard –Ya. Pero es que eso ya forma parte de otra historia. De otra etapa.
Jose –Ahora Proscritos como grupo es un concepto totalmente distinto al que había antes de irse estos a la mili. Es una historia mucho más madura y vamos a intentar alejarnos de todos los tópicos.
P –Hablando de tópicos, se os suele acusar de copiar a La Frontera…
Jose –A mí me da absolutamente igual que nos acusen de lo que quieran. La Frontera en nuestra primera etapa como grupo significó bastante para nosotros. Porque, aparte de que nos gustaban, teníamos una gran amistad con ellos, que la seguimos teniendo; teníamos muchos nexos en común, tanto a nivel de gustos musicales como en otras cosas. Nunca hemos negado que La Frontera nos haya influenciado, pero nunca hemos plagiado una canción de La Frontera ni la hemos copiado. Ahora la etapa de La Frontera, como otras muchas historias de nuestra primera etapa, están ya muy superadas.
P –O sea, que ahora Proscritos sigue un camino diferente.
Felipe –Absolutamente. Mira, La Frontera hace rock and roll, y Proscritos hace rock and roll también. Pero cada uno lo enfoca de manera distinta. Ellos juegan con muchos tópicos y aprovechan la gran fuerza que tienen en directo, pero quizás olvidan un poco la sensibilidad, el clímax y los matices. Y nosotros estamos por dejar un poco de lado la fuerza, aunque pienso que la tenemos, y preocuparnos de que las canciones tengan clímax y sentimiento.
Jose –Y digan cosas. Nosotros somos de los que estamos convencidos de que, fundamentalmente, el rock es una manera de vivir. Y es sentimiento.
P –Con todas las grabaciones y conciertos que habéis hecho ya, ¿tenéis a la vista algún contrato discográfico?
Richard –Precisamente ayer estuvimos concretando lo del contrato…
Jose –Sí, en principio vamos a grabar un mini-elepé en setiembre con Grabaciones Interferencias, de Zaragoza.
P –¿Cuándo podremos escuchar los nuevos temas grabados de Proscritos?
Jose –Esperamos que el disco salga en octubre o noviembre. Para final de año como mucho.
P –Y en cuanto a las actuaciones en directo ¿cómo os lo vais a montar? ¿Lleváis alguna puesta en escena especial?
Richard –Yo diría que somos un grupo intuitivo, no solemos prepararlo demasiado previamente. Salimos a tocar y entonces es cuando surgen cosas, ¿no? Las canciones siempre más o menos las tocas igual; tienes una buena noche o una mala noche, pero a nivel de escena no intentamos ser espectaculares, porque somos un grupo de canciones. Salimos a tocar de manera natural.
P –¿Y qué esperáis de vuestro público?
Pirilli –¡Que se lo pase bien!
Jose –A nosotros nos gustaría llegar al mayor número posible de gente. No creo que el rock sea una música elitista ni nada parecido. Creo que es una música para todo el mundo, para que la disfrute todo el mundo.
P –Quien os quiera contratar, ¿a dónde puede dirigirse?
Jose –Al 429544, que es el teléfono de nuestro mánager, que es Miguel Lara.
P –¿Es vuestro mánager personal?
Jose –Sí, pero lleva también a otros grupos. Es el que lleva a Mestizos y a otros. Antes llevaba también a Primavera Negra.
P –Gracias por la conversación.
La entrevista fue transcrita y mecanografiada por quien esto escribe, y depositada en la barra de El Bandido con rumbo al futuro número de El Ritmo Espeso. Unos días más tarde recibí por correo postal en mi piso de estudiante de Zaragoza varias fotos de un directo de Proscritos para ilustrar la entrevista, remitidas por Richard D. Robinson, que también fueron reenviadas al fanzine de marras.
De la entrevista destacaremos tres aspectos clave:
Primero, la constatación de que el momento de la entrevista coincidió con el inicio de la deslumbrante segunda etapa de Proscritos, algo que entonces nosotros todavía no fuimos capaces de vislumbrar y que no comprenderíamos hasta un tiempo más tarde, cuando en un plazo de apenas un año y medio publicaron sus dos primeros y rotundos LPs.
