Fotografía: David Iturralde
Texto: Jaume Garcia Castro
Debo confesar mi eterna envidia a los músicos. Los que nos ganamos la vida sentados ante un teclado, escribiendo, redactando noticias con mayor o menor acierto, lo hacemos utilizando un código, un lenguaje, que tiene que ser lo más exacto y preciso posible, debemos buscar el verbo correcto, el adjetivo preciso para describir aquello que queremos expresar. En cambio, los músicos tienen también su código y su lenguaje, pero su idioma, la música, no es un idioma encorsetado por definiciones, sinónimos y gramáticas. La música es un idioma abstracto y como tal es un idioma que te da la libertad de expresarte libremente y posiblemente con mucha más precisión que con la palabra escrita. De hecho, la música es un lenguaje exacto, es matemática pura. Es la parte poética de la matemática.
Teresa Vilaplana, (Binéfar, 1983) es una brillante pianista con un currículum al alcance de muy pocos músicos. Abreviando muchísimo: ha estudiado en Monzón, en el Conservatorio Superior de Aragón, en Zaragoza, donde fue Premio Extraordinario y obtuvo dos Matrículas de Honor y finalmente en Salzburgo (Austria) donde completó su formación. Como concertista ha tocado en España, Austria, Alemania, Holanda y China (Hong Kong), tanto como solista como en todo tipo de formaciones. En la actualidad vive y trabaja en Berlín. Cuando le hago la reflexión sobre el lenguaje escrito y la música, Teresa reflexiona y matiza mis palabras:
Teresa Vilaplana: Es muy bonito eso que has dicho de la parte poética de la matemática. Hombre, la música tiene su gramática. Lo que pasa es que esta gramática va cambiando con las culturas, con el paso del tiempo… Cada cultura y cada momento tiene su gramática musical, tanto la música tradicional china como el jazz, la música de Mozart o la de cualquier época.
Sobre lo que has comentado de las matemáticas… Esa separación entre ciencias y letras… Yo hice letras porque las Artes se asocian más a las Humanidades, pero es absurdo, porque como bien has dicho, la música es pura matemática. Las leyes de la armonía son leyes que están en la Naturaleza. Los armónicos de un sonido… es física pura, es acústica, es decir, física del sonido, no tiene sentido separar lo artístico de la ciencia. Y eso es lo realmente bonito de la música, que está relacionado con todo.
Jaume García: Johann Sebastian Bach es un ejemplo de esto que explicas, precisamente. Muchos de sus oratorios son simples variaciones sobre frases de la biblia y su transposición de letras a notas musicales.
Teresa: Sí, le gustaba mucho experimentar con el sonido. Era una especie de Albert Einstein del sonido. También trabajaba sobre combinaciones lógicas de los sonidos. Lo de las letras es porque en alemán las notas no se dicen do, re, mi, fa, sol, la, si, sino que el do es la C, y así hasta la H que es el si. Por ejemplo, en una ocasión utilizó su nombre (B, A, C, H) y lo convirtió en notas: el si bemol es la B, la A es el la, la C es el do y la H es el si. Con estas cuatro notas hizo una Fuga. O con frases, por ejemplo: “El agua desciende hacia los valles”, pues la música que lo ilustra va descendiendo también. Le gustaba jugar y experimentar.
Jaume: Ya que hablamos de Johann Sebastian Bach que es el más conocido de una extensísima familia de músicos, tú vienes de una tradición familiar ligada a la música. ¿Qué es lo que te hizo entrar en ese mundo? El hecho de tener una familia de músicos o descubrirlo por ti misma?
Teresa: Bueno, es lo típico. Mi madre es una melómana empedernida, a mi padre también le gusta mucho la música, mi abuela era profesora de piano, es decir, en mi casa siempre ha habido mucha conversación sobre música y mucha música sonando. Empecé así, y de pequeñita yendo ya a clases de piano como algo normal, sin discusión. Y como yo era muy buenecita y empollona, pues nada, si hay que hacerlo, pues hay que hacerlo. Luego a los 15 o 16 años ya tuve que escoger entre hacer una carrera normal o seguir con el piano, decidí seguir, por supuesto. Luego ya a los 25, no es que dudara, sino que me planteé qué quería hacer con esto y simplemente seguí tocando. Luego, cuando ya empiezas a trabajar, a dar clases, y descubres que la música no es simplemente lo que has aprendido en la universidad, sino que puedes dar clases, puedes componer, puedes dirigir un coro, puedes hacer mil cosas. Creo que he redescubierto la música desde que dejé de estudiar, desde hace dos años.
Jaume: ¿Y cuál sería tu máxima aspiración? ¿Convertirte en concertista, profesora, compositora?
