Texto e Imagen: Jaume Garcia Castro
Binéfar, 21 de febrero de 2014.- El Salón de Plenos del Ayuntamiento de Binéfar ha cambiado por unas horas su aspecto habitual. La mesa donde se reúnen los concejales del consistorio ha dejado de ser el elemento central del espacio arquitectónico y ha pasado a un segundo plano. Ahora, el elemento que preside la sala es un piano y está colocado justo en el centro del salón. A su alrededor, formando un espacio circular, se sitúan las sillas del público. Es un espacio que rompe completamente las convenciones habituales de la música y del espacio escénico, un efecto voluntariamente buscado por Arantxa Armentia (voz) y Teresa Vilaplana (piano) las dos componentes de Ama Lur, el dúo que presentará mañana sábado un interesante espectáculo musical. Cuando llego a la sala Arantxa y Teresa están hablando tranquilamente, descansando después de haber acondicionado el espacio donde se celebrará el evento.
Cuando habla, Arantxa tiene voz de cantante lírica. Es evidente para cualquiera que haya estudiado canto o voz que habla proyectando su voz desde la máscara. En cambio, Teresa es pianista y su voz está menos colocada, es más visceral. En la conversación habla más Arantxa, aunque sorprende que muchas veces una empieza una frase y la acaba la otra. Se las ve muy compenetradas, algo realmente de agradecer en un espectáculo de voz y piano. Están un poco cansadas de tanto mover sillas, lo que siempre va bien para el entrevistador, porque así las entrevistadas se suelen relajar más fácilmente.
Jaume Garcia: ¿Cómo os conocisteis vosotras dos?
Arantxa Armentia: Pues nos conocimos en Alemania, en Berlín, porque yo tenía un concierto con una pianista con la que trabajé durante mucho tiempo y se rompió un brazo.
Jaume: Mal asunto para una pianista…
Arantxa: Mal asunto. Era un concierto de música española que organizaba la Embajada de España, entonces en la embajada me hablaron de Teresa y me pusieron en contacto con ella. La llamé por teléfono, porque faltaba muy poco tiempo y era un programa muy amplio, con un estreno absoluto de una compositora vasca. Yo llegué con un montón de partituras y las lancé sobre la mesa, ¡plotch!, y Teresa me dijo “hombre, pues muchas cosas no las conozco, pero me tiro a la piscina”, y se tiró. Y se tiró tan bien a la piscina que me quedé con ella, vamos, que seguimos a partir de ahí trabajando juntas.
Jaume: Es curioso que dos españolas hayan tenido que ir a vivir y conocerse en Berlín.
Teresa Vilaplana: No es que hayamos “tenido que”, yo no lo veo así, sino que es el azar el que nos ha unido. Han pasado cosas, en su vida y en la mía, y al final hemos acabado ahí. Yo no he sentido la necesidad de irme a Berlín por estar mal en España y creo que tú tampoco…
Arantxa: No, porque cuando me fui de España iba muy bien [se ríe].
Teresa: Lleva unos veinte años fuera de España.
Arantxa: Yo he pasado muchos años que, cuando venía a España, me decía la gente: “¿Pero cómo te vas allí, si no hay nada de comer y hace tanto frío?”. Yo me encontré en aquel entonces muy pocos españoles, no había un éxodo grande, y me sentía como extraña. Ahora sí, porque la gente no se queda en su nido, se mueve. Los alemanes no se quedan en su Alemania, ni los españoles en España. Hay un movimiento, nunca se sabe si te vas a quedar allí siempre o si vas a volver, si te apetece ver otras cosas, otros mundos… Eso ha cambiado.
Teresa: Ella lleva veinte años, estuvo en el elenco estable del Teatro de Ópera de Hannover, anteriormente estuvo formando parte de la compañía estable del Landestheater Linz, en Austria, trabajando en la Ópera…
Arantxa: Me fui a estudiar, primero. Y cuando eres joven y te vas a estudiar… es que no piensas qué significado va a tener esa salida.
Teresa: Claro, qué voy a hacer luego y qué quiero…
Arantxa: Y es el mejor momento para irse porque vas un año, o vas veinte, o vas cincuenta.
Jaume: Hay que atreverse, también, a tomar la decisión.
Arantxa: Tiene sus pros y sus contras el irse, porque sufres también un gran desarraigo. Llega un momento, en mi caso, habiendo vivido tantos años fuera, en que ya ni eres española, ni eres alemana, eres un ciudadano del mundo. Yo soy un poco austríaca, un poco española, soy un poco alemana… Ahora, cuando vengo aquí empiezo a echar de menos cosas de Alemania, cuando estoy allí… no voy a ser nunca alemana, porque soy muy mediterránea y muy del sur, pero cuando vengo aquí echo muchas cosas de menos de su manera de estructurar las cosas, entonces veo que soy ya un híbrido, una cosa poco definible.
