Texto: Jaume Garcia Castro
Imagen: Judith Prat www.judithprat.com
Zaragoza, 18 de septiembre de 2015.- De vez en cuando aparece en la prensa una noticia relacionada con el descubrimiento de algún tesoro inesperado: un cuadro de Goya en un trastero de algún ayuntamiento pequeño, un puñado de monedas de oro del Siglo II A.C. encontradas al arar una faja de tierra, una ciudad azteca perdida en la inmensidad de la jungla hallada por casualidad por unos turistas… Saber del trabajo y de la obra de Judith Prat fue para la redacción de La Litera Información algo parecido a hallar uno de estos inesperados tesoros.
Nacida en Altorricón en 1973, Judith se licenció en Derecho y, una vez acabada la carrera, empezó a interesarse por la fotografía y el fotoperiodismo. Hoy es freelance y vive de la fotografía, de mostrar sin filtros, pero tampoco sin crudezas innecesarias, la vida de personas anónimas que luchan a diario por sobrevivir en condiciones extremas, de seres humanos que lo han perdido todo o casi todo y que Judith nos muestra a través de sus imágenes, de gran impacto visual, pero donde la persona fotografiada es siempre tratada con la dignidad que merece.
El último premio que ha engrosado su ya largo palmarés como fotógrafa es el de la sexta edición del concurso Human Nature, concedido la semana pasada por el Centre for Sustainable Development (Centro por el Desarrollo Sostenible) de Montreal, por su serie de fotografías sobre el Coltán, un mineral sin el cual nuestros teléfonos móviles no existirían y que es la causa de la guerra y la miseria en la República Democrática del Congo.
En La Litera hemos podido disfrutar tan solo en una ocasión de una exposición de su obra. Fue en la Casa de la Cultura de su Altorricón natal, en 2011. Vive en Zaragoza, aunque no es raro encontrarse con que está viajando a alguna zona del mundo para realizar alguno de sus trabajos. De vez en cuando, vuelve a Altorricón a ver a la familia, a reencontrarse, por unas horas, con sus orígenes.
Jaume Garcia Castro: Los niños y niñas, de pequeños, juegan a ser médicos, astronautas, indios y vaqueros… ¿Tú a qué jugabas?
Judith Prat: Pues, como todos los niños de pueblo, jugaba a estar en la calle, a subirme a los árboles y ese tipo de cosas, pero sí que una de mis mayores aficiones, desde que era muy pequeña, desde que aprendí a leer, siempre fue pasarme muchísimas horas leyendo. Pero, bueno, mi infancia fue lo que suele ser la infancia de un niño de pueblo, mucho tiempo en la calle y juegos de ese tipo.
Jaume: Isaac Asimov decía que el mejor dispositivo que existía era un libro, porque tiene todas las imágenes que tú quieras, puedes avanzar o retroceder, puedes repetir las veces que quieras una misma imagen, y cada una de esas imágenes es diferente en el cerebro de cada una de esas personas que están leyendo una misma historia.
Judith: Muy cierto. Estoy muy de acuerdo con esta reflexión sobre los libros. A mí los libros, lo que me han dado durante mucho tiempo, incluso hoy, que sigo leyendo mucho, ha sido la posibilidad de saciar mi curiosidad desmedida. Todo aquello que no sabía o que no entendía, lo tenía a través de los libros y sigue siendo un poco así. Leo por placer, no sólo por entretenerme, pero la mayoría de las veces es por saciar la curiosidad y, muchas veces, es por el placer de aumentarla. Es aquello de que cuanto más sabes, más quieres saber. En mi infancia, los libros me ayudaban a imaginarme otros mundos que no eran el mío, a leer sobre otras cosas que no eran las que estaban en mi entorno. Fue entonces cuando empecé a fantasear con viajar y todas esas cosas que luego, en cuanto pude y me hice mayor, puse en práctica. Sí que creo que parte de todo esto me viene de las lecturas que hice en la infancia.
