Cazadores furtivos en el barranco de Gabasa

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Texto: Redacción LLI

Imagen cedida por: Cristina Barbero

 

Peralta de la Sal, 13 de enero de 2014.- La Litera es una comarca en la que abundan los cotos de caza y los cazadores. Son zonas debidamente señalizadas y todos, tanto cazadores como excursionistas, conocen exactamente de qué zonas se trata. Este hecho es importante, porque la caza es una actividad que entraña riesgos evidentes. Cada año se producen muchos accidentes de caza, casi siempre provocados por la imprudencia humana, por ello es obligatorio obtener una licencia para desarrollar esta actividad y hacerla dentro de unas zonas debidamente acotadas y en unas épocas determinadas del año. A pesar de estas medidas de precaución, siempre hay quien decide saltarse las normas y las leyes, con la creencia de que pueden hacer lo que les venga en gana, pero esta vez les han pillado.

El pasado día 11 de enero era un sábado cualquiera. Cristina Barbero estaba junto con su marido recogiendo aceitunas en el patio de su casa cuando el sonido de los disparos rompió la tranquilidad reinante. Viven en Gabasa, un pequeño núcleo habitado perteneciente al municipio de Peralta de la Sal. Su casa está situada a 100 metros del barranco de Gabasa, una zona preservada para el uso y disfrute de la naturaleza, donde está prohibido cazar, pero donde abundan jabalíes y conejos. Los cazadores habituales lo saben y van a cazar al barranco, a sabiendas de que es una zona protegida y de que es un espacio natural que muchos grupos y excursionistas individuales utilizan a diario. Este mismo sábado hay prevista una actividad de senderismo infantil en este espacio natural. ¿Se imaginan lo que podría pasar en caso de que coincidieran una de las habituales batidas de caza con una de estas excursiones llenas de menores de edad y se produjera un accidente? Pueden imaginarse lo que pensó Cristina cuando oyó los disparos. Tras los disparos siguieron ladridos de perros, una auténtica jauría, y chillidos de terror de un jabalí.

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Cristina y su marido salieron a ver qué estaba pasando. Desgraciadamente, estas batidas de furtivos se producen con demasiada asiduidad. Este sábado eran entre diez y quince cazadores con sus perros los que perseguían al jabalí que estaba en una zona protegida. Cuando Cristina y su esposo miraron hacia el barranco vieron cómo un perro se despeñaba por el mismo y a cinco cazadores, armados con sus rifles, que se asomaban para ver qué le había sucedido al pobre animal. Entre ellos comenzaron a comentar el estado del perro. Unos decían que estaba muerto, otros que malherido, pero ninguno bajó a cuidarle. Todos ellos le dejaron allí abandonado a su suerte. Los aullidos del perro se podían oír a mucha distancia.

Cristina llamó al 062 para contar lo sucedido y allí se personaron en un breve lapso de tiempo la Guardia Civil de Binéfar y miembros del SEPRONA de Tamarite. Realizaron fotografías de la perra abandonada a su suerte y del jabalí abatido. Mientras tanto, Cristina y su esposo estuvieron cuidando de la perra herida, acariciando y tranquilizando al pobre animal. La perra llevaba en el collar el nombre y el número de teléfono de su dueño, por lo que la Guardia Civil procedió a llamarlo para que recogiera al animal herido y explicara su versión de los hechos. Al cabo de unas horas el dueño del perro acudió a declarar ante la Guardia Civil acompañado de otro de los cazadores. Otro grupo de los miembros de la partida se encontraban esperando a éstos por las cercanías de la casa de Cristina y uno de ellos que, según consta en la denuncia hecha ante la Guardia Civil, al parecer el jefe del grupo y cuyo nombre de pila empieza con V.,  la amenazó con la frase “¡Amiga, te habrás quedado a gusto! ¡Pues para cuenta!”.

La Guardia Civil le pidió a Cristina una tabla para poder llevarse a la perra malherida a un centro veterinario donde tuvo que ser sacrificada por la gravedad de su estado. En cuanto se fue la Guardia Civil, los cazadores furtivos fueron a buscar el jabalí muerto y con una cuerda lo arrastraron por delante de la casa de la denunciante dejando un desagradable reguero de sangre.  Tal como consta en la denuncia, el ciudadano identificado como V. volvió al día siguiente a casa de Cristina y la volvió a amenazar.

Los cazadores se saben inmunes en esta zona, hace mucho tiempo que llevan a cabo este tipo de batidas y nadie se atreve a denunciarles. Aquí todos se conocen y vale más guardar silencio. Pero Cristina y su marido viven en la zona desde hace dos años, no tienen miedo a los intereses creados durante generaciones. Ellos saben que disparar en esa zona no solo está prohibido sino que puede originar una auténtica desgracia en caso de accidente. Ahora Cristina vive atemorizada ante la posibilidad de represalias contra sus perras o contra su casa. Los cazadores siguen merodeando la zona, disparando cerca de las casas de Gabasa, sin respetar la zona protegida ni las distancias mínimas de seguridad. Esperemos que no se produzca ningún accidente, porque los hechos son lo suficientemente graves como para que se actúe con la firmeza necesaria y se aplique la ley.

 

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