Teresa: De todas maneras, ¿por qué tener que decir soy de aquí o soy de allá?
Arantxa: Hacemos una cosa que es universal. La música es un lenguaje que llega a casi todas partes y nosotras, con ella, somos también un poquito universales. Y en la música te encuentras en casa. Yo cuando llegué a Alemania sentía mucha nostalgia, porque era muy distinto, y entonces iba al teatro, iba a la ópera, y allí estaba en casa, era donde me encontraba bien, era una manera de estar en casa.
Jaume: Ama Lur no es ópera.
Arantxa: No, Ama Lur es un nombre… Yo soy de Madrid, nací y crecí en Madrid, pero mi familia es del País Vasco, tengo una gran relación con el País Vasco porque tengo mucha familia allí, muchas vacaciones hechas allí. Al buscar un nombre para el dúo pensé en un nombre en eusquera. Y me gustó mucho Ama Lur, que significa Madre Tierra. Y la música también tiene mucho que ver con la madre y con la tierra.
Teresa: Dándole vueltas al nombre, vi como una conexión con nuestro carácter, queriendo hacer algo que sea cercano, que haya un contacto o una comunicación con el público distinta a lo que se espera en un formato habitual. Intentamos transformar ese formato de muchas maneras, no sólo con el espacio. El artista o el músico no solamente llega, toca, saluda, aplaude el público y se va, sino que también hay que hablar, preguntar cosas, que haya un trato recíproco, no solamente que nosotras damos y el público está así como queriendo decir “dámelo todo hecho”.
Arantxa: Entonces buscamos un tema, no solamente una canción detrás de otra, sino que los conciertos siempre tienen un tema…
Teresa: Como si fueran temáticos.
Arantxa: Uno de los que hicimos en Berlín era un viaje por España, entonces íbamos por las diferentes provincias y contábamos cosas, eso les llamaba mucho la atención…
Teresa: Canción gallega, por ejemplo.
Arantxa: Cantábamos en los cuatro idiomas del territorio español y les llamó mucho la atención. Otro formato es música y literatura, unimos la música de compositores famosos con escritores famosos, esa conjunción de las dos creatividades. Y ahora hemos escogido otro tema que nos ha parecido muy interesante: es la música que se hacía en España y Alemania en los años 20 y 30, los años anteriores a la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial, respectivamente.
Jaume: Son prácticamente la misma guerra, porque España fue el campo de pruebas para la Segunda Guerra Mundial, como la crisis que vivimos ahora es el tráiler de la que vendrá después a toda Europa…
Arantxa: ¡Exacto! Ahí le has dado. Sin el ánimo de dar a entender que estamos en el mismo momento, Dios quiera que no. Pero, bueno, es una época movida, caótica, la gente está muy sensible. Luego pasó lo que pasó tanto en España como en Alemania, pero en aquella época la música era… bueno… Era una época muy creativa y, es muy curioso, al menos en el cabaret alemán, mucha de esa música tiene una cierta nostalgia, incluso antes de que pasara lo que pasó…
Teresa: Nostalgia por algo que no ha pasado todavía.
Arantxa: Sí, una cierta melancolía. Los músicos siempre tienen como un sexto sentido, una sensibilidad casi animal, para ver cosas que otros no ven. Es un momento de altísima creatividad en Alemania y en España, tanto en la plástica, como en la música o en la literatura, y ese mundo acaba en dos contiendas muy diferentes, y el mundo resultante al final del conflicto armado es otro mundo. Es otro mundo distinto, en Alemania fue otro mundo y en España también. Y es esa cantidad de música…
Teresa: Que luego se perdió, también…
Arantxa: Se perdió y se ha recuperado parte… Tienen mucho que ver esas dos tradiciones musicales. Por un lado está en España toda la generación del 27 y la generación de la plata, pero también la zarzuela, el cuplé, el cabaret… y se estaba componiendo continuamente. En la otra parte está el cabaret alemán, que estaba prácticamente en manos de compositores judíos que se tuvieron que marchar, pero que justo antes de 1933 eran dioses de la música alemana y del cabaret. La mayor parte se fueron al exilio, muchos de ellos, los que pudieron salir, siguieron componiendo en Estados Unidos y tienen mucho que ver las dos situaciones. En estos momentos se está intentando recuperar muchas cosas de esos compositores alemanes y, como tiene tanto que ver con lo que también ocurrió en España, nos apetecía juntar las dos cosas.
Teresa: Queríamos hacer un símil, aunque a veces nos intentan separar a Alemania y a España como dos países muy opuestos, pero ahí nos gustaba reaccionar a eso y unir los dos países en un momento previo a una guerra.