Efectivamente, Proscritos tuvieron una primera etapa de aprendizaje (1985-1987), con un planteamiento musical fundamentalmente basado en la diversión y el espectáculo rockanrolero apto para la juerga y la emulación de sus héroes clásicos –Neil Young, Dylan, Creedence, Stones– y modernos, como La Frontera y su meritoria parodia de Lucky Luke y de todos los tópicos del rockanroll. En esta primera formación, además de los entrevistados Jose, Richard y Pirilli, fueron pasando por la banda otros músicos fundamentales como Javier Casas ‘Chevi’ (DEP), Francisco Serrat o Luis Salvatella.
Sin embargo, a partir de 1988, evolucionaron hacia un planteamiento más reflexivo y sensible, a la búsqueda de una identidad personal y grupal. Parece ser que el motor del cambio, tal como ellos dicen en la entrevista, fue la ausencia temporal de dos de los miembros fundadores (Richard y Pirilli) por motivos de servicio militar durante el año 1987, y la incorporación de dos nuevos componentes (Felipe y Toni) en abril de 1988. Por eso, lo que Proscritos tenían en mente cuando les hicimos la entrevista, estaba ya muy alejado de la imagen que sus seguidores todavía teníamos de ellos. La etapa anterior fue divertida, pero ahora venía lo bueno.
En segundo lugar, tal como ellos mismos se describieron, Proscritos eran tan músicos como fans, valoraban la música y vivían con ella –que no de ella, de momento. Lo demuestra perfectamente la larga lista de versiones que grabaron a lo largo de su carrera, además de las que tocaban en directo y de las que no quedó constancia registrada. Así, a bote pronto, entre la discografía del grupo hemos logrado identificar versiones de la Creedence Clearwater Revival, Bob Dylan, Rolling Stones, Lou Reed, Neil Young, Steppenwolf, Jefferson Airplane y Stephen Stills. Visto lo visto, en futuras entrevistas sería aconsejable no preguntarles más por sus influencias, pues estaban bien a la vista.
En tercer lugar, como ellos mismos nos anunciaron en la entrevista, poco después firmaron un contrato con Grabaciones Interferencias, la discográfica surgida de la alianza del bar Interferencias y la tienda de discos Linacero, ambas de Zaragoza. La misma en la que publicaron sus primeros discos los imprescindibles Más Birras y otras bandas señeras como Ferrobós, Tako, John Landis Fans, Distrito 14 o Días de Vino y Rosas. Grabaciones Interferencias fue el sello discográfico independiente que supo canalizar la desbordante creatividad existente en el territorio y que situó la escena aragonesa en el mapa musical del país.
Proscritos grabaron su primer LP, titulado Cosas sencillas, en los estudios Quarzo de Madrid durante el otoño de 1988, algo más tarde de lo que nos habían anunciado en la entrevista. El disco se publicaría a principios de 1989 y contenía ocho canciones propias y dos ajenas («La puerta de atrás», una estimulante versión de «Lookin’ Out My Back Door» de los Creedence; y «Pólvora en los dedos», incendiaria versión del «Powerfinger» de Neil Young). La producción corrió a cargo de Juanma del Olmo, guitarrista de Los Elegantes (sí, curiosamente los mismos que sonaban en el Estravolto mientras les hacíamos la entrevista), quien le imprimió un atractivo sonido electroacústico, aunque muy distante de la potencia con que Proscritos tocaban aquellos temas en directo. Realmente el disco suponía una clara evolución respecto a su dispersa obra anterior, con melodías mucho más complejas y, sobre todo, con unos textos mucho más trabajados y con voluntad de trascender la efímera vida de las canciones pop-rock. Proscritos tenían algo que decir y supieron presentarlo de una manera atractiva.
El disco se abría con la canción Somos como el viento, una declaración de intenciones en la que confirmaban que “el cielo pertenece a las estrellas y el mar es de los piratas” y que “no existen mapas que marquen nuestro camino, bajo banderas nunca nos verás formar”, todo ello aderezado con una irresistible melodía y un impecable solo de Richard. Las guitarras acústicas eran omnipresentes en la mayoría de temas del disco, melodías muy vivas dedicadas principalmente a hablar de amores perdidos, de la amistad y la muerte, de cómo lamerse las heridas en los malos tiempos, con multitud de metáforas de viajes y referencias a accidentes geográficos como ríos, montañas, caminos y horizontes, campos bañados por el sol o sumergidos en la niebla, construyendo así un imaginario fronterizo muy acorde con sus orígenes literanos. Proscritos se habían empezado a buscar y se estaban encontrando. Y nosotros con ellos.
