Leonor Lalanne: «No sé cuándo se me acabará la imaginación, pero la verdad es que me queda un montón»

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Texto e Imagen: Jaume Garcia Castro

Binéfar, 29 de mayo de 2014.- Si algo se aprecia a simple vista cuando uno conoce a Leonor Lalanne es que es una auténtica fuerza de la naturaleza. Tiene una imparable vitalidad que resulta contagiosa. Estar cerca de ella es como estar conectado a un acumulador de corriente positiva, desprende una energía de buen rollo, si se me permite la expresión, que no pasa desapercibida. Es el reverso perfecto a esas personas que te absorben energía y te dejan hecho polvo, Leonor insufla energía positiva, te pone de buen humor, en definitiva, regala vida.

Debe ser por esta extraña virtud que ha sido capaz de llenar de vida a un puñado de personajes que, de otra forma, languidecerían en el universo de lo inmaterial. Un buen día se sentó a escribir una novela sin saber de qué irira, ni dónde sucedería, ni nada de nada. Tres años más tarde esa novela es una realidad titulada El secreto de Kirchland. El pasado jueves se presentó en Binéfar ante un público formado por amigos, conocidos, futuros lectores y curiosos en general. Al acabar el acto, en el que Leonor mostró todo su entusiasmo y pasión por la novela, se sirvió una copa de vino para los asistentes. No es un vino cualquiera, porque Leonor Lalanne viene de una larga tradición de más de un siglo de bodegueros y se sirve en esta ocasión el Merlot de las Bodegas Lalanne, cuyo nombre es, precisamente Leonor Lalanne Merlot. Tras la presentación, un largo número de amigos y conocidos charlan con la autora, momento que aprovecho para beber una copa del magnífico vino. Tras unos minutos de agradables conversaciones, Leonor encuentra un hueco para hablar conmigo de El secreto de Kirchland. En esta entrevista casi tiene más importancia el cómo se dice que lo que se dice, así que intentaré dar alguna pincelada del tono con el que Leonor Lalanne contesta cada pregunta.

Jaume Garcia: He entrevistado a muchas personas en mi vida, personas que tenían casas a su nombre, coches, incluso barcos a su nombre, pero nunca a alguien con un vino con su nombre…

Leonor Lalanne: [Se sorprende y reacciona] ¡Ah! ¡Vale! [Sonríe, encaja el comentario y contesta, todo en décimas de segundo] ¿Sabes qué pasa? Que cuando llevas tanto tiempo teniendo un vino con tu nombre, te parece lo normal. De hecho, yo estoy segura que les hace más ilusión a mis hijos que a mí. De alguna forma, en mi casa hemos querido personalizar tanto lo que hacemos que hay un vino que se llama Laura Lalanne, como mi hermana, hay un Brut Nature que se llama Lucrecia Lalanne, como mi otra hermana, y el monovarietal de merlot lleva mi nombre, en honor a mí. Además, no hay ninguna antepasada que se llame así, sino que sólo es por mí y me hace mucha ilusión, por supuesto.

Jaume: Pero ahora no sólo hay un vino con tu nombre. ¡Ahora también hay un libro!

Leonor: [Ilusionada y muy divertida] ¡Aaaayyy! ¡Eso es la bomba! ¡Esto es lo mejor! Realmente es que era mi sueño, un sueño que se hace realidad. Cuando comencé a escribir, ni yo misma me creía que podría acabar de escribirlo, y cuando acabé me dije: “¡Me ha salido y, encima, me gusta!”, porque no te puedes imaginar lo exigente que soy conmigo misma. Encima, teniendo en cuenta que no había escrito ningún libro. Me gusta, en realidad he escrito el libro que yo quería escribir, un libro ameno y para disfrutar, sin grandes… no es una novela histórica, es un libro ambientado en una época histórica. Y cuando llegó Gráficas Editores a mi vida y se cumplió el sueño de poder coger con las manos ese libro, y que tuviera una forma real y fuera de verdad el libro, ha sido una de las mayores ilusiones de mi vida. De hecho, yo digo que es otro hijo. El secreto de Kirchland es otro hijo, vamos, seguro.