Arantxa: Estamos viendo esas cosas nuevas ahora en Berlín, pero también traemos nuestra maleta llena de nuestras cosas. En España, a la que rascas un poquito, encuentras muchísima música y mucho talento. Y hay que sacarlo.
Jaume: Cuando me explicabais esto, me estaba acordando de la historia del Jazz, que es exactamente lo mismo, solo que en Estados Unidos la afición musical no se quebró por la guerra, como sí pasó en Europa, porque ellos solo tuvieron el bombardeo de Pearl Harbor en su territorio, todo lo demás fue en otros países, con lo cual, esa trayectoria de los night clubs como el mítico Cotton Club, y de todos esos compositores como Duke Ellington, Harold Arlen, Jeorge Gershwin, Johnny Mercer o artistas como Ella Fitzgerald o Lena Horne, son los standards del jazz y supone la hegemonía mundial de la música popular del Siglo XX. Si no hubiera sido por las dos guerras, quizás ahora habría también muchos standards alemanes y españoles.
Arantxa: Esa influencia del jazz estaba en esas músicas de los años 20 y 30 y, evidentemente, al nacionalsocialismo no le apetecía nada, porque era la música de los negros y era una música libre, sin prejuicios, que rompía todas las normas establecidas. Muchos de los compositores y músicos que consiguieron salir, encontraron en Hollywood o en el mundo del jazz pudieron seguir haciendo músicas.
Jaume: Uno de los más grandes compositores de bandas sonoras era Erich Wolfgang Korngold, un compositor checo que fue invitado a salir de su país por los nazis, autor de óperas tan interesantes como Die Tote Stadt (La ciudad muerta), tuvo que ganarse la vida componiendo bandas sonoras. ¡Y ganó dos Oscar!
Arantxa: Imre Kálmán, por ejemplo, también escribe operetas cuando ya vive en Estados Unidos. La duquesa de Chicago es de esa época, o Arizona Lady. Es un tema tremendamente interesante.
Jaume: Es una gran pérdida para Europa, toda esa generación de artistas perdida por culpa de la guerra.
Arantxa: Completamente. Yo tenía un compañero en la ópera de Linz que decía que Alemania no se había recuperado de todos los científicos que había perdido, de la riqueza de científicos que perdió durante la Segunda Guerra Mundial. Ahora que estoy haciendo una formación de pedagogía del canto, hablando de los buenos pedagogos que ha habido en este campo, nos decían que los mejores que había habido eran todos de origen judío y se marcharon. Con los años empezaron a llegar una gran cantidad de cantantes norteamericanos con una gran escuela de canto de la tradición de los pedagogos alemanes que se habían marchado, es decir, que allí volvía a haber otro enorme agujero de esa tradición que tenían porque los auténticos expertos se tuvieron que marchar a otro sitio. Yo, cuando llegué a Alemania, los mejores cantantes que tenían venían de Estados Unidos, porque se traspasó la tradición allí y luego, cuando se vuelve a rellenar el agujero que han creado, se tarda en volver a crear esa tradición perdida.
Jaume: Cuando actuáis, al ser la música un lenguaje universal, lo hacéis ante públicos muy diferentes. ¿Se nota mucho la diferencia del público entre países?
Teresa: Es difícil saber qué perciben los demás porque no somos sinceros. A mí siempre me ha resultado difícil saber, tengo una relativa experiencia de incertidumbre ante la opinión del público. Luego está el tema de los ruidos, las toses y cosas por el estilo. A mí, la extrema ritualización que envuelve a los conciertos musicales a mí no me gusta. Pero es una opinión personal. No me gusta ese silencio casi sagrado, porque es sacarlo de la realidad. Claro, hay músicas que siempre piden más un silencio sepulcral y que la gente sólo aplauda hacia el final, pero la música es algo humano, no le puedes exigir a los espectadores que hagan algo que no sienten. No puedes ir diciendo a la gente: “se aplaude al final, entre movimiento y movimiento, no se aplaude”, pues a esa persona, si le sale del corazón, déjala aplaudir. A otros músicos les molestan las toses…
Arantxa: Nosotras creemos que es importante contextualizar la obra. Cuando la gente sabe por qué se hizo una determinada música en un determinado momento, tienden luego a apreciarla de otra manera. Creo que es importante, porque es más fácil que el público reaccione positivamente. Luego depende del día, hay días en que el público no parece receptivo y al final hacen una gran ovación, pero tienes que esforzarte para tirar arriba la función. En cambio, otro día, con la misma obra y los mismos actores, el público está abierto, disfruta desde el principio, pero luego al final no parece interesarles en demasía. En definitiva, cada representación y cada concierto es diferente, a pesar de que el programa y los ejecutantes sean los mismos. Hay que disfrutar de estos pequeños placeres irrepetibles. Y esa búsqueda del concierto maravilloso es el que hace que las personas salgan a escuchar música en directo.