Para Cosas sencillas recuperaron dos canciones de su primera época: «No me oyes llamar», que ya aparecía en la maqueta de 1986, y «Como un disparo», una relectura de aquel primer tema que grabaron en 1986 para el recopilatorio de la revista Menos 15. Añadieron también dos versiones más como cara B de los singles extraídos del LP: «Como una bala perdida» (a partir del clásico de Dylan «Like a Rolling Stone») y «Flores muertas» (la mejor versión hecha nunca en castellano del «Dead Flowers» de los Rolling Stones).
El 9 de junio de 1989 tuve la oportunidad de asistir a su concierto de presentación del disco en la sala En Bruto de Zaragoza, donde pudimos comprobar que aquellos temas en directo sonaban como un cañón rebosante de electricidad: nada que ver con la ligereza acústica del disco. Un concierto estupendo. De allí sacamos la frase “¡dispara, Robinson!” que el cantante aullaba cada vez que daba paso a un solo guitarrero de Richard, y que convertí en motivo de un dibujo para el suplemento literano del Diario del Altoaragón, donde cada dos semanas perpetraba una tira cómica, intercalada con las que hacían los Titiriteros de Binéfar. Una excusa como cualquier otra para meter a los Proscritos en la tira del periódico.
Proscritos giraron presentando Cosas sencillas por todo el país. Su directo era sólido y potente y sus canciones reconocibles. De algún modo, habían entrado en un circuito de fans del rock and roll que valoraban su propuesta. Las expectativas para su siguiente trabajo serían altas. Y no defraudaron.
Su segundo disco se tituló Pobres sueños, lo grabaron pocos meses después en los estudios Trama de Badalona, con producción de Enric Lindo, factótum del estudio. Lo editaron de nuevo con Grabaciones Interferencias y salió al mercado el año 1990. Esta vez contaron con la colaboración estelar en los arreglos de Sabino Méndez (en su primera aparición pública tras su sonada huida de los Trogloditas de Loquillo) y de Aurora Beltrán (cantante y compositora de los Tahúres Zurdos, a quienes habían conocido en un concierto en Arnedo, La Rioja) que puso la voz en el tema homónimo del disco e hizo coros en dos canciones más.
Pobres sueños es la obra maestra de Proscritos. Un disco al que no sobra ni falta nada, con un sonido mucho más contundente que en su entrega anterior. Melodías vestidas con la instrumentación justa, guitarras rasposas y arpegios eléctricos, un bajo que retumba perfectamente acoplado a una base rítmica imbatible. Esta vez lo grabado sí les hace justicia.
Abren el disco con «Cayendo», un original rock and roll con el que afirman su convicción de que por mucho que se caigan se volverán a levantar. Una lección filosófica, que tendrá su continuación en otros temas como «Nueva vida» (donde cada uno recoge lo que siembra y tiene una razón para vivir), «Viajar» (una vertiginosa canción de carretera con Lorca y Kerouac de compañeros), o en «El blues del caracol» (donde junto a las amistades del camino cambian las pesadillas por sueños). Hay también medios tiempos como «Cielo Rojo», «Pálidos ojos azules» (versión del «Pale Blue Eyes» de Lou Reed) o la mencionada «Nueva Vida», todas ellas dedicadas a la celebración de tiempos perdidos y de personas ausentes. Temas esenciales, pues nuestra identidad se construye sobre la memoria de aquello que hemos vivido.
No faltaba tampoco la tralla rockanrolera de «Soy tu tormento», «Después del huracán» o «Que corras siempre libre». Y, por supuesto, «Pobres sueños», el tema que da título al disco, una soberbia canción con un irresistible juego de arpegios a lo largo de las estrofas, magistrales cambios rítmicos en los estribillos y un emocionante puente cantado por Aurora Beltrán (“los sueños crecen libres y no hay que pagar por ellos, anda coge tu camino si no te vas a quedar”). Para las caras B de los singles reservaron sendas versiones de Neil Young («Dont cry, no tears») y de Steppenwolf («Born to be wild»).