Jaume: Cada vez que he entrevistado a un escritor he podido constatar que cada uno tiene una característica que lo diferencia de todos los demás. Creo que tu característica es que tienes una fuerza imparable, como la piedra que persigue a Indiana Jones en En busca del Arca Perdida… Tienes una fuerza arrolladora y es difícil mantenerse al margen de esa fuerza que generas.

Leonor: Yo creo que lo que más me caracteriza es la pasión que pongo en todo. En todo. En toda mi vida, en todo el trabajo que hago y, sobre todo, en el libro… Es un libro en el que he puesto tanta pasión que te engancha, te atrapa, está lleno de sentimientos, para mí, los sentimientos es lo más importante que hay en la vida, porque sin sentimientos la vida no merece la pena. Yo intento transmitir lo que he escrito, pero es que no lo puedo transmitir de forma tranquila porque me emociono muchísimo, me hace tanta ilusión que soy incapaz de transmitirlo de otra manera…

Jaume: Te lo comentaba porque creo que en El secreto de Kirchland, más que un mapa de situaciones o de acciones, lo que hay es un mapa de emociones.

Leonor: [Se pone seria de repente.] Total. Total. A los personajes se les podría definir por los sentimientos que tienen en cada momento y por la evolución que tienen esos sentimientos. [Vuelve a apasionarse poco a poco.] De hecho, los personajes evolucionan muchísimo, todos ellos van cambiando y van transformando todas esas sensaciones, todos esos sentimientos, entonces eso es lo bonito, porque en la novela transcurren casi veinte años. ¿Quién es igual veinte años después? Es inevitable ir transformándose, ir cambiando. Es muy bonito ir viendo la transformación de las emociones, de los sentimientos, de la vida de cada uno de esos personajes.

Jaume: Por eso no necesitas plantearte la novela antes de escribirla…

Leonor: Realmente, es que yo no la planteé, fueron los personajes los que fueron evolucionando, creciendo, amándose, odiándose…

Jaume: Porque nacen de las entrañas, no de la razón.

Leonor: ¡Claro! ¡Pero es que para mí están vivos! Han estado vivos todo el tiempo. Y cuando el otro día me dijeron: “Eso es lo bueno cuando un libro es bueno” yo le contesté “Yo no sé lo que es bueno o malo, yo sólo sé lo que mis personajes me decían lo que querían hacer”… Yo no podía inventarme muchas cosas porque estaba tan claro lo que querían hacer que era como una mera transcriptora de su vida. Ha sido así y no he podido, ni he querido, evitarlo o cambiarlo, desde luego.

Jaume: Da la impresión de que algún personaje secundario se te está escapando de las manos y está pidiendo a gritos una novela propia…

Leonor: Pues no lo sé… Me costaría muchísimo pensar cuál de ellos podría tener una aventura propia… ¿Tú cuál crees que podría ser?

Jaume: Es más bien una sensación que una afirmación… [Estaba pensando en Sara Waldon, pero no quiero condicionar la respuesta.]

Leonor: No lo sé. A mí lo que me ha sorprendido es que haya muchas personas que me han dicho: “¡Oye! ¡Sigue! ¡Quiero más! ¡Quiero leer más! Porque estarás escribiendo la segunda parte, ¿no?” y les contesto que no, que la segunda novela que estoy escribiendo no es la continuación, es una novela diferente que, además, es un planteamiento muy original, pero no es la continuación. No sé si tendrán más vida o no, si tanto me lo pidieran tendría que planteármelo, pero no me lo he planteado todavía y no acaba como acaba porque yo quiera seguir, eso quiero dejarlo claro.