Jaume: Es que recuerdo lo que yo leía de pequeño y era mucho Julio Verne. Y pensaba en ti y me acordaba de novelas como Cinco semanas en globo…
Judith: [Risas.] Yo también leía mucho a Julio Verne…
Jaume: Ahí tenemos una conexión segura con tu espíritu aventurero, pero también supongo que en algún momento caería por primera vez una cámara de fotos entre tus manos. ¿Recuerdas ese momento?
Judith: Pues mira, la verdad es que fue muy tarde. La fotografía la descubrí tarde, no fue una cosa de la infancia, ni mucho menos. Cuando terminé el instituto y me planteé qué iba a estudiar, todavía no estaba la fotografía en mi mente, yo estudié Derecho. Yo llegué a la fotografía no por la fotografía en sí misma, sino como herramienta para contar. Yo estudié Derecho y me especialicé en Derechos Humanos, fue entonces cuando empecé a viajar con algunas organizaciones para las que trabajaba en la defensa de los Derechos Humanos. Fue a raíz de eso, de esas cosas que yo veía y que quería contar de la mejor manera posible, que empecé a pensar en la fotografía como en una herramienta que me resultaba muy útil para contar lo que estaba viendo. La fotografía llegó después, no es una vocación desde la infancia, no, no. Llegué a la fotografía como herramienta para contar y ese es el tipo de fotografía que yo hago.
Jaume: Claro, ahora me empiezan a cuadrar muchas de tus imágenes. Viéndolas, es evidente que las composiciones que tú haces no buscan un fin meramente estético, no buscan narrar una historia como Robert Cappa que, a pesar de estar metido en un conflicto bélico, buscaba siempre explicar una historia artística desde ese encuadre, tú lo que buscas es explicar la situación y retratar el alma de lo que está sucediendo.
Judith: Sí, en realidad es lo que más me interesa, lo has definido muy bien, no busco la estética fotográfica, si bien es cierto que en fotografía las reglas de composición y todas esas cuestiones puramente fotográficas hay que conocerlas y que, cuanto mejor es una fotografía estéticamente, mejor vas a transmitir lo que tú quieres y eso, naturalmente, no lo obvio. Sí que, de alguna manera, busco la mejor fotografía, pero no con un objetivo estético, de preciosismo o de buscar la belleza, sino de contar. Intento buscar la mejor foto , pero que la estética de la foto me ayude a contar, de la mejor forma posible, lo que estoy viendo y lo que quiero narrar.
Jaume: Otro aspecto que me llama la atención es que en todas tus imágenes, al menos en todas las que he visto, el ser humano no es el foco necesariamente de la estética de la fotografía, pero sí que lo es intelectualmente.
Judith: Sí, para mí el mayor interés es contar lo que ocurre en el mundo, porque al final es contar lo que nos ocurre a las personas que vivimos en el mundo. La manera en la que me siento más cómoda es contando esas pequeñas historias de personas anónimas pero que, en realidad, están explicando lo que sucede de una manera mucho más amplia. Me parece mucho más directo contar grandes sucesos a través de pequeñas historias, de gente anónima muchas veces. Lo que les ocurre a esta gente, en definitiva, nos está contando cómo es el mundo en el que vivimos, ese punto de vista es el que más me gusta fotografiar y contar las cosas, pero sí, desde el punto de vista del ser humano, de lo que nos pasa, de lo que nos ocurre.
Jaume: Ahora que, desgraciadamente, la situación de los refugiados sirios está ocupando las portadas de todo el mundo, tú ya estuviste el año pasado en Turquía, el Líbano y Jordania ilustrando la vida de estas personas en estos tres países, que son los que más refugiados han acogido de este conflicto. ¿Cómo ves, desde tu experiencia, estas imágenes que están sucediendo en Hungría o en esta Europa, en teoría civilizada, en la que tratamos a estas personas de una forma tan absolutamente inhumana?