Pocos discos tan redondos como este, fruto de la feliz combinación entre un compositor musical realmente inspirado como Toni Solano y un letrista curtido como Jose Lapuente, con el savoir faire y la pericia instrumental de Richard D. Robinson y la brillante solidez rítmica de Felipe y Pirilli. Un equipo ganador.
De este modo, Proscritos empezaron la década de los 90 en inmejorables condiciones para triunfar. Respetados por la crítica, con un circuito de fans aún minoritario pero convencido y diseminado por los cuatro puntos cardinales (como ellos mismos dirían en «Viajar») que les garantizaba conciertos para buena parte del año, y con presencia abundante en los medios de papel (Rock de Lux les dedicó varias páginas firmadas por Sabino Méndez; en Ruta 66 eran grupo de referencia), televisivos (aparecieron varias veces en el mítico programa Plastic de TVE), y radiofónicos (eran radiados con asiduidad en los principales programas de Radio Zaragoza, Radio Huesca, e incluso en Radio 3, así como entre una miríada de radios locales y libres de la época). ¿Qué podía salir mal?
Pero, como a tantos otros grupos de finales de los 80, el contexto no les fue propicio. Como hemos venido defendiendo en esta serie de entrevistas vintage, la efervescencia mediática de la escena musical de los años 80 respondía primordialmente a las necesidades de un sistema político que, en plena transición a la democracia, necesitaba legitimarse ante sus electores como algo diferente al franquismo. Aunque solo fuera por cuestión de imagen. Esta es nuestra hipótesis, que se ha ido corroborando con las anteriores entregas. A partir de 1982~1983 (con el triunfo del PSOE a nivel estatal y a partir de las segundas elecciones municipales), diferentes organismos estatales, y en particular los ayuntamientos, destinaran importantes recursos a contratar las nuevas propuestas musicales (y también cinematográficas, fotográficas, pictóricas, etc.). Los grupos que tuvieron la suerte de insertarse en el circuito de fiestas mayores y de promoción desmedida, aquello que se llamó la ‘Movida’, fueron capaces de llegar a un público masivo y tuvieron la posibilidad de profesionalizarse y vivir de la música.
Pero hacia finales de la década de los 80, cuando el sistema político ya estuvo estabilizado y los partidos políticos no tuvieron necesidad de distanciarse del pasado, dejaron de apoyar aquella escena musical y la abandonaron a la deriva. Así, toda la industria cultural y del espectáculo mutó drásticamente a principios de los 90, de tal manera que muchas propuestas muy válidas no encontraron canales óptimos para llegar a su público potencial. Este fue el caso de los Proscritos, como el de tantos y tantos grupos de la época.
Lunes 27 de agosto de 2018. Hemos quedado en el Novo con Felipe Puy, bajista de la mítica segunda formación de los Proscritos. Dado que a causa de su trabajo en la radio (Cadena Dial Binéfar) es el miembro más fácil de localizar, le he pedido charlar un rato para saber qué fue del grupo en su última etapa. Felipe confirma que estuvieron a punto de dar el salto a la primera división rockera nacional, que iniciaron la década con un gran disco y con multitud de galas firmadas por toda la geografía. En aquel momento tuvieron la expectativa de profesionalizarse, aunque todavía conservaban sus respectivos trabajos. Pero, de pronto, la industria musical empezó a descomponerse o bajo sus pies.
Sin ir más lejos, su discográfica Grabaciones Interferencias desaparecería en 1992. Los mismos Proscritos, junto a toda la escudería de la casa, participaron en una especie de concierto de Kampuchea para intentar salvarla. Pero no fue posible. Del mismo modo desaparecieron la mayoría de pequeñas discográficas, en bancarrota o absorbidas por las multinacionales del ramo. Habría que añadir que pocos años después, con la irrupción de Internet y Napster, desaparecerían también varias de estas multinacionales hasta llegar al estéril oligopolio actual.
