Crónicas del colapso

crónicas del colapso(Puedes leer primero la presentación de la serie «Crónicas del colapso»)


Julia era una de las muchas personas que desde pequeña había oído hablar del cambio climático, siempre como algo muy lejano que no les llegaría a afectar. Ahora Julia, junto a su marido Pablo y Kenza su hija de 16 años, viven en Galicia lejos del pequeño pueblo en el que ambos se criaron.

Últimamente el tiempo estaba revuelto, unos días mucho sol y a los días siguientes lluvias devastadoras que en ocasiones inundaban las calles. Claro está que ya nadie podía permitirse ver la televisión, de manera que ya sólo podían informarse del temporal según su parecer o por el meteorólogo particular de la zona, al que debían visitar una vez a la semana para enterarse de su pronóstico, aunque no siempre acertaba con tanta precisión como se hacía antes.

Hoy Julia y Pablo querían ir a la playa, para celebrar sus 23 años de novios, por el hecho de hacer algo especial evidentemente junto a su hija Kenza, que apenas había visto el mar 3 o 4 veces. El mar estaba a una media hora en bicicleta del pueblo, así que cogieron sus bicicletas y marcharon. El día parecía soleado como les había informado su meteorólogo. Se habían llevado unos cuantos bocatas envueltos en portabocatas caseros hechos con camisas viejas. Sí, desde que los recursos empezaron a escasear la gente comenzó a entender que sería un grave problema quedarse sin plásticos y otros materiales no renovables. Ya habían terminado de comer y Kenza decidió irse a bañar un poco mientras que sus padres iban a echar la siesta en sus toallas.

Eran más o menos las tres y media cuando Julia despertó, vio que el día soleado se estaba oscureciendo por una gran nube de color gris oscuro.

-¡Pablo despierta, es hora de irnos! -dijo Julia preocupada.

-Un ratito más, mira a Kenza, está disfrutando de la playa. Quién sabe cuándo volveremos a venir a la playa -dijo Pablo aún con voz somnolienta.

Kenza sentía como si una corriente le quisiera arrastrar mar adentro, como si el mar se estuviera encogiendo por momentos. Ella intentó salir del mar pero no podía por mucha fuerza que hiciese.

-¡Papá, mamá, no puedo salir, socorro!- grito Kenza desconsoladamente.

Julia y Pablo apenas le oían, así que ella gritó cuanto pudo y al final se percataron de lo que sucedía. Fueron corriendo a la orilla pero veían que conforme ellos se acercaban su hija se iba alejando. Julia se tiró al mar, sabía nadar muy bien, cogió a su hija y consiguió sacarla hasta la orilla. Pablo cogió a Kenza, que apenas podía sostenerse en pie del cansancio y agobio que suponía luchar contra un mar que se estaba encogiendo y que ahora estaba volviendo a expandirse en forma de una ola gigante. Pablo corrió con Kenza en brazos hasta el acantilado más alto y cercano, ahí estarían a salvo; cuando miró abajo vio que Julia estaba tumbada en la orilla, Pablo no lo dudó ni un segundo y bajó corriendo, casi volando, a por Julia. Cuando llegó a ella y vio que tenía una herida profunda que se extendía por todo el muslo.
La intentó levantar pero era demasiado tarde… la gran ola había llegado, fueron arrastrados mar adentro y lo último que pudo ver Kenza con sus ojos llenos de lágrimas fue la imagen de su padre que abrazaba a su madre mientras eran cubiertos por una gran masa de agua que se desvanecía sin dejar rastro de ellos.

19 Abril de 2051

Kenza ya ha hecho la maleta para el transbordo que va a hacer toda la población del planeta Tierra a una de las lunas de Júpiter. Pero no está sola está con su novio Mario y su hijo Hugo de apenas 9 meses. Llegan a la nave y se sientan en los respectivos asientos y el bebé en la falda de Kenza; en ese momento Kenza suspira y le dice a su hijo.

-Te voy a cuidar en nuestro nuevo hogar tanto como me cuidaron a mí.

– ¿A qué te refieres? -dijo Mario, que aún no había escuchado la historia.

– Pues verás, tal día como hoy, hace diez años fui con mis padres a la playa (…)

– Entiendo –dijo Mario cuando ella terminó la historia- ¿de ahí tu tatuaje?

-…Si…

“Paremos esto antes de que nos pare a nosotros” Kenza

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

-Simplemente comunicarlo, explicarlo. Os tendría que dar más miedo lo que puede pasar si no lo decís, ya veis lo que está pasando -añadí intentando convencerle.

Sorprendentemente lo conseguimos y a los días todo volvió a la normalidad, bueno, no del todo ya que la gente comenzó a pasarse a las energías renovables, por lo visto valió la pena el experimento del padre de Víctor, y podríamos decir que nosotros contribuimos, aunque la gente no nos crea.

 

 

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