Judith: Pues las estoy viendo como creo que la mayoría de nosotros, con una indignación tremenda, pero por varias cosas. La guerra en Siria empezó hace cinco años y parece que en Europa lo hemos descubierto ahora. Como bien dices, el año pasado estuve recorriendo el Líbano, Jordania y Turquía cuando son, sobre todo Líbano y Jordania, países muy pequeños que estaban soportando un nivel de refugiados altísimo sin ayuda de nadie, y aquí nadie pensaba en eso, nadie publicaba en torno a eso, y allí llegaban miles y miles de refugiados provenientes de Siria a sus países vecinos y aquí no nos importaba a nadie. De hecho, se publicó muy poco de lo que estaba pasando en Líbano, Jordania y Turquía. En Jordania estaba el campo de refugiados más grande del mundo, en el que llegó a haber 120.000 personas en un campo de refugiados situado en medio del desierto y aquí a nadie le preocupaba eso, no se publicaba y en ningún medio se hablaba de eso. Hasta que ha llegado a Europa. Ahora sí que nos preocupa mucho y ahora no vemos otra cosa todos los días en las noticias. Ese es mi primer motivo de indignación, sólo nos preocupan las cosas cuando llegan aquí. No, señores, la guerra de Siria lleva cinco años, llevan cinco años muriendo gente en Siria y llevan cinco años saliendo gente de Siria para salvar sus vidas. La segunda indignación es cómo está afrontando Europa el problema, pero bueno, no sé qué decir que no veamos todos en las imágenes. Es una vergüenza cómo está afrontando Europa este tema, intentando escurrir el bulto, dando un tratamiento inhumano a los refugiados en muchas de las fronteras… Realmente indignante.
Jaume: Yo creo que lo peor de todo es que, más que indignarnos, no hablo como personas individuales, sino en general, como colectivo, parece que esta crisis nos molesta.
Judith: Claro, es que nos molesta todo cuando lo tenemos cerca. Cuando lo tenemos lejos lo ignoramos y cuando lo tenemos cerca no sabemos qué hacer con ello porque nos molesta. Esa es la actitud política… Bueno, no sólo la actitud política. Soy muy crítica con las decisiones políticas, pero soy también muy crítica con nuestra percepción y nuestras decisiones como ciudadanos. Al fin y al cabo tenemos mucha capacidad de influir en las decisiones políticas si exigimos y pedimos a nuestros dirigentes determinadas cosas. La actitud de todos es importante en todo lo que ocurre.
Jaume: Me cuesta mucho imaginar cómo puedes asumir emocionalmente estar inmersa en situaciones como ésta, meterte en un campo de refugiados, convivir con ellos y ver esa realidad y saber que tú tienes una seguridad en Zaragoza y una casa, con calefacción y con agua corriente, y ver que esa gente no puede salir de allí.
Judith: Pues lo asumes con una sensación permanente de injusticia, de que esto es una lotería y que es muy injusto de que haya personas que tengan que vivir durante años en esas circunstancias y tú tengas tu casa con calefacción, con luz, con agua corriente, con comida y demás. Es una sensación de injusticia tremenda, por lo demás, cuando trabajo, no soy de las que piensa en ponerse una coraza para que las cosas no te afecten. No creo en eso porque a mí me resulta imposible, creo que hay que empatizar con la situación, con la gente que tienes delante y con su situación y su dolor para poder fotografiarlo y para poder contar su historia de manera honesta. En ese sentido no hay más que hacer que ponerte delante de la gente con la mayor humildad y con el mayor respeto y, si te dejan entrar en sus vidas, agradecérselo eternamente, que te cuenten su historia, que te dejen contarla… Poco más.
Jaume: De tus trabajos destaca el tiempo que has dedicado a trabajar en la República Democrática del Congo, tienes varias series fotográficas realizadas allí. La que has realizado sobre la recolección del Coltán es quizás la más reconocida, pero hay otras que me parecen de una carga documental y fuerza simbólica tremendas, como la de Guerra, pobreza y prostitución, que explica la vida de un grupo de mujeres que se ven obligadas a prostituirse para poder sobrevivir.
