Texto e imágenes: Jaume Garcia Castro
Binéfar, 22 de febrero de 2014.- Ayer el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Binéfar se quedó pequeño para albergar el concierto de Ama Lur, el dúo formado por Arantxa Armentia (soprano) y Teresa Vilaplana (piano). El público llenó las sillas dispuestas y los más rezagados tuvieron que seguir la actuación de pie, pero no pareció importarles demasiado. Las dos intérpretes supieron ponerse al público en el bolsillo desde el mismo principio del espectáculo, canción a canción, hasta que éste se rindió en un aplauso final, sincero, apasionado, todos en pie.
Rompieron el fuego con una canción compleja de cantar, pero una de las más bellas composiciones de Kurt Weill con letra de Bertolt Brecht. Se trata de Bilbao Song, la canción que abre y cierra “Happy End”, la segunda obra compuesta al alimón entre Weil y Brecht. Con esta canción se inició la primera de las tres partes en las que se dividió el concierto, la dedicada a las canciones compuestas a finales de los años 20 y principios de los 30 en la Alemania pre-Nazi. Son canciones de una belleza intensa, de una elevada carga simbólica y algunas de ellas, como Irgendwo auf der Welt (En algún lugar del mundo), muestran una terrible añoranza por cosas que aún no han sucedido, como si Werner Richard Heymann, su compositor, hubiera visto con antelación lo que iba a arrasar Europa, la Segunda Guerra Mundial. Con esta emotiva canción se llegó al final del primer tercio del concierto.
La segunda parte nos mostró un panorama parecido, pero de la Alemania de entreguerras pasamos a la España de entredictaduras, si se me permite la invención del sustantivo. Entre Primo de Rivera y Franco, en España hubo un período de eclosión de la cultura, donde la música, el teatro, la literatura, incluso el cine, llegaron a tocar cotas altísimas de calidad, en alguna de estas disciplinas las más altas de todo el Siglo XX. Dentro de este panorama, dos hombres se dedicaron a recopilar canciones populares y tradicionales, recogidas de la tradición oral, y fijarlas en una partitura. Uno de ellos fue Manuel de Falla y otro fue su alumno, Federico García Lorca. De las canciones recogidas por Lorca se seleccionaron ocho para el espectáculo, alguna dejó amargo sabor de boca por lo tristemente premonitorio de sus letras, como Anda, jaleo o Los mozos de Monleón, otras dejaron un dulce recuerdo, como Las tres hojas o el siempre agradecido Zorongo. Tras estas canciones aparecieron La corza blanca, de Ernesto Halffter, Damunt de tu només les flors, de Frederic Mompou y una selección de canciones populares españolas de Manuel de Falla, entre las que estaba la Jota que emocionó a muchos asistentes.
El tercio final del espectáculo y a modo de postre, se llenó de cuplés, canciones compuestas por grandes músicos y letristas españoles cuyo trabajo ha quedado muchas veces empañado por la rancia forma de presentar una y otra vez las canciones como si todavía viviéramos a principios del Siglo XX. Ayer, Armentia y Vilaplana se encargaron de demostrar, simplemente con talento y buen gusto, que el cuplé, bien interpretado y sin complejos, es una música plenamente actual.
Al finalizar el concierto, por petición popular, repitieron una canción. Se les pidieron dos o tres títulos diferentes de los que habían sonado durante la velada. La canción escogida finalmente fue la ya mencionada En algún lugar del mundo, que era realmente un excelente broche para el concierto. El público, en pie, agradeció con una sincera ovación la mágica velada que acabábamos de vivir.
La gran sorpresa del espectáculo fue que, posiblemente sin proponérselo, las intérpretes descubrieron el espacio que mejor acústica tiene en todo Binéfar. El Salón de Plenos es una sala que, dispuesta en círculo como ayer, es acogedora y con una alta calidad de sonido, amable, pequeña, recogida, y a la que se le puede sacar mucho provecho musicalmente hablando. Vale la pena tomar nota de ello para futuros conciertos, especialmente para aquellos que pierden todo el sentido si tienen que ser amplificados.
Lo que ya no es una sorpresa es la calidad de Arantxa Armentia y Teresa Vilaplana como músicas. Armentia y Vilaplana se complementan perfectamente, tienen muy buena sintonía ante el público y eso se agradece. La música fluye, se apoyan la una a la otra, ambas suman. En otros conciertos uno ve que el piano se pone al servicio de la voz, en cambio ayer pudimos ver a dos músicas apoyándose la una a la otra cuando se necesitaba, sumando esfuerzos, siendo iguales, no como apoyo o refuerzo la una de la otra. Eso se agradece muchísimo, especialmente cuando se trata de un concierto con ciertos toques teatrales como el de ayer. Un concierto lleno de sensibilidad, donde sale el espectador con la impresión de haber asistido también a una pequeña conferencia, de haber aprendido algo y de que las intérpretes tienen muchas más canciones en el zurrón. Esperemos que así sea, que tengan más canciones guardadas para nosotros y de que quieran volver a compartirlas con el público de Binéfar.