Teresa: Pues ahora mismo no tengo máxima aspiración. La tenía a los 20, ese sueño de triunfar, pero ahora mismo me parece un desastre esa actitud vital. Nos han engañado completamente, me parece una mentira absoluta lo de triunfar, el éxito, la palmadita en la espalda… No prima la música en sí, el camino, sino que prima el resultado final, el dinero, el ser famoso, y eso mata la música. Es difícil no perderse. Nos lo ponen en bandeja para que compitamos, para que queramos ser unos mejores que otros, y no sólo en la música, sino en todas las profesiones. Eso me ha hecho sufrir mucho, pero ahora he madurado e intento ser honesta conmigo misma y me planteo qué es lo que quiero hacer de verdad, sin tener en cuenta lo que hacen los demás. Es difícil.
http://www.ivoox.com/fantasia-betica-manuel-falla-interpretada-por-audios-mp3_rf_2194103_1.html
Fantasía Bética, de Manuel de Falla, interpretado al Piano por Teresa Vilaplana
A los 18 años salió de Binéfar a estudiar. Primero Zaragoza, a hacer los estudios universitarios, luego Austria, para hacer un Master y un Postgrado, para completar sus estudios. Al acabar el Postgrado se vio buscando un lugar donde trabajar y poder vivir y decidió que un buen lugar era Berlín. Era un viaje a la aventura, era verse fuera de casa, según la propia Teresa era “un viaje emocional, una necesidad de seguir buscando, una búsqueda de mí misma, un viaje iniciático, una cosa muy novelística. Berlín me pareció una ciudad muy interesante para empezar una cosa así. No es irse al Amazonas, pero te da una cierta seguridad de que no te maten por la calle, sin dejar de ser una aventura”. Seguimos hablando de la importancia de Berlín como capital cultural mundial, al lado de Nueva York, dos ciudades que son el hervidero de lo que realmente es influyente en el mundo del arte, como lo fue París a finales del siglo XIX o Viena a principios del XX, de cómo cualquier persona que tenga una cierta inquietud artística acaba viviendo una temporada en una de estas dos ciudades.
A pesar de que sus estudios son estrictamente de música clásica, a Teresa le encanta el jazz y se siente muy atraída por este estilo musical. Empezamos a hablar de nuestra pasión común, el jazz, y nos olvidamos por unos minutos de la entrevista. Al final, la conversación nos lleva a que muchos de las actuales estrellas del jazz son músicos diametralmente opuestos a los que ocupaban su silla en un antro de la época de la prohibición. Teresa pone como ejemplo a Herbie Hancock, que lejos de ser como las estrellas del jazz de los 40-50 (alcoholicos, drogaadictos, LSD…) es budista y eso ha influenciado mucho a su etapa como compositor e intérprete. La conversación poco a poco nos ha vuelto a llevar a Johann Sebastian Bach. Su música también ha sido un canto a Dios y la espiritualidad, aunque en este caso era Luterano.
Jaume: ¿Tú qué música escuchas?
Teresa: Depende. Hay muchas músicas que me gustan.
Jaume: ¿Por ejemplo?
Teresa: Me gusta mucho Miles Davis y, por supuesto, Bach. Últimamente escucho mucho a Nina Simone, y desde siempre he escuchado muchísimo a The Beatles. De pequeña me gustaba muchísimo Queen, pero ahora se me ha pasado un poco…
Jaume: A mí todavía me dura…
Teresa: Keith Jarret me gusta mucho. No soy muy friki de la música clásica en general. Hombre, bueno, las sinfonías de Beethoven sí, por supuesto. También me gustan mucho Pink Floyd o Radiohead. Pero vaya, ahora estoy escuchando mucha música de la que tengo que escuchar por motivos profesionales. Al principio es solamente una obligación, pero luego la acabas amando. Es un resumen de por qué la gente no escucha música clásica, y la respuesta es “porque hay que hacer un esfuerzo”. Escuchar música requiere saber un montón, pero cuando lo sabes y lo aprendes, cuando puedes aplicar tus conocimientos, es cuando lo disfrutas plenamente. Disfrutar de una pieza compuesta e interpretada en plenitud de todos los participantes, eso es lo que me apasiona del jazz.
Hace un tiempo tuve una crisis existencial en el sistema de aprendizaje en Europa. Cuando te dedicas al piano te pasan un montón de partituras que hay que estudiar, que son el corpus de las piezas de piano, y hay que aprender a tocar esas piezas. No te enseñan a improvisar, no te enseñan a acompañar a alguien de oído. Yo le envidio a esta gente el hecho de que son capaces de tocar cualquier estilo y cualquier partitura. Hay músicos que no han estudiado nunca música que saben hacer cosas que nosotros, los licenciados, no sabemos.
No queremos abusar mucho más del tiempo de Teresa, así que le hacemos una última pregunta, para acabar la entrevista con un apunte musical.
Jaume: Imagínate que la música fuera un sitio donde se pudiera entrar a vivir. ¿En qué composición te gustaría vivir una temporadita?
Teresa: Así, a bote pronto, me han venido a la mente las Variaciones Goldberg de Bach. En la grabación que hizo Glenn Gould en los ochenta. También en las Canciones para Voz y Piano de Schubert, que como son unas 500 entonces tengo un montón de rato para quedarme ahí, o el disco A kind of Blue, de Miles Davis.
Excelentes elecciones. Os dejamos con las Variaciones Goldberg en la grabación completa de 1981, de Glenn Gould, para que quien haya llegado hasta aquí también pueda vivir un ratito en estas excelentes composiciones e interpretaciones, uno de los hitos de la historia de la música.