Judith: Viajé varias veces el mismo año a El Congo, es un sitio donde es muy difícil trabajar por las circunstancias de conflicto permanente que hay. Es uno de esos conflictos mal llamados de baja intensidad, pero llevan veinte años en guerra, esa es la realidad. Millones de desplazados, millones de refugiados, miles y miles de muertos… Es un país duro, difícil. He hecho varios trabajos allí. El del Coltán era mi objetivo, porque pensé que se había hablado mucho de las consecuencias de la guerra, pero poco de las causas de la guerra, de por qué se perpetúa esa guerra y de por qué sigue habiendo guerra veinte años después y mi idea siempre fue que una de las causas principales es el expolio del coltán, de los recursos naturales en general, pero del coltán principalmente. Pensé que si podía entrar en una mina de coltán, si podía fotografiar el coltán, de alguna manera, eso me permitía hablar de muchas cosas, me permitía hablar del conflicto, de por qué se perpetúa, de la situación de los mineros y de las condiciones de semi esclavitud en las que se trabaja en las minas de coltán.
Como te digo, visité en varias ocasiones El Congo, estuve durante bastante tiempo y pude adentrarme en otros aspectos de la vida y del conflicto y uno de los más dramáticos es una población en permanente huída, que acaba abocando a la pobreza y, a muchas mujeres, a la prostitución. Ese fue uno de los trabajos más duros que he hecho y tardé mucho en publicarlo porque me costaba, era un tema que me generaba bastantes conflictos personales. Finalmente, decidí que, con el mayor respeto del mundo, que se ve reflejado en esas fotografías, iba a contar la historia de esas mujeres, que merecía que esa historia se contara.
Jaume: Ese es otro de los aspectos que te diferencian de otros fotógrafos, ese respeto por la persona retratada. Hay algunos trabajos en los que esa línea entre el respeto, la ilustración y el morbo está muy difusa, mientras que en el tuyo está muy claramente delimitado, siempre hay un respeto hacia la persona.
Judith: Bueno, es que si no es así, prefiero no hacer la foto. Yo me posiciono desde el mayor respeto hacia todo el mundo pero, en situaciones tan delicadas como a veces nos toca fotografiar, todavía más, evidentemente. En caso de duda, no hago la foto. Y si he hecho la foto, todavía tengo otra criba: en caso de duda, no publico la foto. Es una constante, siempre la dignidad de la persona a la que fotografías y el mayor respeto. En caso de duda, esa foto no se hace o no se publica, en mi caso, por lo menos, es así.
Jaume: Hay un tópico, pero tópico, tópico, tópico, que es el de Una imagen vale más que mil palabras. Claro, como me dedico a escribir, siempre que me lo dicen les contesto que eso es porque no han escogido bien las palabras.
Judith: [Sonríe.] Bueno, yo soy fotógrafa pero no estoy del todo de acuerdo con ese tópico. Creo que la mayoría de las fotografías o un reportaje fotográfico necesitan un texto. En cualquier caso, si tienes las dos cosas, perfecto para entender y para tener todas las claves. Es verdad que la imagen tiene una potencia importante, una imagen se te fija en la retina y vas a recordarla siempre con mucha más facilidad que unas palabras, probablemente, pero no creo que una foto lo cuente todo. Creo mucho en la foto y el texto, también por el tipo de fotografía que hago.
Jaume: Lo que sí que hace la imagen es transportarnos de una forma más inmediata. En eso también ayuda la elección entre color y blanco y negro.
Judith: Son lenguajes un poco diferentes. Yo utilizo el color y el blanco y negro indistintamente. Suelo decidirlo de antemano, pero ahora, con la fotografía digital, realmente estás haciendo la fotografía en color y es luego en la postproducción cuando la dejas en color o la pasas a blanco y negro. Cuando veo el lugar, cuando pienso ya en la historia, cuando la estoy haciendo, ya tengo claro si va a ser en blanco y negro o en color. En el caso de las minas de coltán, por ejemplo, tuve claro en seguida que iba a ser en blanco y negro porque es que, prácticamente, todo lo que se veía ya era en blanco y negro: el coltán es negro, la montaña era oscura, había niebla, los mineros iban todos vestidos de colores muy oscuros… Prácticamente todo lo que estaba viendo ya era en blanco y negro, no tenía sentido hacerlo en color. En otros trabajos, en cambio, tengo claro desde el principio que van a ir en color, es una decisión que tomo a priori.
