Me gusta la literatura y por tanto leer buenos libros. Si hay alguna lectura que me atrae en especial es la de obras que hablen de mi pueblo, de mi comarca, de mi tierra; en una palabra, de ese entorno social y cultural que me ha envuelto desde la infancia y ha marcado primigeniamente mi existencia.
Por eso me causó emoción la noticia de que el autor Josep M. Espinàs, había escrito un libro titulado A peu per la Llitera, publicado por Edicions la Campana en 1990. Inmediatamente compré un ejemplar; no me importó, en absoluto, que estuviera escrito en catalán. Me gusta leer en esa lengua, prima hermana de la que hablaban en Pilzán, pueblecito cercano a Benabarre, mis padres y mis abuelos nacidos allí. Estos últimos nunca abandonaron su lugar de nacimiento mientras que mis padres descendieron de la montaña al llano, en busca de una vida mejor. En ese pueblo, con los abuelos, pasé los veranos durante las vacaciones de mi vida escolar hasta llegar a la adolescencia. Era feliz en aquel lugar maravilloso, antigua fortaleza árabe, situado en lo alto de una colina a 905 metros de altura con unas vistas impresionantes que abarcan la Ribagorza y la cordillera pirenaica.
También mis vínculos con la Litera tienen un componente afectivo-familiar. He tenido familia en San Esteban, Camporrells, Alcampell, Algayón… y amigos en casi todos los pueblos del resto de la comarca. Por si fuera poco, mi esposa estuvo ejerciendo de maestra en Baells. Por eso amo estas tierras y esta lengua de mis mayores que siempre he escuchado en mi casa de Binéfar, hablada entre mis padres, amigos y familiares.
Por otro lado sabía que Espinàs había recibido numerosos premios literarios en Cataluña y que era el coautor de la letra del “Cant del Barça”, el himno oficial del Club de Fútbol Barcelona. También había leído su novela Todos somos iguales, publicada en castellano por la editorial Destino en 1958. En esta obra Espinàs incorporaba la forma literaria neorrealista de Delibes y Cela, acentuando su atención en una narrativa de carácter marcadamente social. En ella destacan los agudos contrastes de la situación económica, sobre todo de vivienda, entre distintos personajes situados en la Barcelona de los años 50. En su momento me gustó a pesar del tibio compromiso de denuncia que destila la novela, pero eran destacables sus buenas intenciones teniendo en cuenta que la obra estaba escrita en plena dictadura franquista. Se narran los acontecimientos que les suceden, en un viaje de negocios, al dueño de una fábrica de paños y su viajante (ahora gustan de llamarse comerciales), en un recorrido de ventas por Aragón. Después de distintas peripecias, en algunos momentos con vivencias casi fraternales, finalmente estas relaciones quedarán truncadas y volverán a regirse de nuevo por la distancia en la escala social de de los protagonistas: dueño y empleado.
Volviendo al libro de viajes por la Litera: antes de adquirirlo me habían llegado comentarios poco favorables sobre el mismo porque, decían, las intenciones de fondo iban algo más allá que lo que se debía suponer a un escritor imparcial y ecléctico. De acuerdo con esta filosofía se podía esperar del escritor posiciones de pensamiento muy distintas e incluso contradictorias pero al mismo tiempo conciliadoras y sin prejuicios, teniendo en cuenta que podían ser interesantes y que no tenían por qué ser excluyentes entre sí, sobre todo en la “marginación territorial” que el autor hace de Binéfar. Difícil de entender esta posición del novelista porque precisamente Espinàs, en la letra del himno que compuso para el Barcelona, quiso hacer referencia al carácter abierto e integrador del club, con la intención de no diferenciar la procedencia geográfica de los seguidores, porque lo que realmente importa es apoyar al equipo y lograr la unión de todos los azulgranas.
Para no sentirme mediatizado, rechacé recibir una mayor información ajena que podía estar distorsionada y quise abstraerme totalmente para disfrutar con la lectura del libro. No quise juzgar sin haber leído antes la aventura de Espinàs por nuestra tierra. Me podía el deseo de recrearme con la impresión que nuestra Litera había impregnado en la piel y el espíritu de un hombre que ya había protagonizado, en Cataluña, el mítico Viatge al Pirineu de Lleida, andanza conjunta con el enorme escritor Camilo José Cela en el año 1956.
(continuará)
desde La Sierra