Además, durante la primera mitad de los años 90 se produjo el cambio de formato del vinilo al CD, cosa que comportó una profunda reestructuración del negocio. En primer lugar, la industria discográfica dejó de buscar novedades y se centró en revender los clásicos, que era un negocio más seguro y rentable. En segundo lugar, el CD modificó el modelo de consumo, de tal manera que se pasó de producir para unos aficionados militantes que valoraban la música como elemento esencial de un estilo de vida, a producir para un mercado indiferenciado y masivo, donde la música no era más que un objeto de consumo, de usar y tirar.
En este nuevo contexto, la propuesta de Proscritos encontró un difícil acomodo. Y aquí empieza su travesía del desierto. Con unas cuantas canciones bajo el brazo que ellos mismos habían grabado, recorren el país llamando a las puertas discográficas precarias que difícilmente están en condiciones de asumir su propuesta. En esta misma serie de entrevistas describimos cómo al propio Loquillo le pasó lo mismo. La era dorada del rock se había acabado. Las luces se van apagando y al final solo quedan los basureros barriendo el local.
La nueva escena musical a partir de mediados de los 90 será semi-clandestina, tan minoritaria que apenas permitirá la profesionalización, tan fragmentada que pocos tendrán una idea clara de lo que está sucediendo, y tan olvidada por los poderes públicos que será irrelevante en términos políticos y culturales. Desaparecidas las fiestas de quintos, las denostadas orquestas pachangueras volverán a ser el centro de nuestras fiestas mayores que poco a poco, a su vez, serán sustituidas por un sucedáneo tecnológico: la ubicua disco-móvil.
Pero Proscritos no se rinden y en 1994 consiguen editar un nuevo disco con Al·leluia Records, una discográfica independiente barcelonesa gestionada por Albert Gil (Brighton 64) y Reyes Torío (Dinamita pa los pollos). Ha pasado mucho tiempo desde su anterior trabajo, ellos han vivido mucho y lógicamente sus gustos han evolucionado. Además en este periodo tanto la escena nacional como la internacional cambió radicalmente, con nuevas tendencias y estilos. Felipe Puy recuerda cómo flipó cuando escuchó por primera vez el Blood Sugar Sex Magik de los Red Hot Chili Peppers. De este modo, Proscritos fueron añadiendo nuevas influencias a su mochila, desde el soul y el funk-rock a las gruesas guitarras y contundentes bajos del rock alternativo (Pixies) que posteriormente dieron paso al grunge.
José Luis Arilla ‘Pirilli’ se ha sumado a nuestra charla en el Novo y corrobora lo que cuenta Felipe. Así que dejaron de lado lo que tenían compuesto hasta entonces y se lanzaron a crear nuevas canciones siguiendo los patrones que entonces les gustaban. En su mejor tradición, Proscritos seguían siendo una esponja de influencias.
La grabación de Hablando otras lenguas se llevó a cabo de nuevo en el estudio Trama de Badalona durante el mes de marzo de 1994. El cambio de estilo es más que evidente. Lejos del rock clásico al que nos tenían acostumbrados, apuestan por un funk-rock de espíritu sicodélico, con el añadido de un inesperado cambio de registro en las voces (un tono algo más agudo) y con unos textos mucho más combativos y políticos. Además, la mezcla final dio un elevado protagonismo a unas enmarañadas guitarras que dejaban la voz en un segundo plano, en línea con la estética del rock alternativo americano y el noise, cosa que dificultaba la comprensión de las letras.
Una lástima, porque merecían ser escuchadas con atención. Temáticamente desaparecen las grandes llanuras, los accidentes geográficos y toda la poética de la frontera, sustituida por una crítica feroz al imperialismo occidental, al fascismo y a los gobiernos y mafias que lo promueven. Abren el disco con «El mejor color», un himno antiracista y anticolonial (“no es el sueño americano, es la pesadilla occidental: expoliando al tercer mundo se consigue el bienestar”) y siguen con más canciones de alta carga política como «El rostro del odio» (“se amontonan los diarios mientras veo el rostro del odio, y maldigo sus plegarias, Dios siempre está de su lado”), o «Miedo» (“sonríe el fascismo en su pacto antinatural, es tan difícil distinguirlo con su nuevo disfraz”). No obstante, hay también temas dedicados a la celebración del baile y el amor, piezas como «Siente la música», «Un poco de amor» (versión de Jefferson Airplane), «Ama a quien está contigo» (estupenda versión de Stephen Stills), «Lo que trae el viento» o «Canción rota» (ambas casi heavies). El disco contiene también algún pasaje acústico como «Mareas… tempestades», donde recuperan parcialmente la poética de sus discos anteriores. En total once canciones, dos de las cuales, siguiendo la tradición Proscrita, son versiones de clásicos.