Jaume: Te voy a sorprender, creo. A mí hay un tema que siempre me ha fascinado y tú has hecho un reportaje fotográfico sobre ello que me parece excelente. Es el de las miles de personas repartidas por todo el mundo que viven abandonados en los puertos marítimos.
Judith: Sí, hice un trabajo en el puerto de Las Palmas sobre las personas que viven en barcos abandonados. Yo creo que en casi todos los puertos del mundo se da esta situación, un fenómeno casi de chabolismo portuario. En el Puerto de Las Palmas se juntan varios factores, que fue por lo que lo elegí. Hay varias problemáticas distintas, allí. Una, muy importante, y que se da en todo el mundo, con mucha fuerza y mucho dramatismo, es el de las tripulaciones abandonadas. El Derecho Internacional, con respecto a los buques marítimos, es complejísimo, porque normalmente el patrón es de un país, el barco es de otro, tiene bandera de conveniencia, porque ya sabes que hay países en lo que es muy fácil registrar la nacionalidad de un buque porque no hay prácticamente requisitos… Y se da la situación compleja de que interviene el Derecho de varios países y el Derecho Internacional y se produce una especie de limbo por el que resulta muy fácil que un patrón o un armador abandonen un barco en un puerto con toda la tripulación a bordo. Esa tripulación queda atrapada en tierra de nadie, no puede salir del puerto porque no tiene ni permiso de residencia ni permiso de circulación para entrar en el país donde han sido abandonados, dejan de percibir sus salarios, el barco empieza un proceso de deterioro brutal… Para el puerto en el que se atraca el barco es un problema, también. En el Puerto de Las Palmas de Gran Canaria, por ejemplo, hay kilómetros y kilómetros de muelle ocupado por estos barcos, que hasta que se solucione su situación legal no pueden hacer absolutamente nada con ellos. Es un problema gravísimo, pero además, en Las Palmas, con semejante acumulación de barcos abandonados, no sólo había tripulaciones abandonadas con procesos jurídicos larguísimos, que duran años y sobreviviendo gracias a las ONGs de la ciudad, sino que además están viviendo en los barcos inmigrantes, marineros que han perdido sus casas o su trabajo… Realmente una situación complicadísima.
Jaume: Seguro que debes haberte sentido orgullosa de haber hecho muchas de tus fotografías, pero ¿hay alguna de la que te hayas arrepentido?
Judith: No. No. No me he arrepentido de hacer ninguna fotografía. Como te decía antes, en caso de duda, no la hago. Nunca he tenido que arrepentirme de hacer una foto ni de haberla publicado, nunca me ha ocurrido eso. Me siento orgullosa, más que de las fotos que hago, de que mi trabajo ayude a que determinadas situaciones, determinadas historias que no tienen la visibilidad necesaria, puedan ser conocidas por más gente. Eso me enorgullece más que cualquier fotografía o de un trabajo en sí.
Jaume: Voy a hacer una digresión. ¿Los amigos te piden que les hagas las fotos de la boda?
Judith: [Risas.] No, afortunadamente no. No, no, no, son muy respetuosos. Bueno, de hecho, el mes que viene se casa mi hermano y no se le ocurrió pedirme que le hiciera las fotos. Prefieren que disfrute de la boda y no tenerme allí currando.
Jaume: Supongo que ya tienes claro a lo que te vas a dedicar de mayor, ¿no?
Judith: Sí, bueno, creo que ya no estoy como para elegir, yo creo que la fotografía me eligió, no sé si la elegí yo o me eligió ella a mí. La cuestión es que tenemos este lío que, por el momento, no tiene visos de romperse.