Jaume: Eres bodeguera, organizas eventos de todo tipo y ahora, además, creas mundos imaginarios. ¿Cuál es el siguiente paso?

Leonor: Creo que no me da para mucho más, ¿eh? Creo que no me da para mucho más porque no tengo más horas al día. Pero esta faceta de escritora, que ahora me atrevo a decirlo, pero los primeros días, cuando me decían “la escritora” yo me decía: “¿Hablan de mí? ¿Dicen que yo soy escritora?”, ahora me lo empiezo a creer y me lo digo yo misma. Me ha costado muchísimo llamarme escritora, no creo que me dé para mucho más, pero… nunca se sabe. Si ya soy bastante polifacética, puedo seguir siéndolo bastante más, seguro que sí.

Jaume: Tengo la sensación que eres como Papá Noel y tienes una bolsa llena de pequeñas historias que, de repente, una de estas historias se convierte en una novela en cualquier momento.

Leonor: ¡Sí! Realmente, estoy escribiendo la segunda pero tengo ideas para una tercera, una cuarta… y cuando me paro a pensar se me ocurren tantas ideas que podría escribir un montón de novelas, pero no sé por qué. Quiero decir, que no tengo una preparación para escribir, no tengo nada, pero tengo muchísimas ideas. Yo misma me sorprendo porque, cuando iba escribiendo El secreto de Kirchland me decía: “Pero… ¿cómo se me ocurren tantas cosas?” Podría haber hecho dos personajes o tres, pero hay una docena de personajes y son todos tan vitales y tan importantes… ¡Que es que son secundarios! Entonces… No sé cuándo se me acabará la imaginación, pero la verdad es que me queda un montón.

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Jaume: Hay dos grandes grupos de escritores: los que escriben para que veas lo bien que escriben, prescindiendo muchas veces de si hay una verdadera historia tras sus palabras, son los que tienen ganas de ocupar un sillón de la RAE, y otros, como tú, que son los que tienen muchas cosas que explicar y lo hacen, con más o menos acierto, pero que no pueden parar de escribir porque tienen una auténtica hemorragia de imaginación…

Leonor: Pues yo creo que soy de estas últimas, porque cuando me pongo a escribir sólo pienso en transmitir, no pienso en que la frase esté perfectamente estructurada. De hecho, hablando con algún otro escritor, me han dicho “hay que escribir una frase larga, luego otra mediana y luego otra corta, así todo el tiempo”, “¿Qué dices? ¿Que tiene que haber una estructura?”, preguntaba yo, “Sí, sí, claro”. No voy a decir quién me lo decía, pero cogí mi libro y… ¡Yo no he hecho eso, en ningún momento! Igual no sé cuál es la estructura de lo que es escribir, pero resulta que los lectores me dicen que les encanta y que les transmite… Si yo no sé llevar esa estructura y esa metodología, pero resulta que a mis lectores les llega la historia, entonces ¿qué más da? ¿Qué más da? ¿Cuántas veces leemos la crítica de un libro y nos dicen que es buenísimo y lo coges y no lo puedes leer? ¿Y cuántas veces un libro que dicen que es malísimo, te lo lees y dices: “¡Me encanta! ¡No será bueno, pero me encanta!”? ¿Cuál es la clave? Yo no la sé. Yo sólo sé que mi novela ha comenzado porque disfruté escribiéndola y ahora estoy haciendo disfrutar a los demás. Con eso ya tengo suficiente. ¿Qué más puedo pedir?

Jaume: Nada. Esa es la clave, crear una historia y que llegue.

Leonor: Y sólo pido ahora que lo cuenten, para que este secreto de Kirchland siga agrandándose. Pero, vamos, yo ya estoy feliz por conseguir hacer disfrutar a los lectores.