Un cóctel peculiar que marca una nueva etapa en la historia de la banda, algo que desconcertó a sus seguidores de la época, que esperaban otro Pobres sueños. Recuerdo que en la presentación del disco en Binéfar, en la extinta discoteca Energy, con el Mestizo Juanjo Javierre a los teclados, no había quien supiera seguir aquellos ritmos endiablados (también él había disuelto Mestizos y creado Soul Mondo, un combo de fusión a reivindicar). Tan solo en el set acústico final, con Javierre al acordeón, los antiguos fans pudimos reconciliarnos con aquella tercera formación del grupo. Proscritos había evolucionado legítimamente, elaborando un álbum complejo, tanto que sus seguidores no éramos capaces de seguirlos. Pero el tiempo demostraría que tenían razón, aunque el contexto no les respondiera. Llegaron demasiado pronto. O les seguimos demasiado tarde.
Felipe Puy nos apunta más causas para dar cuenta de esta tercera etapa del grupo. Por ejemplo, Toni Solano, principal compositor de las músicas del disco anterior, dejó el grupo en 1992 (se fue a estudiar telecos), siendo sustituido por Joaquín Gibanell. El otro guitarra, Richard D. Robinson, también abandonó el grupo al poco tiempo de salir al mercado el tercer disco, por lo que apenas participó en la gira subsiguiente, y a partir de noviembre de 1994 le sustituiría Israel López.
Con esta remozada formación los Proscritos realizaron una última gira, pero el ambiente ya estaba enrarecido. De entrada, la nueva discográfica no respondió a sus expectativas. No cobraban por las ventas de discos y los conciertos tendían a disminuir. Los ayuntamientos ya no contrataban rock y tantos años de bonanza subvencionada no habían permitido que surgieran circuitos de conciertos auto-sostenibles. El rock ya no era políticamente rentable ni económicamente sostenible.
Ante este panorama, los Proscritos se disolvieron a finales del verano de 1995 tras un último concierto en Oliete (Teruel). Cada uno de los miembros inició sus propios proyectos laborales, aunque mantuvieron su fidelidad a la música en bandas locales a modo de hobby hasta el día de hoy. Parece ser que el único que consiguió vivir plenamente del negocio musical fue José F. Lapuente, que se hizo promotor de conciertos, productor y mánager (son célebres sus aventuras con Loquillo), e incluso llegó a montar un proyecto musical paralelo (Dos Lunas).
De hecho, cuando Proscritos desaparecieron ya se había disuelto la plana mayor de la música aragonesa de los 80: Más Birras lo dejaron en 1993, Mestizos en el 1992, Ferrobós en el 1990 (y su secuela El Frente en 1994), Los del Trasmuro se disolvieron en 1990, incluso los Héroes del Silencio no aguantaron más allá de 1996. La siguiente generación de grupos aragoneses, con El Niño Gusano como mascarón de proa, que despacharon discos geniales durante la segunda mitad de los 90, apenas tendría repercusión más allá de su reducido (y esparcido) círculo de fans.
Resulta curioso observar que, a pesar de todo, Proscritos duraron incluso más que Los Elegantes, quienes publicaron su último disco en 1991 y de los que nunca más se supo. Aquel cambio de época fue un auténtico huracán que barrió con todo.
El próximo año será el 30 aniversario de la edición del primer LP de Proscritos. Sería un buen momento para reivindicar su legado y para recordar que hubo un grupo de Binéfar lamiendo las mieles del éxito en plena época dorada del rock ibérico. Un grupo todavía recordado por miles de fans de todo el país, que supo condensar en sus canciones las peculiaridades de un territorio fronterizo como el nuestro. Ellos mismos compusieron una canción premonitoria:
De vuelta a casa después de la tormenta
todo está en calma, ya ha pasado el huracán.
Veo a lo lejos las luces de mi pueblo,
soy como un sol que se pone, como un ocaso.
(«Después del huracán», 1990)
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