Jaume: Cada vez que recibes un premio, y ya tienes más de una decena, ¿qué crees que es lo que están premiando? ¿Estrictamente, la calidad de tu trabajo fotográfico o también tu trabajo, pero relacionado con el tema que ilustras, que puede resultar desconocido o sorprendente para el jurado?
Judith: Para mí, los premios son importantes en la medida en que es una forma más de difundir tu trabajo. Todos mis trabajos fotográficos tienen la voluntad de sacar a la luz historias que son poco visibles, poco conocidas o que, directamente, tienen una voluntad de denuncia, con lo cual, los premios me dan una ocasión más para que eso se conozca, se difunda y llegue al conocimiento de más personas. Ahora te diré algo que puede parecer contradictorio, porque es cierto que he recibido bastantes premios últimamente, pero no me interesan demasiado los premios en sí, salvo porque son una ayuda a la difusión. Realmente, opto por concurrir a premios y festivales y demás eventos, por la dificultad que existe ahora mismo de que los fotorreportajes se publiquen. Sobre todo en España. Los medios no están publicando determinadas historias, el fotoperiodismo que conocimos hace algunos años ha desaparecido y hay que explorar nuevas fórmulas para dar a conocer esas historias que tanto nos esforzamos por contar. Los festivales y los premios son una forma de hacerlo, puesto que los canales normales, los que deberían funcionar, no funcionan como debieran.
Jaume: Es que estamos viviendo una época en la que el periodismo se ha prostituido. Tanto el periodismo escrito, como la radio, la televisión, incluso el fotoperiodismo, en su inmensa mayoría, se ha vendido por un plato de lentejas. Evidentemente, los vendidos no son los mejores representantes del ramo y siempre hay un hueco a la esperanza, porque tenemos a grandes profesionales que son la excepción a la corriente, pero, en general, la profesión se ha vendido a los diferentes lobbies de presión: los bancos, las grandes multinacionales, las compañías eléctricas o los gobiernos de turno.
Judith: Así es. Sí, sí, totalmente de acuerdo. En España, los medios de comunicación que tenemos se quejan de que no venden, pero es que es imposible comprar eso. Son medios absolutamente decantados, posicionados y al servicio de unos intereses que no son los que deberían ser dentro del periodismo. Esa deriva del periodismo en España nos ha llevado al periodismo que tenemos. No es culpa de nadie más que de los dueños de esos medios. Y bueno, o entras en ese circuito o te mantienes como freelance… aunque hoy en día no es una opción, no hay más remedio que ser freelance, pero es verdad que ser freelance es durísimo, porque no sabes cuánto vas a ingresar el mes que viene y hacemos los trabajos autofinanciándolos y luego ya veremos si los colocas o no los colocas, en una precariedad absoluta, pero es una manera de ser libre. Haces los trabajos como tú consideras que debes hacerlos, si los compran, bien, si no los compran, los publico en mi página web. Eso arroja a los profesionales a una precariedad absoluta. Y eso, cuando tenemos en España la mejor generación de fotógrafos que hemos tenido, probablemente, en la vida: tenemos un premio Pulitzer, tenemos un premio World Press Photo, entre fotógrafos muy jóvenes y españoles, que están reconocidos en el mundo entero y aquí no pueden publicar. Pero tampoco me gusta quejarme eternamente de la situación, es lo que hay. Tampoco el resto de profesionales están mucho mejor en este momento en España. Hay que pelearlo y, sobre todo, hacer un periodismo honesto. ¡Es lo mínimo! Si no, perdemos toda la credibilidad y esto no tiene solución.
Jaume: ¿Y cuando ves por ahí publicado en algún medio digital una fotografía tuya y no te han pagado los derechos de imagen…?
Judith: No me ha ocurrido nunca. Si me ocurriera, reivindicaría el pago de esa foto y, si no, denunciaría, lo tengo muy claro. Es lo que están haciendo muchos compañeros a los que sí les ha pasado. A mí no me ha ocurrido nunca. Siempre que han publicado una fotografía mía ha sido tras un acuerdo y me la han pagado.