Jaume: ¿En qué momento te diste cuenta de que eso ya no lo podías parar? Empezaste a escribir una novela y llega un momento de revelación en que eres consciente que sólo podías hacer que acabarla, no podías pararla, ni tirar atrás, ni…

Leonor: Desde el primer momento. En el primer capítulo ya me dije: “Si he creado tantos personajes… ¡Y qué bien están! ¡Si sólo con que se desarrollaran ya estaría genial!” Pero luego, resulta que tenía que crear más, porque si no, me faltaba… En el primer capítulo ya pensé: “¡Oye, yo sigo!”. No lo hice premeditadamente y, además, no podía ni imaginarme que me lo iban a publicar. ¡Ni en el último! Ha sido todo una sorpresa, ha sido escribir y decir “Yo sigo hasta donde me lleve y ya está”. Tampoco había una idea tan clara de lo que quería conseguir, no. Ha sido sólo ese disfrutar.

[En ese instante aparece un caballero, que creo que es el padre de Leonor, con una botella de Leonor Lalanne Merlot y me la entrega.]

Leonor: ¡Un recuerdo!

Jaume: [Agradecido y un poco avergonzado.] ¡Ah! ¡Muchas gracias! Pues me ha gustado mucho. Lo comentaba con una de las personas que ha asistido a la presentación y le he comentado que no parecía un Somontano, tiene un sabor diferente. Entonces esa persona me ha comentado que el método de elaboración es diferente al que se utiliza en la comarca del Somontano.

Leonor: Es el de Burdeos, el método bordelés, el método que utilizamos es diferente y se nota muchísimo. Los vinos del Somontano son maravillosos, pero nuestro vino es diferente.

Jaume: Quizás por eso tu novela es diferente. Debes haber utilizado el método bordelés…

Leonor: [Se ríe.] No lo sé. Cada persona es diferente, es un mundo, y yo he escrito lo único que sabía escribir.

Jaume: Juan Marsé decía que el 10% del trabajo de una novela es escribir y el otro 90% es reescribir.

Leonor: En realidad creo que he sido un poco exagerada con esto de rectificar, pero sí que es verdad que luego piensas que lo que tú entiendes perfectamente, luego el lector no lo entiende tan claramente. Le das vueltas porque quieres que quede muy claro. Sobre todo, las comas. Las comas me matan. Una coma, otra coma, otra coma, ¡todo comas! Soy muy de pausas. Y puntos suspensivos… Y pausas. Y es que escribo cualquier cosa y pongo pausas. Y hablo y me gusta hacer esa pausa para que el que me escucha comprenda lo que le digo y se pare, recapacite un poco y le llame la atención. Yo no sé si es un recurso literario, no tengo ni idea, pero lo utilizo mucho y me encanta cuando luego lo veo, porque así se entiende mejor. Mi libro está lleno de comas, y eso que en las rectificaciones que hice por lo menos le quité un tercio. No sé si me pasé quitando comas, pero bueno… El último día, cuando lo llevé a la editorial me dije: “no lo leo más porque, si no, volveré a rectificar y rectificar y será la historia de nunca acabar”.

Jaume: Bueno, pues de momento, vamos a disfrutar de El secreto de Kirchland y a esperar dos o tres años a que aparezca tu segunda novela.

Leonor: No lo sé, no sé lo que voy a tardar. Quiero disfrutar este momento. Está siendo tan maravilloso que no quiero solo centrarme en la siguiente y olvidarme un poco, sino que… ¡Es que es tan gratificante que te digan estas cosas tan bonitas! Yo sigo escribiendo aunque las ideas están aquí en stand by, paradas, porque no tengo tiempo de escribir, pero en cuanto me siente… Tengo cientos de ideas y no sé lo que habrá que esperar, pero mientras El secreto de Kirchland esté vivo y siga funcionando no voy a sacar otra novela, porque quiero mantenerlo lo máximo posible. No sé cuál es la vida de un libro, no sé si es un año, dos años, seis meses o cuánto. Ojalá haya mucha boca – oreja y que tenga mucha vida por delante.

 

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