(Puedes leer primero la presentación de la serie «Crónicas del colapso»)
A Carlos, un adolescente de unos diecisiete años, le dieron la oportunidad de viajar al futuro, en una máquina del tiempo que había inventado el científico Michael Franklin. Este, naturalmente, aceptó la propuesta y se dispuso a viajar, ya que quería ver cómo de bien había avanzado la tecnología, qué moda de ropa se llevaba entonces, hasta dónde había llegado el uso del plástico, qué nuevas redes sociales existían, y una larga serie de novedades que tenía en su imaginación.
Sobre las cuatro menos cuarto del día veintidós de marzo estaba previsto el viaje, y los días anteriores, Carlos se había estado preparando para la expedición.
Llegó la hora, era el turno de viajar al futuro; se sentó en una especie de silla eléctrica, le pusieron un casco con cables y Michael le dio a un botón rojo. Antes de ello, el científico le había dicho que para volver tenía que apretar un mando que llevaba en el bolsillo e, inmediatamente, estaría otra vez en el presente. Tras pulsar el botón rojo, Carlos parecía que había perdido la consciencia, ya que su mente estaba en el futuro.
Estaba en la ciudad de Madrid. Esperaba ver coches voladores, casas de plástico, móviles inteligentes que solo tenías que pensar una cosa para que esta se hiciera realidad, los tejidos más extraños y novedosos hechos a base de petróleo, etc.
Carlos se llevó una gran decepción, ya que lo que pudo ver fue una especie de coches, si todavía se podían llamar así, ya que eran carruajes tirados por caballos, los envases no eran de plástico, sino de madera, los niños ya no tenían móviles ni nada parecido, sino que se pasaban el día en la calle jugando al pilla-pilla, tirando aros de madera empujados con ramas de los árboles o, simplemente, sentados en rocas hablando de lo que habían hecho durante el día. En cuanto a sus pensamientos sobre las nuevas modas para vestir, en seguida pensó que la moda había dado un gran paso hacia atrás, ya que la gente vestía camisetas de lana (cosidas por las abuelas), pantalones de algodón y los zapatos de esparto más rudimentarios jamás pensados.
Carlos, al ver todo esto, se llevó una gran decepción, por lo que se decidió a preguntar a la gente mayor por qué todo había cambiado tanto con respecto a hace, simplemente, unos treinta años. Cada uno tenía ideas diferentes sobre este tema, debido a que tenían su propia vida y habían sucedido diversos motivos, pero todos coincidían en una cosa: “EL FIN DEL PETRÓLEO”. Decían que desde el momento en el que el petróleo se acabó, no habían encontrado ningún otro material tan útil como este, y que todo había decaído, lo que entristeció a Carlos, y decidió cambiar el futuro.
Carlos apretó el mando que llevaba en el bolsillo y volvió al presente. Intentó avisar a todo el mundo sobre lo que había visto en su viaje al futuro. Esta noticia se hizo viral mundialmente, salía en los telediarios, en internet, en todas las redes sociales, y un largo etcétera, pero nadie reaccionaba. Al ver la pasividad de la gente, Carlos intentó iniciar por sí mismo una revolución y hacer que las grandes multinacionales se dieran cuenta de la falta de petróleo para los próximos años, pero fue inútil, por lo que, Carlos, decepcionado, acabó por conformarse y aceptar que vamos dirigidos al fin del petróleo y todo lo que ello conlleva.